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Por JUAN T H 

Altice

Un solo gobierno por el cambio, por la transformación, por la modernización, por la seguridad ciudadana, por la gobernabilidad y por la paz social. 

El presidente Luís Abinader, en su recorrido por los principales municipios del país respaldando a los candidatos de su partido, Revolucionario Moderno, lanzó la consigna de “un solo gobierno”. 

El expresidente Danilo Medina, aseguraba que necesitaba controlar el Congreso, pedía que los ciudadanos votaran por los candidatos del Partido de la Liberación Dominicana. “¡Yo quiero mi Congreso!”, gritaba a los cuatro vientos. Así lo reseñaban los medios de comunicación. El PLD, desde los tiempos en que Leonel Fernández era jefe absoluto de esa organización, se convirtió en una corporación económica. La política no era más que un instrumento, una manera de acumular dinero a través del Estado, que se convirtió en una piñata que se repartían los dirigentes.  

El PLD desarticuló al Partido Reformista y al Partido Revolucionario Dominicano, corrompiendo a sus principales dirigentes, utilizando para ello a figuras relevantes como Carlos Morales Troncoso y Miguel Vargas Maldonado, entre otros. Fue así como esas otras fuerzas políticas se convirtieron en parte del esquema hegemónico empresarial, para acumular fortunas, de los líderes del PLD. 

¡El partido único fue una realidad durante casi 20 años! El PLD lo corrompió todo. No quedó un solo estamento social, cultural, profesional, militar, económico, empresarial y político, que no cayera ante el dominio de las decisiones del Comité Político, el verdadero poder. Lo económico se tragó lo político. Para protegerse judicialmente, para que no pudieran ser tocados, crearon un Sistema Judicial que garantizara su impunidad. Se fueron del poder, echados a patadas por el pueblo, pero se protegieron jurídicamente, a tal punto, que no ha sido posible someterlos a la justicia y condenarlos, sobre todo a los principales jefes, Leonel Fernández y Danilo Medina. ¡Los intocables! 

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El Partido Revolucionario Moderno, con Luís Abinader a la cabeza, no puede, en ninguna circunstancia, repetir la historia del PLD; no puede convertirse en una corporación económica, en una empresa para el saqueo y el robo de los bienes del pueblo. Sería abominable, aberrante, para decirlo de algún modo. 

La política tiene que ser la guía, el norte, no lo económico. El presidente Abinader no puede dejar pasar las “inconductas” de sus funcionarios, no puede tolerar la impunidad. Este país precisa de un cambio verdadero, este país, como dijera alguna vez Rafael -Fafa- Taveras, debe ser refundado, pero sobre los principios de Juan Pablo Duarte. 

Un solo gobierno en los municipios, en la cámara de diputados, en el senado, en el Ejecutivo, incluso en la justicia, pero no para el robo, el saqueo y la impunidad, un solo gobierno para cumplir y hacer cumplir las leyes en toda la sociedad, sin injusticias ni privilegios, un solo gobierno para el trabajo, la honestidad, la transparencia y las buenas prácticas políticas.  

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Es difícil en un país que hizo de la corrupción un mal endémico, que legaliza y legitima las inconductas. ¡Pero se puede! ¡Claro que se puede! Otros países lo han logrado, con voluntad política. El PLD creó un Estado salvaje. El país no puede volver al pasado. Tiene razón el presidente Abinader cuando invita al pueblo a no mirar hacia atrás, a desterrar para siempre la corrupción que impide el crecimiento y desarrollo de los pueblos. 

¡El PRM no puede ser una réplica del PLD! El nuevo mandato que el presidente Luís Abinader encabezará a partir de agosto, tiene que continuar marcando la diferencia entre el pasado oneroso de los gobiernos del PLD, y el presente luminoso del PRM convirtiendo las palabras en hechos. 

Un solo gobierno en los municipios, el Congresual, el Ejecutivo y la Justicia, para el cambio real, para la transformación, el crecimiento y el desarrollo, con nuevos valores éticos y morales, estableciendo un riguroso régimen de consecuencias en todos los aspectos de la vida social. ¡Caiga quien caiga! 

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