El concepto de situación traumática varía de unas culturas a otras. Al sufrir una experiencia de este tipo, la mente y el cuerpo pueden reaccionar de distintas formas. No obstante, existen ciertas pautas para afrontarlo y vivir una vida plena.
Las personas podemos vernos expuestas a múltiples experiencias traumáticas a lo largo de nuestra vida: algunas pueden ser naturales (como la erupción del volcán de la Palma o el fallecimiento de un abuelo) y otras producidas como consecuencia directa o indirecta del ser humano (como una agresión o un accidente de tráfico).
Se observa que no en todas las culturas se considera experiencia traumática la misma vivencia, de la misma manera que la identificación de un evento como traumático difiere de unas personas a otras dentro de una misma cultura. Por lo tanto, no es simple definir qué es trauma para cada individuo, pero podemos hablar de síntomas comunes que se pueden experimentar tras sufrir esta experiencia, y debemos entender además que esta sintomatología tiene la función de protegernos ante esos peligros percibidos.
De ahí que sea normal estar en un estado de alerta y nerviosismo tras vivir una experiencia traumática, dado que nuestra mente habitualmente intenta digerir y clasificar los recuerdos de lo que vamos viviendo cada día.
Relación mente y cuerpo
¿Cómo trabaja entonces nuestra mente y cuerpo tras un evento traumático?
Cuando vivimos una de estas situaciones tan fuera de lo cotidiano, normalmente requiere un tiempo y procesamiento diferente, por lo que al principio es esperable que nos cueste concentrarnos, que tengamos recuerdos desordenados o borrosos, etc.
Al mismo tiempo, volver a recordar o conectar con algún estímulo relacionado con ese evento nos conecta también con las emociones asociadas al mismo y en consecuencia con el sufrimiento que conlleva. Es por esto, por lo que ante el dolor evitamos recordar o experimentar esas sensaciones.
En muchos casos evitaremos lugares, recuerdos o personas que en esos primeros momentos suponen un nivel de sufrimiento que creemos que no podremos soportar de nuevo. De alguna manera nuestro cuerpo y mente intentan protegernos de un nuevo peligro relacionado y también alejarnos de todo eso para poder recuperarnos y continuar con nuestra vida.
Afortunadamente, la mayoría de las personas que sufren un suceso traumático no desarrollan a largo plazo un trastorno mental. En muchos casos, de manera gradual la persona se va enfrentando a lo ocurrido y va elaborando un recuerdo en su memoria que le permite continuar con su vida de manera adaptativa y resiliente. Como si el impacto de lo ocurrido volviera a recomponerse y volver a un estado inicial.
En otros casos podemos hablar incluso de crecimiento postraumático, cuando la persona experimenta un cambio positivo en su vida. Es decir, su sistema de valores y su forma de vida pueden dar un cambio que haga que la persona se focalice de otra manera que le genere mayor bienestar.
Sin embargo, si pasado un tiempo la persona no consigue manejar el impacto del trauma, y por el contrario se van instalando otras condiciones que a la larga empeoraran nuestro estado general (dejar de relacionarnos con los demás, abandonar actividades y lugares importantes, etc.), puede que sea la antesala de un problema ya instaurado.
Pautas para superar el trauma
Por lo tanto, ¿qué pautas que nos ayudaran a digerir lo ocurrido?
Afrontamiento activo: de manera gradual es importante empezar a afrontar o reconectar con aquellos estímulos que puedan recordarte al suceso (lugares, actividades…). Es importante hacerlo cuando la persona se sienta preparada. Para ello puede ser recomendable enfrentarse con alguna ayuda como por ejemplo ir acompañado y/o practicar algún ejercicio de respiración que te ayude a enfrentarte con menos malestar.
Manejo de las emociones: Identifica lo que sientes y date permiso para hacerlo. Es importante que poco a poco podamos aceptar lo ocurrido y empezar a reevaluarlo desde una perspectiva adaptativa.
Búsqueda de apoyos: poder encontrarnos cerca de otros, ya sean amigos o familiares, con los que compartir en la medida y la manera en la que nos sintamos más cómodos es fundamental para un buen afrontamiento. Del mismo modo, es recomendable alejarnos de las personas que juzgan o no empatizan con uno mismo.
Autocuidado: es fundamental cuidar de uno mismo para poder afrontar lo ocurrido. Para ello debemos tener en cuenta mantener unas rutinas de sueño y alimentación saludables. Así como mantenernos activos con actividades con las que habitualmente disfrutamos.
Mirada hacia el futuro: tras un suceso traumático en ocasiones resulta difícil mirar más allá, pero es importante tanto en el presente como en las consecuencias futuras. Para ello, debemos focalizar en aquellos aspectos positivos que se dan en la actualidad, así como aquellos proyectos de futuro que nos ilusionan o nos gustaría alcanzar.
Sin embargo, en algunos casos este proceso es difícil de manejar y es conveniente buscar ayuda profesional para ir elaborando y recolocando en nuestra mente lo ocurrido para así poder continuar en nuestra vida de una forma saludable y con bienestar.
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