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Te lo han recomendado muchas veces, lo has leído e incluso alguna vez has dudado: ¿tengo que apagar el router? ¿Dormir cerca del router puede provocarme cáncer? El WiFi es malo para la salud. Podríamos acabar estas preguntas aquí con un simple “no” pero la respuesta es mucho más compleja y conviene saber qué pasa, cuáles son los mitos más comunes pero, sobre todo, cómo funciona el WiFi o cómo es esa radiación que quita el sueño a muchos.

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¿Es malo el WiFi para la salud?

¿Quién dice que es peligroso el WiFi? ¿Cuáles son los mitos más habituales que escuchamos sobre las redes inalámbricas o cuáles son los casos más llamativos que hemos conocido sobre alergias, hipersensibilidad?

Mitos más comunes

Seguro que los has escuchado muchas veces. El WiFi es malo, hay que apagar el router por la noche y sufrimos radiaciones continuas por parte de las redes inalámbricas. Ondas que también están en el mando de tu televisor cuando vas a poner un concurso, en la radio del coche al escuchar informativos o en el microondas en el que calientas la leche por las mañanas. Lo explicaremos en los próximos párrafos pero algunos de los mitos más comunes sobre la peligrosidad del WiFi es que “emite radiación”.

Leemos continuamente que los móviles provocan cáncer y también el WiFi si estamos expuesto a nuestro router. Especialmente si eres un niño, si estás embarazada. E incluso hay personas que dicen sufrir alergias al WiFi o que sufren dolores de cabeza o ansiedad por culpa de la conexión al router.

Casos reales y campañas

Que el WiFi es malo no es simplemente una creencia popular de redes sociales que podemos ignorar sino que hay muchas medidas que lo eliminan de nuestro día a día. En el año 2019 se lanzó la campaña “Escuela sin WiFi” que prometía “garantizar que el alumnado de centros educativos tuviese acceso a Internet de forma segura y saludable”. Es decir, consideraban que la conexión inalámbrica era un peligro para la salud de los alumnos. ¿Lo era? No, como veremos en los próximos párrafos. Pero en el CEIP Beatriz Galindo de Salamanca consideraban que sí. Para justificar la decisión, además, la institución aseguraba que no solo se trataba de cómo la contaminación electromagnética podía afectar al alumnado y profesorado, sino que por cable la conexión era más rápida y sin cortes aunque implicase aumentar el coste.

Además, algunas organizaciones han declarado incluso el día mundial sin WiFi alegando “el desconocido impacto que el uso prolongado de este sistema tiene sobre los seres vivos y, en especial, sobre bebés y sobre niños y adolescentes”. Según ellos, un “riesgo silencioso que impacta en el sistema nervioso y central”.

Otro de los casos más habituales es el de la alergia al WiFi o electrosensibilidad que incluso ha sido llevada a la justicia: en el año 2017 una funcionaria de la Generalitat de Catalunya solicitó pensión de incapacidad permanente por la supuesta alergia. Una enfermedad o dolencias que ya fue desmontada por el Comité Científico Asesor en Radiofrecuencias y Salud en el año 2016.

Lo mismo ocurría con la publicación o respuesta de la OMS, que habla de esta supuesta enfermedad como “variedad de síntomas inespecíficos que los individuos atribuyen a la exposición” pero la Organización Mundial de la Salud concluía que no hay criterios de diagnóstico claro ni hay base científica para relacionar síntomas con la exposición.

Cómo funciona el WiFi

El WiFi o las tecnologías 5G no son peores que señales que usamos a diario y no prestamos atención como la TDT o incluso la señal de la radio del coche. Podemos imaginar el WiFi como un campo de energía, como ondas que viajan desde tu router hasta el resto de dispositivos y que atraviesan paredes. Igual que la luz (aunque esta sin atravesar pareces) o igual que otras ondas.

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Lo explica de forma sencilla a Maldita Ciencia el físico Alberto Nájera, profesor de la Universidad de Castilla-La Mancha y vocal del CCARS (Comité Científico Asesor en radiofrecuencias y Salud”. ¿Qué diferencia las ondas del WiFi de las del móvil o las del mando a distancia? Son ondas ionizantes, como explicaremos en próximos párrafos, pero lo que la diferencia de otra radiación es también la intensidad. Y Nájera lo explica de forma sencilla al medio citado: “Podemos pensar en la radiación como un flujo de pelotitas, dependiendo de su energía serán más o menos gordas. Las pelotitas de menor tamaño nunca podrán romper un muro de hormigón (radiación no ionizante), en cambio las más gordas sí serán capaces de romperlo (radiación ionizante). Por muchas pelotitas pequeñas que lance contra el muro, no seré capaz de tumbarlo. Es el caso de radiaciones WiFi y de móvil. Solo podrá causar un efecto térmico a partir de cierta intensidad”.

WiFi y salud

La Organización Mundial de la Salud explicaba en una publicación del año 2014 lo siguiente: “En varios estudios se han investigado los efectos de los campos de radiofrecuencia en la actividad eléctrica cerebral, la función cognitiva, el sueño, el ritmo cardíaco y la presión arterial en voluntarios. Hasta la fecha, esos estudios parecen indicar que no hay pruebas fehacientes de que la exposición a campos de radiofrecuencia de nivel inferior a los que provocan el calentamiento de los tejidos tenga efectos perjudiciales para la salud”.

¿Tienen los teléfonos móviles efectos en la salud? A corto plazo, se recoge que no se ha podido probar una relación causal entre los campos electromagnéticos y el llamado síndrome o fenómeno de hipersensibilidad electromagnética. Sin embargo, la polémica con la OMS llega cuando en el año 2011 se habla de las radiaciones electromagnéticas como grupo 2B en cuanto a cancerígenos, ¿da cáncer el WiFi? No, aquí la Organización Mundial de la Salud se refiere al uso prolongado de teléfonos móviles y no al uso de WiFi.

Las ondas del WiFi son ondas de radio, como las del mando a distancia o las bombillas o el microondas. Son ondas no ionizantes. Se generaliza al hablar de radiación pero, ¿debemos asociar toda radiación o algo malo o peligroso? No. Resumiendo, la radiación que se puede considerar peligrosa es aquella que es capaz de llevar a cabo el proceso de ionización o, lo que es lo mismo, un fenómeno en el que se extraen los electrones de los átomos circundantes.

¿Y debemos estar siempre atentos para no recibir estas radiaciones ionizantes? Los seres humanos (y seres vivos en general) estamos siempre expuestos a niveles de radiación ionizante: del sol, por ejemplo. Pero niveles bajos de la misma además de otras fuentes como puede ser la energía nuclear, por ejemplo. ¿Y el WiFi? No, no se considera una radiación ionizante como tampoco las ondas del microondas, las de los teléfonos, las de las torres de radio, las de las líneas eléctricas. Tanto es así que una persona puede generar mucha más radiación que una red WiFi. Es decir, acercarte a alguien podría ser una fuente de “radiación” mayor que la conexión inalámbrica. Podemos entenderlo mejor con una simple imagen:

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¿Y puede provocar enfermedades el WiFi? ¿Apagas el router por la noche? También las bombillas que utilizamos en casa emiten radiaciones no ionizantes. El microondas, la radio. De hecho, las radiaciones de las bombillas o la luz son más de 50.000 veces más energética que la conexión inalámbrica. ¿Significa esto que las bombillas pueden hacernos daño? No, tampoco. Lo explica la Health Protectioin Agency o HPA (organismo de salud de Reino Unido) asegurando que una persona puede pasar un año en un punto de acceso WiFi y las ondas de radio recibidas durante esos doce meses serían similares a una llamada con una duración de unos veinte minutos desde el teléfono móvil. La Organización Mundial de la Salud clasifica los campos electromagnéticos de radiofrecuencia como agentes carcinógenos de categoría 2B o, lo que es lo mismo, con muy bajo riesgo.

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Son muchos los estudios que respaldan la idea de la poca peligrosidad o de la falta de evidencia científica a la hora de considerarlo un peligro tanto para adultos como para niños. Muchos países han estudiado los posibles riesgos…

El Departamento de Salud de Canadá explicaba en el año 2010, tal y como recoge un estudio del autor Francisco Vargas Marcos, que la energía de los campos de radiofrecuencia generados por los sistemas wifi es muy baja y no está asociada con ningún problema para la salud. Para llegar a esta conclusión y valorar la exposición a estos equipos se utiliza una magnitud denominada Tasa de Absorción Específica o SAR (siglas de Specific Absortion Rate) expresada en W/ kg que permite describir la cantidad de energía que el cuerpo humano absorbe cuando se expone a emisiones de campos electromagnéticos”.

De hecho, el Gobierno de Canadá cuenta con un apartado sobre los riesgos del WiFi en su página oficial, en el apartado de salud. Las conclusiones para los habitantes son las siguientes: “No existen riesgos para la salud por la exposición a los campos electromagnéticos de radiofrecuencia de los dispositivos Wi-Fi en su hogar, en las escuelas u otras áreas accesibles al público. Estos dispositivos deben cumplir con los estándares para garantizar que no excedan los límites de exposición a los campos electromagnéticos de radiofrecuencia. (…) No es necesario que tome medidas de precaución ya que los niveles de exposición a EMF de radiofrecuencia de Wi-Fi están muy por debajo de los límites de seguridad canadienses. Como con cualquier producto, debe operar los dispositivos Wi-Fi de acuerdo con las instrucciones del fabricante”.

Es posible que hayas visto muchas de estas campañas, declaraciones o afirmaciones sobre los daños que provoca el WiFi y, además, que muchas de ellas vayan acompañadas de bibliografía. Debemos tener en cuenta que cualquier afirmación no se vuelve cierta por ir acompañada de bibliografía o por tener estudios que respalden una idea concreta. Y ocurre exactamente esto: los estudios o la bibliografía acompañada pueden dar por cierta una parte de estas teorías pero ¿todas? ¿Por tener un estudio es fiable?

Lo explicaba el físico y divulgador Alberto Nájera en Twitter. Lo explicábamos también en una noticia de ADSLZone en septiembre de 2021 en la que escribíamos lo siguiente. “La revisión es sistémica, de todos los estudios, tengan o no evidencias. Así, se evita hacer cherry picking como han hecho algunos en el pasado, como Martin Pall, en una revisión sesgada y llena de errores, donde algunos de los autores citados dijeron que el artículo era una barbaridad, por lo que la revisión por pares lo echó por tierra. Por ello, en esta revisión eligieron artículos con metodologías correctas, grupos de control, simple ciego, etc. Con ello, evitaron introducir trabajos de baja calidad. De 1.385 artículos identificados, sólo 23 cumplían los criterios adecuados. En ellos había cientos de adolescentes y niños, e incluso embarazadas o personas que se decían hipersensibles a las radiaciones electromagnéticas”

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