Bartolo García
Puerto Príncipe. – La situación humanitaria en Haití se agrava día tras día. El aumento sostenido de los precios de los alimentos y la expansión de la violencia de las pandillas están empujando a miles de familias al límite, dejando a cientos de miles de niños en condiciones de vulnerabilidad extrema.
Organismos internacionales advierten que la crisis en el país caribeño ha entrado en una fase crítica, con efectos devastadores sobre la educación, la seguridad alimentaria y el acceso a servicios básicos como el agua y la salud.
“Me gustaría poder ir a la escuela. Me gustaría poder aprender algo”, dice con voz tímida Henrique, un niño haitiano entrevistado por Mercy Corps, una organización sin fines de lucro que distribuye kits de higiene en los campamentos improvisados de Turgeau, en la capital.
Henrique dejó de asistir a clases en noviembre del año pasado. Su madre, desempleada y sin ingresos estables, no pudo seguir pagando la matrícula ni los útiles escolares. “Las cosas no están bien aquí”, agregó el niño, mientras sostenía un cuaderno viejo entre sus manos.
Casos como el de Henrique se repiten por miles. Según datos del Programa Mundial de Alimentos (PMA), más de 5 millones de personas en Haití enfrentan inseguridad alimentaria severa, y cerca de 2 millones de niños corren riesgo de desnutrición aguda si la situación continúa deteriorándose.
Las pandillas, que controlan buena parte de Puerto Príncipe y sus alrededores, han desplazado a más de 300 mil personas, obligándolas a vivir en refugios temporales donde las condiciones de higiene y seguridad son precarias.
“No solo se trata de hambre. Se trata de miedo”, explicó un portavoz de Mercy Corps. “Las familias viven encerradas, sin poder trabajar ni enviar a los niños a la escuela. Muchos viven de lo que pueden conseguir día a día”.
El colapso del sistema económico y la inseguridad han provocado también una crisis educativa sin precedentes: más del 50% de las escuelas del país han cerrado parcial o totalmente, y miles de maestros han abandonado sus puestos por falta de pago o amenazas.
En los mercados, los precios de productos básicos como el arroz, el maíz y el aceite se han triplicado en el último año. “Antes podía alimentar a mis hijos dos veces al día; ahora, a veces solo una”, cuenta una madre desplazada en Carrefour.
La violencia de las pandillas ha paralizado el transporte y bloqueado las principales rutas de abastecimiento, agravando aún más la escasez. Los secuestros y enfrentamientos entre bandas armadas son parte del día a día en la capital haitiana.
Según UNICEF, cerca de 600 mil niños no asisten a la escuela y viven en zonas controladas por grupos armados. “Cada día que pasa, más niños pierden no solo su educación, sino también su infancia”, advirtió el organismo.
Las agencias humanitarias reclaman más apoyo internacional y alertan que, sin una intervención coordinada, Haití podría enfrentar en los próximos meses una crisis humanitaria a gran escala.
Mientras tanto, Henrique sigue soñando con volver a las aulas. “Quiero aprender a leer bien y ser maestro algún día”, dice con una sonrisa frágil. “Solo quiero que todo esto termine para poder vivir tranquilo”.
Con información de nytimes.com y elpais.com
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