Una multitud despide al expresidente peruano acorralado por la corrupción. Antes de morir, calificó su muerte de “muestra de desprecio” hacia sus rivales
Cientos de simpatizantes esperaban el féretro en la puerta de la Casa del Pueblo, la sede del Partido Aprista, para recorrer el centro histórico de Lima y despedir a Alan García. El expresidente de Perú, que el miércoles falleció tras dispararse minutos antes de ser detenido por su implicación en el caso Odebrecht —la mayor trama de corrupción de América Latina—, siempre había defendido su inocencia. Pero este viernes se conocieron sus últimas palabras. La carta que dejó a sus seis hijos antes de morir es una apología de su carrera. En ella, García lamenta “sufrir injusticias y circos”, asegura que “no hubo ni habrá cuentas, ni sobornos, ni riqueza” y lanza un amargo mensaje al calificar su suicidio de “muestra de desprecio” hacia sus rivales políticos.
La leyó su hija Luciana en el salón de actos del cuartel general de la formación a la que el político estuvo vinculado desde sus inicios. “Cumplí la misión de conducir el aprismo al poder en dos ocasiones e impulsamos otra vez su fuerza social. Creo que esa fue la misión de mi existencia, teniendo raíces en la sangre de ese movimiento”, escribió García, quien gobernó en dos periodos no consecutivos, en los ochenta y en la pasada década. Después del golpe de Estado de Alberto Fujimori se exilió en Bogotá y en París. Sufrió la persecución del exmandatario y, a pesar de que las circunstancias de las actuales investigaciones no guardan ninguna relación con lo sucedido entonces, su última carta hace referencia a una campaña en su contra.
“Nuestros adversarios optaron por la estrategia de criminalizarme durante más de 30 años. Pero jamás encontraron nada y los derroté nuevamente, porque nunca encontrarán más que sus especulaciones y frustraciones”, afirma. “En estos tiempos de rumores y odios repetidos que las mayorías creen verdad, he visto cómo se utilizan los procedimientos para humillar, vejar y no para encontrar verdades”, continúa García.
LAS EVIDENCIAS CERCARON A GARCÍA
JACQUELINE FOWKS
Según la resolución judicial que ordenaba la detención preliminar por diez días del exmandatario, Odebrecht entregó 24 mllones de dólares en sobornos por la concesión de la Línea 1 del Metro de Lima a ex altos exfuncionarios del Gobierno de García, entre ellos, Luis Nava, el exsecretario de la presidencia; Jorge Cuba, viceministro de Transportes; Miguel Atala, exvicepresidente de PetroPerú, y familiares de estos.
García era investigado por colusión, tráfico de influencias y lavado de activos. El diario La República y el semanario Hildebrandt en sus Trece publicaron este viernes fragmentos de la disposición emitida por el juez Juan Carlos Sánchez Balbuena, a pedido del fiscal del Equipo Lava Jato José Domingo Pérez. El documento señala que Nava colocó fondos procedentes de la caja B de Odebrecht “en la economía de Perú, activos ilícitos que habrían sido en beneficio de Alan García Pérez, para él mismo y para otros de la organización criminal que se investiga”.
El juez también menciona que Nava y García determinaron la modificación del marco legal establecido, mediante la aprobación de decretos de urgencia, para facilitar y garantizar que la obra de la Línea 1 del Metro (tren eléctrico) la realizara Odebrecht.
De las nueve órdenes de captura, que incluían -entre otros- a García, Nava, Atala, el exministro de Transportes, Enrique Cornejo, y el ex director de la Autoridad Autónoma del Tren Eléctrico, Oswaldo Plasencia, siete han sido detenidos. El hijo del exsecretario de la presidencia, José Antonio Nava viajó a Estados Unidos el día que el fiscal solicitó su detención.
Una multitud acompañó el féretro, durante unos dos kilómetros, hasta la plaza de San Martín, donde el 27 de enero de 2001 García pronunció su primer discurso tras regresar al país y a la política activa. Esa noche prometió volver a la Casa de Pizarro, sede del Gobierno peruano, y lo logró cinco años más tarde. Para muchos fue el mejor presidente de la historia reciente. Así lo recuerda Pedro Romero, una vida en Partido Aprista, que exhibe una bandera de Perú y está convencido de que “se demostrará que ese hombre nunca ha recibido un centavo”. Pero el exmandatario sufrió, al terminar su segundo mandato, un declive que culminó el pasado mes de noviembre.
García pidió asilo en la Embajada de Uruguay después de que un juez emitiera una orden que le impedía abandonar el país durante 18 meses por supuestos delitos de colusión, lavado de activos y tráfico de influencias. Era una de las piezas del caso Odebrecht, una investigación vinculada a la concesión de la línea 1 del metro de Lima a la constructora brasileña. El sumario recogió también el pago, facilitado por un abogado, de 100.000 dólares de la constructora brasileña para compensar una conferencia que dio en mayo de 2012 ante la Federación de Industriales de São Paulo.
Ninguna acusación estaba fundada, según García. “Por muchos años me situé por sobre los insultos, me defendí y el homenaje mis enemigos era argumentar que Alan García era suficientemente inteligente como para que ellos no pudieran probar sus calumnias”, dejó escrito.“La historia tiene más valor que cualquier riqueza material. Nunca podrá haber precio suficiente para quebrar mi orgullo de aprista y de peruano. Por eso repetí: otros se venden, yo no”.
“Cumplido mi deber en mi política y en las obras hechas en favor de pueblo, alcanzadas las metas que otros países o Gobiernos no han logrado, no tengo por qué aceptar vejámenes”, prosiguió en su carta a sus hijos. “He visto a otros desfilar esposados guardando su miserable existencia, pero Alan García no tiene por qué sufrir esas injusticias y circos. Por eso, les dejo a mis hijos la dignidad de mis decisiones; a mis compañeros, una señal de orgullo. Y mi cadáver como una muestra de mi desprecio hacia mis adversarios porque ya cumplí la misión que me impuse”.
“LA RAZÓN DE MI ACTO”: LA CARTA ÍNTEGRA DEL EXPRESIDENTE
Cumplí la misión de conducir el aprismo al poder en dos ocasiones e impulsamos otra vez su fuerza social. Creo que esa fue la misión de mi existencia, teniendo raíces en la sangre de ese movimiento. Por eso, y por los contratiempos del poder, nuestros adversarios optaron por la estrategia de criminalizarme durante más de treinta años. Pero jamás encontraron nada y los derroté nuevamente porque nunca encontrarán más que sus especulaciones y frustraciones.
En este tiempo de rumores y odios repetidos que las mayorías creen verdad, he visto cómo se utilizan los procedimientos para humillar o vejar y no para encontrar verdades. Por muchos años, me situé sobre los insultos, me defendí y el homenaje de mis enemigos fue argumentar que Alan García era suficientemente inteligente como para que ellos no pudieran probar sus calumnias. No hubo ni habrá cuentas, sobornos ni riqueza. La historia tiene más valor que cualquier riqueza material. Nunca podría haber precio suficiente para quebrar mi orgullo de aprista y de peruano. Por eso repetí: otros se venden, yo no.
Cumplido mi deber en la política y en las obras hechas en favor del pueblo; alcanzadas las metas que otros países o gobiernos no han logrado, no tengo por qué aceptar vejámenes. He visto a otros desfilar esposados, guardando su miserable existencia, pero Alan García no tiene por qué sufrir esas injusticias y circos. Por eso, les dejo a mis hijos la dignidad de mis decisiones, a mis compañeros una señal de orgullo, y mi cadáver como una muestra de desprecio a mis adversarios porque ya cumplí la misión que me impuse.
Que Dios, al que voy con dignidad, proteja a los de buen corazón y a los más humildes.
Alan García. elpais.com