La falta de relaciones sexuales en una persona puede deberse básicamente a cuestiones voluntarias o involuntarias.
Cuando se habla de abstinencia sexual involuntaria suele tener que ver con causas de fuerza mayor, como una enfermedad (propia o de la pareja), un duelo (por viudez o ruptura sentimental), estar mucho tiempo sin pareja o con la pareja viviendo lejos por trabajo u otras razones, etc.
“Cuando la falta de relaciones sexuales es de tipo voluntario, los efectos colaterales son menores que cuando no es así”, apunta Carmen Bermejo Romero, psicóloga clínica y sexóloga. ¿Y cuáles son esos efectos colaterales? Los más importantes se enumeran a continuación.
Más estrés y ansiedad
Uno de los resultados más frecuentes de la ausencia de relaciones sexuales es unos mayores niveles de ansiedad y estrés. Esto se debe a que, cuando una persona practica relaciones sexuales, su cerebro libera endorfinas y oxitocina, sustancias que generan un efecto analgésico y sensación de bienestar. Este es, por lo tanto, un punto a favor para tener sexo, “siempre y cuando el sexo no sea la fuente de estrés”, especifica la psicóloga y sexóloga María Martínez Murillo.
Si la relación de pareja no está bien, o si el sexo es solo una búsqueda de otra cosa (de cariño, de llamar la atención, de obtener algún tipo de reconocimiento social, de ocultar otros problemas, de lograr un embarazo), la propia actividad sexual puede tornarse la causa del estrés, y en ese caso la pretendida solución podría resultar peor que el problema. Pero, salvo estos casos, las personas que tienen relaciones sexuales saludables se muestran menos ansiosas y estresadas que las que no las tienen.
Problemas de autoestima
“La sexualidad es vital para el sentimiento de autoestima de las personas, para la sensación de que la vida vale la pena. Nunca hemos encontrado a nadie con una baja autoestima en el momento del orgasmo”. Así lo explican la psicoterapeuta Dossie Easton y la sexóloga Janet Hardy en su libro Ética promiscua (Ed. Melusina, 2013). Esto está muy relacionado con el punto anterior, dada la fuente de bienestar que representa el sexo incluso a nivel biológico y hormonal, y por ende todo lo que se pierden quienes no lo practican.
Disminución del deseo sexual
Martínez Murillo apunta que “el deseo sexual es una necesidad de la especie y no del individuo”. Existen necesidades imprescindibles como comer, beber o dormir: cuando estas no son satisfechas, el cuerpo da señales de que lo necesita para seguir viviendo. En cambio, señala la especialista, “con el deseo sexual sucede justamente al revés”: como en un círculo vicioso, la falta de sexo no hace que el cuerpo dé señales de que lo necesita, sino que el deseo se va apagando hasta desaparecer. Es decir, la libido se canaliza en otras actividades y el deseo sexual se inhibe. Es un problema que contribuye a agrandarse a sí mismo.
Un sistema inmunitario menos fuerte
Un estudio realizado en 2004 reveló que las personas con una vida sexual más activa producen niveles “significativamente superiores” de inmunoglobulina A, el principal anticuerpo presente en las secreciones de las mucosas del cuerpo, como la saliva, las lágrimas y las producidas por el aparato respiratorio y gastrointestinal. En palabras de Carmen Bermejo, los niveles más bajos de este anticuerpo “propicia más riesgos de resfriados”, gripes y otros problemas, y por lo tanto esto también podría considerarse un efecto negativo de la abstinencia sexual.
Menor producción de neuronas nuevas
“La experiencia sexual repetida puede estimular la neurogénesis en adultos y restaurar la función cognitiva”, apuntaba un artículo publicado por científicos de Estados Unidos en 2013. Hasta no hace mucho se pensaba que la neurogénesis (es decir, la producción de neuronas nuevas) era algo que sucedía solo en la niñez, pero ahora se sabe que sucede durante toda la vida, y que las relaciones sexuales contribuyen a tal actividad.
Por ello, los expertos recomiendan -sobre todo a los adultos mayores- la neurobic, una suerte de “gimnasia mental” para mantener joven el cerebro. Consiste en realizar ejercicios mentales, escribir a mano, tratar de recordar, leer y realizar actividad física. Pues bien, el sexo también puede formar parte de esas actividades que previenen o retrasan la aparición de problemas como la demencia y el Alzheimer.
Debilitamiento del vínculo de la pareja
“Tener sexo con tu pareja fortalece el vínculo, porque de esa forma hay más comunicación y más afecto”, indica María Martínez Murillo. Añade que, por el contrario, “las parejas que no tienen sexo sienten que hay un distanciamiento”. La especialista cuenta que acostumbra a preguntar a sus pacientes para qué tienen sexo; y que la respuesta de muchos es: “Para conectar con mi pareja, para sentirnos más unidos”. El sexo propicia la intimidad, las confidencias, la comunicación, con todos los beneficios que ello implica. En las parejas en que el sexo es escaso o nulo; el otro termina siendo “como un compañero de piso o un amigo”, apunta la psicóloga, lo cual lleva a que el vínculo se resquebraje.
Mayor riesgo de disfunción eréctil en los hombres
La abstinencia sexual, o tener muy pocas relaciones, “puede duplicar el riesgo de sufrir disfunción eréctil”, asegura Carmen Bermejo; un peligro relacionado con la ya mencionada disminución del deseo sexual. Y a esto se añade otra cuestión exclusiva de los varones: cuanto menos frecuentes son sus eyaculaciones (sin importar si tienen lugar en un acto sexual con otra persona o por masturbación) más grande es el riesgo de padecer cáncer de próstata, de acuerdo con las conclusiones de una investigación basada en casi 32.000 hombres y publicada en 2016.
Pérdida de tono y atrofia vaginal en las mujeres
Las mujeres también corren riesgo de problemas específicos cuando no practican sexo con regularidad: “Si la vagina, que no deja de ser un músculo -puntualiza Bermejo-, no entra en funcionamiento regularmente, aparece una pérdida de tono e influye en la atrofia vaginal”. Aunque la especialista aclara que, en los últimos tiempos, “el láser vaginal está logrando que ese proceso sea reversible, lo que supone una buena noticia para muchas mujeres”, siempre es deseable, desde luego, no llegar a padecer el problema.
Menor bienestar
Esta sería casi una conclusión: por los elementos señalados, una vida sexual saludable torna más probable el bienestar general de la persona, algo que la falta de sexo pone en riesgo. Martínez Murillo aclara, no obstante, que “más sexo no necesariamente equivale a más felicidad”. “El bienestar sexual -añade- no crece de forma exponencial: tiene un límite. Aunque tener sexo es una fuente de bienestar y eso nos hace más felices; a partir de un cierto número de relaciones el sexo no aumenta nuestra felicidad. Incluso si lo vemos como una obligación que tenemos que cumplir, nos hace estar infelices”.
La especialista lo explicó “Una persona que tiene cinco amigos no es por ello más feliz que alguien que tiene tres. Pero entre tener tres amigos y no tener ninguno sí que hay una diferencia significativa. Con el sexo sucede lo mismo. Importa más la calidad que la cantidad. Es mejor tener poco sexo, pero que sea gratificante, antes que muchas relaciones que no lo sean”, concluyó.