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Durante varias décadas, el entorno natural de la nación caribeña ha estado bajo una fuerte presión. Los últimos datos de Naciones Unidas sostienen que cada uno de los 11 millones de haitianos genera 0,6 kilogramos de residuos no reciclables al día, más de 6.000 toneladas. La crítica situación de la contaminación se ve agravada asimismo por los efectos devastadores del cambio climático y la ausencia total de políticas en pos del desarrollo sostenible

Altice

Por Sandrine Exil

“El plástico es omnipresente en Haití. Y al igual que en muchos otros ámbitos, el Estado no regula su uso. Una situación que representa una gran amenaza para nuestro medio ambiente”, dice Duckencia Fleurival de Bourdierd, directora de la empresa de reciclaje Haïplast Recycling S.A.

Esta mujer pone habitualmente de relieve uno de los grandes males de la nación caribeña, a menudo opacado por la violencia, los problemas de seguridad o la ausencia de poderes estatales que regulen sobre ello.

En las calles, a veces es difícil distinguir el asfalto de una planta de residuos. Una gran variedad de desechos aparece en canales de riego, terrenos abandonados, quebradas así como en las costas del mar. En casi todos los lugares, un denominador común: los plásticos de un solo uso.

Haití, el país más emprobrecido del continente americano, también enfrenta desafíos significativos en términos de gestión de residuos y reciclaje. Un sistema incipiente y sin apoyo logístico por parte de las autoridades competentes.

La falta de infraestructura adecuada, la escasez de recursos y la pobreza generalizada son algunos de los obstáculos para implementar un sistema de reciclaje funcional. Entre otras cosas, muchas áreas del país carecen de instalaciones de recolección de residuos, lo que dificulta la separación y el procesamiento adecuado de los materiales reciclables.

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Residuos de plástico flotan en un canal de aguas residuales en la capital de Haití, Puerto Príncipe, el 23 de abril de 2019. © CHANDAN KHANNA / AFP

La basura es parte del paisaje

Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, la producción de residuos sólidos en Haití es de 0,6 kilogramos por persona al día. En una población de 11 millones de personas, equivale a 6.600 toneladas de residuos generados diariamente en todo el territorio nacional, a su vez es comparable con 36 aviones Boeing 747 (de 183.500 kg cada uno). En paralelo, la tasa de recolección de estos residuos es tan solo de un 12%, según las estimaciones del Banco Mundial.

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Aproximadamente 5.808 toneladas de residuos se acumulan diariamente en Haití, especialmente en las grandes aglomeraciones, sin ser recogidos, almacenados, valorizados o destruidos por los municipios, empresas privadas u organizaciones de la sociedad civil

Patrick St-Pré, jefe de redacción de la emisión de radio Haïti Climat

Por otra parte, el consumo generalizado de productos envasados en plástico, la falta de control de insumos importados, de educación ambiental y la ausencia de programas de reciclaje eficientes son factores que contribuyen al aumento de la contaminación por plásticos, que ya forman parte del paisaje habitual en ecosistemas urbanos y rurales haitianos.

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Basura y escombros cubren la costa de Cabo-Haitiano, Haití, 10 de marzo de 2022. Negociadores de todo el mundo se reúnen en la sede de la UNESCO en París el lunes 29 de mayo de 2023, para una segunda ronda de negociaciones con vistas a un tratado mundial sobre la lucha contra la contaminación por plásticos en 2024. © AP Photo/Odelyn Joseph, Archivo

“La gestión de residuos sólidos está mal estructurada. Hay deficiencias que son políticas, institucionales, geográficas y económicas. Las dificultades de recolección resultan, por un lado, de la complejidad de las responsabilidades organizacionales y financieras y, por otro, de los problemas de coordinación entre estos actores”, exhorta el periodista Saint-Pré.

Importaciones, estrategias de marketing y ausencia gubernamental

En un país altamente dependiente de las importaciones, donde más del 70% de los productos de la canasta básica vienen de fuera, las multinacionales suelen promover el consumo masivo de productos desechables en sus estrategias de marketing.

Esto incluye envases de plástico, bolsas, envoltorios, y otros materiales no biodegradables. “La fácil accesibilidad y el bajo costo de estos productos hacen que sean atractivos para los consumidores haitianos generando una mayor cantidad de residuos que no siempre se gestionan adecuadamente”, afirma el periodista ambiental local Valery Daudier.

A menudo, las multinacionales operan en países en desarrollo, donde la legislación y las regulaciones ambientales son débiles o inexistentes: “Esto les permite producir y distribuir productos sin tomar en cuenta las consecuencias ambientales de sus empaques y procesos de fabricación. La falta de responsabilidad y control contribuye a la acumulación de basura en el país”, el periodista de Haïti Climat.

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Además, agrega que alrededor de un 35% de los desechos plásticos son en específico botellas de refrescos o jugos. Unos datos alarmantes y que las empresas no combaten por la falta de incentivos por parte del Gobierno, también con la falta de políticas de desarrollo sostenible y ecológico.

Alternativas sostenibles en medio de un desafío mayúsculo

A pesar de la desidia institucional, en la nación caribeña han surgido iniciativas locales y organizaciones no gubernamentales que trabajan para promover el reciclaje, basadas en la creación de empleo a través de la recolección y el procesamiento de materiales reciclables.

También, algunas comunidades y grupos locales han establecido esquemas de reciclaje a pequeña escala, donde recolectan y clasifican manualmente los residuos reciclables como plásticos, papel y cartón para su posterior venta a intermediarios o empresas dedicadas a estos findes.

Es el caso Haïplast Recycling S.A., que contrata a mujeres para ser parte de la compra-venta de plásticos: “La ventaja del reciclaje es que cualquier persona puede unirse a él, sin condiciones. Vienen de todas partes. De todas las edades, son mujeres que son madres solteras o mujeres que se ocupan de sus familias. A veces también se agrupan en asociaciones” dice la gerente de la corporación.

En la misma línea actúa la empresa Dorival Recyclage, dirigida por Belizaire Morgan Jessy. Allí hacen talleres de pedagogía con jóvenes y jornadas de recolección de plástico para transformarlos en obras de arte. Sillas, esculturas, canecas o bolsos son algunas de las piezas finales hechas de plásticos reciclables.

Antes, compran el plástico en barrios de escasos recursos y les dan una segunda vida a esos residuos desechables. “La problemática es la falta de educación ambiental. La gente tira basura a la calle, intentamos educar por medio de diferentes iniciativas, y ayudar a esos jóvenes que han perdido la esperanza”, afirma Belizaire.

En Haití, conviven 11 millones de personas con montañas de basura que provienen del consumo y la supervivencia en un territorio en crisis desde hace más de tres décadas. De un presente continuo de desorganización y disfunción de las instituciones. En un país sin presidente, con una institucionalidad casi imperceptible y donde la violencia muchas veces marca el tempo de la vida, reciclar es casi un acto de rebeldía.

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