El británico fue durante más de una década el hombre más poderoso del mundo de las carreras y uno de los más polémicos
Por ORIOL PUIGDEMONT
Elpais.com
Max Mosley, una de las figuras más influyentes de la historia de las carreras de coches, sobre todo de las del Mundial de Fórmula 1, falleció este lunes a los 81 años de edad. En la trayectoria del británico convergieron grandes logros en pos de la seguridad y de la gestión del campeonato más popular, sobre todo en su primera etapa profesional, con episodios de su vida privada mucho más polémicos, y a los que hizo frente en los tribunales. Nacido en 1940, hijo menor de Sir Oswald Mosley, líder del partido Unión Británica de Fascistas, y de Lady Diana Mosley, Max cursó estudios de derecho antes de meterse de lleno en el mundo de la competición, primero como piloto amateur y después como empresario, al fundar March Engineering (1969), una escudería que pronto se convertiría en una referencia en los grandes premios. De las tres victorias que figuran en el palmarés de la estructura destaca, sobre todo, la que Jackie Stewart se adjudicó en el circuito del Jarama, en 1970.
Su figura como ejecutivo le permitió departir con la Asociación de Constructores de Fórmula Uno (FOCA), que le tuvo muy en cuenta en el redactado de la primera versión del famoso Pacto de la Concordia, la carta magna que durante décadas reguló y repartió los beneficios del campeonato entre sus participantes, y que recientemente fue actualizada. En 1991, Mosley fue elegido presidente de la Fédération International du Sport Automovile (FISA), el comité de la Federación Internacional del Automóvil (FIA) que se encargaba de la organización de los eventos, antes de ser elegido presidente de la FIA, en 1993. A lo largo de los 16 años que estuvo en el cargo, el papel del británico fue capital en el desarrollo de los aspectos relacionados con la seguridad, tanto de los coches de serie –tuvo una gran influencia en la creación de la certificación Euro NCAP– como también de los bólidos de F1, especialmente después de aquel traumático Gran Premio de San Marino de 1994 en el que fallecieron Ayrton Senna y Roland Ratzemberger.
A pesar de ser reelegido en tres ocasiones (1997, 2001 y 2005), el mandato de Mosley estuvo también salpicado por distintos episodios no exentos de controversia. A nivel deportivo hay dos de ellos que sobresalen del resto: su voz para que el Gran Premio de EEUU de 2005 se llevara a cabo a pesar de la retirada de todos los coches equipados con compuestos Michelin después de que las gomas de la marca francesa comenzaran a reventar en Indianápolis –la prueba se celebró con solo seis participantes–, y su dureza en la condena a McLaren por el conocido caso de espionaje, en 2007. Al año siguiente, la información alrededor de Mosley pasó de concentrarse en las publicaciones especializadas a los tabloides, a raíz de las revelaciones sobre sus actividades sexuales que aireó News of the World. A pesar de ganar el juicio y de recibir el apoyo de la FIA, el abogado optó por no presentarse a la reelección como presidente en 2009.
Se da la circunstancia de que Mosley es el protagonista del documental sobre su vida, titulado ‘Mosley: es complicado’, que verá la luz este verano, que repasa su trayectoria en toda la dimensión del personaje y que seguramente no dejará a nadie indiferente.