“La obesidad es una enfermedad y, como tal, es fundamental investigarla”. Este es uno de los principales lemas que los expertos quieren transmitir a la población. De hecho, algunos de ellos han aunado sus voces para que el mensaje llegue con más fuerza, no solo a personas que padecen esta patología, sino a toda la sociedad, en un encuentro organizado para visibilizar el Día de la Obesidad en España. El evento ha sido organizado por la Sociedad Española de Obesidad (SEEDO) y la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN).
“Esta enfermedad se ha convertido en una nueva pandemia”, afirma Gema Medina-Gómez, coordinadora del Grupo de Trabajo de Investigación Traslacional en Obesidad de la SEEDO. En concreto, se calcula que alrededor de un 20% de las personas en España convive con esta afección. Por eso, la especialista recalca que la investigación ocupa un papel clave “en el conocimiento de la obesidad como enfermedad para poder llegar a un diagnóstico precoz, para evitar otras enfermedades asociadas como la diabetes y para desarrollar futuros tratamientos”.
Un punto de vista desde el que se posiciona también Irene Bretón, presidenta de la Fundación de la SEEN (FSEEN) y miembro del Comité Gestor del Área de Obesidad de esta sociedad científica. La especialista lanza la siguiente pregunta: “Si no es extraño que se investigue sobre el cáncer, ¿por qué no sobre la obesidad? Es necesario que se aborden las causas, tratamientos y medidas preventivas, todo ello en base a una evidencia científica”.
Por ello, resulta vital que las sociedades científicas sean puntos de encuentro entre los expertos. Como apuntan Medina-Gómez y Bretón, trabajar la comunicación entre la investigación más básica y la clínica permitirá el progreso en el estudio de la obesidad. “Tenemos que mantener una relación muy estrecha para que podamos identificar proyectos y abrir líneas, no solo desde el punto de vista de investigación, sino también desde el estratégico, es decir, saber qué estudiar en el día a día”, detalla la presidenta de la FSEEN, quien, además, hace referencia al concepto de medicina personalizada: “Todas las personas somos diferentes en las respuestas a los tratamientos, por lo que debemos saber qué medidas terapéuticas son las más idóneas para cada paciente”.
Eso sí, los resultados de la investigación básica tardan un tiempo en trasladarse a la práctica clínica habitual. Por eso, según Bretón, “es tan importante organizar acciones como la que celebramos hoy, que acerquen la investigación a la ciudadanía”, más aún cuando, a diferencia de lo que sucede con otras enfermedades, “algunas personas aún siguen considerando que la obesidad se produce únicamente por un estilo de vida inadecuado y que es una responsabilidad exclusiva de la persona que la padece”.
Este desconocimiento de la obesidad como enfermedad, de los múltiples factores que influyen en su desarrollo y en su mantenimiento, “condiciona que aún no se le preste a la investigación en obesidad la importancia que merece”, afirma la especialista.
Tejido pardo, clave para tratar la obesidad
La obesidad no es simplemente un aumento excesivo de peso, es una enfermedad del tejido adiposo, que funciona mal. En este punto, el tejido adiposo marrón o grasa parda ocupa un papel principal en el tratamiento de esta patología, protagonista de una de las líneas de investigación más prometedoras en este ámbito y que es muy poco conocido entre los ciudadanos.
“El tejido adiposo marrón es grasa que quema grasa. De alguna forma, se podría decir que es grasa que adelgaza. Se trata de un tejido que está en nuestro cuerpo infiltrado entre la grasa blanca”, define Ricardo Moure, investigador y divulgador científico. La función principal de la grasa blanca es la de actuar como reserva de energía: “Nosotros comemos y parte de esa ingesta se guarda en este tejido, como si fuera una especie de reserva”.
De esta manera, en el momento en que una persona no tenga con qué alimentarse, el cuerpo recurrirá a esta reserva de energía. ¿Cuál es el problema? En la actualidad esta situación no se da, por lo que la persona acaba engordando con los efectos nocivos que ello conlleva. “La grasa parda hace lo contrario a la blanca. En lugar de almacenar reservas de energías, las quema y genera calor. Es un órgano que sirve para calentarse, algo así como una estufa cuyo combustible es la energía que almacenamos en la grasa blanca”, explica Moure.
“No cabe duda que activar la grasa parda daría lugar a una prevención en el aumento de peso, e incluso permitiría disminuir el peso de una persona con obesidad”, subraya Francesc Villarroya, catedrático de bioquímica y biología molecular de la Universidad de Barcelona.
Por eso, se está tratando de encontrar cómo incrementar la actividad del tejido adiposo marrón. Hasta el momento, todos los intentos de hacerlo con fármacos han tenido el problema de que, si bien es factible activar la grasa parda, se generan bastantes efectos secundarios indeseables a nivel cardiaco (no se han encontrado activadores de la grasa parda específicos que eviten estimular artificialmente también el corazón). “Superar esta limitación actual es una activa línea de investigación en ese ámbito”, apunta el especialista.
En la práctica cotidiana, hay dos formas que pueden ayudar a incentivar la actividad de la grasa parda:
- Realizar ejercicio físico.
- Cuidar el entorno térmico como factor de riesgo. Las temperaturas altas bloquean la actividad de la grasa parda, por lo que se recomienda aumentar la actividad al aire libre y moderar las temperaturas ambientales interiores. “Las altas calefacciones y la falta de actividad al aire libre se consideran cada vez más parte del ‘ambiente obesogénico’ de nuestra sociedad”, admite Villarroya.
Combatir la obesidad desde la infancia
La obesidad no empieza en la edad adulta, sino mucho antes. “A día de hoy sabemos que los malos hábitos pueden explicar la obesidad, pero gracias a la investigación hemos descubierto que el periodo de embarazo y los primeros años de vida exponen al niño a que tenga más riesgo de padecerla”, destaca Gilberto Pérez, miembro del Área de Obesidad de la SEEN, quien insiste en que el problema es mucho más complejo, debido a que a pesar de que haya menores que cumplan unos estilos de vida saludables, son obesos debido a otros factores.
El especialista informa de que, en España, un 40% de niños de edad escolar y preescolar presenta exceso de peso, porcentaje que se reduce al 30% en el caso de los adolescentes. En este punto, Pérez remarca que la investigación ha arrojado que entre el 20 y 30% de los casos de obesidad se debe a variantes genéticas. Por esta razón, pide no estigmatizar ni a los menores ni a sus familias, pues “la inmensa mayoría de ellas solo quiere lo mejor para sus hijos”. Asimismo, el miembro de la SEEN hace referencia a la obligación de realizar diagnósticos concretos en los que no solo “se mande dieta y ejercicio”, pues es necesario invertir, por ejemplo, en medidas preventivas que sean eficaces. “Como un efecto dominó, si trabajamos la obesidad desde niños, habrá menos adultos obesos”, afirma Pérez.
Acerca de cómo lidia España con esta enfermedad en el momento actual, a pesar de que es un país referente en su investigación, los expertos coinciden en que es necesario apostar más por la financiación para poder seguir trabajando en las diferentes líneas abiertas. “El esfuerzo de esos investigadores es máximo con la poca financiación que se destina a investigación en este país”, lamenta Medina-Gómez.