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El presidente electo de Ecuador genera entusiasmo entre los inversores y entre quienes no querían el regreso del correísmo al poder, pero para tener éxito deberá superar desafíos políticos y económicos mayúsculos

Altice

“Este es un día histórico, un día en que todos los ecuatorianos han decidido su futuro, han expresado con su voto la necesidad de cambio y el deseo de mejores días para todos”, dijo Guillermo Lasso el domingo a la noche en Guayaquil, cuando la tendencia del recuento de votos mostraba una victoria irreversible ante Andrés Aráuz.

Lo que se esperaba como una lucha voto a voto que se extendería hasta la madrugada, y que quizás continuaría durante varios días, terminó siendo un triunfo bastante claro: 52% a 47%, un margen que no le dejó al candidato de Rafael Correa más alternativa que reconocer la victoria de su adversario. Tras dos intentos fallidos, el ex banquero llegó a la presidencia de Ecuador.

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Lasso junto a su esposa María de Lourdes Alcivar y el ex alcalde de Guayaquil Jaime Nebot tras ganar la segunda vuelta presidencial, en Guayaquil, Ecuador, el 11 de abril de 2021 (REUTERS/Maria Fernanda Landin)

“La necesidad de cambio” es una demanda evidente de la ciudadanía. Lenín Moreno se va con menos de 10% de popularidad. Su gobierno no convenció a nadie. Es cierto que tuvo la ingrata tarea de adaptar las cuentas públicas a una realidad muy diferente a la del boom petrolero del que gozó Correa, así que difícilmente iba a salir airoso.

Pero también es verdad que Moreno se impuso a Lasso en 2017 como continuador de la Revolución Ciudadana, pero acabó haciendo lo contrario, al punto de enemistarse con su antiguo jefe. Sin apoyo presidencial habrían sido impensables las condenas judiciales por corrupción contra Correa, que le impidieron ser candidato a presidente y regresar al país si no quiere ser arrestado.

Lenín perdió así el apoyo del correísmo, pero sin ganar el del anti correísmo. Así que es lógico que los ecuatorianos quieran un presidente diferente. Por otro lado, la derrota de Aráuz, y el hecho de que en primera vuelta haya obtenido el 32% de los votos, revelan que la mayoría también quiere un cambio respecto del estilo de liderazgo de Correa. Más allá de que está asociada a un período de bonanza económica y reducción de la pobreza, su presidencia tiene la marca indeleble del autoritarismo y la corrupción.

Se ve con nitidez, entonces, qué es lo que no quieren los ecuatorianos. Mucho menos claro está qué es lo que quieren. Y, sobre todo, si el programa de gobierno de Lasso es el cambio que está pidiendo la mayoría. Si se tiene en cuenta que en la primera vuelta obtuvo apenas el 19%, y que entró en la segunda por la ventana, superando por poco más de 30.000 votos al indigenista Yaku Pérez, lo más probable es que no.

A ese escenario hay que sumarle la pandemia, que hace imposible planificar ninguna política a mediano plazo. Ecuador registra oficialmente 17.400 muertes, pero la realidad es que en 2020 fue uno de los países más afectados del planeta por el COVID-19, con un incremento de la mortalidad total cercano al 50% en comparación con el promedio del quinquenio anterior.

Al mismo tiempo, la campaña de vacunación tuvo un comienzo escandaloso, con un ex ministro de Salud —Juan Carlos Zevallos— que renunció y se escapó del país por priorizar a familiares y amigos, y avanza a paso de tortuga. Menos del 2% de los ecuatorianos recibieron una dosis y a este ritmo el regreso a algo parecido a la normalidad parece muy lejano.

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El ex candidato a la presidencia Andrés Arauz habla durante una rueda de prensa en Quito el 11 de abril de 2021 (REUTERS/Santiago Arcos)

Carol Jara, profesora de ciencia política de la Universidad Casa Grande, enumeró en diálogo con Infobae algunos de los grandes retos que enfrentará el gobierno de Lasso. “Entre los más urgentes están los relacionados con el COVID, como la vacunación. Si bien inmediatamente Lasso se ha movilizado para asegurar la adquisición de vacunas, no hay que olvidar que entramos a una lista de espera. Lo siguiente esencial es la reactivación de la economía post pandemia. Hay que reducir el gasto corriente, el cual se incrementó enormemente en el gobierno de Correa y en el de Moreno apenas se redujo: de 2007 a 2020 subió un 214 por ciento. También está el manejo de la deuda externa, cifra que se triplicó en el último mandato. Atraer a la inversión extranjera, rubro que se desplomó con Correa. Y además están la crisis migratoria venezolana y los retos persistentes de Ecuador: escasa productividad, subempleo, corrupción e inseguridad ciudadana”.

Desafíos políticos

Lasso parte de una debilidad de origen. En primera vuelta, lo votaron 1.830.172 personas. En la segunda, 4.652.399. Eso significa que el 60% de los votos con los que ganó la presidencia son prestados. Se los dieron personas para quienes no era la primera opción, pero que lo preferían antes que a Aráuz.

Una simple comparación de las propuestas de campaña de Lasso con las de Yaku Pérez, del Movimiento Pachakutik, o de Xavier Hervas, de Izquierda Democrática, revela que las diferencias son mayores que las coincidencias. Eso significa que muchos de quienes lo eligieron por sobre el postulante de Correa no van a dudar en retirarle el apoyo ante la primera medida que no les guste.

La fragilidad de origen es incluso mayor si se tiene en cuenta que casi 2 millones de personas, el 17,9% de los electores en el ballotage, anularon su sufragio o votaron en blanco porque repudiaban a los dos candidatos.

Tener una base electoral más o menos grande y sólida es crucial para tener un gobierno exitoso. Porque son los seguidores convencidos los que sostienen al presidente cuando los resultados no son los esperados. Los demás van a ser mucho menos pacientes.

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El expresidente de Ecuador Rafael Correa (EFE/ José Méndez/Archivo)

“Lasso no tiene un gran capital político, pero al día de hoy no tiene una seria oposición”, dijo a Infobae Luis Espinosa Goded, profesor de economía de la Universidad San Francisco de Quito (USFQ). “Peor, lo más esperable es que el correísmo se desintegre, porque no queda claro quién es el líder. Porque tiene a Correa pegando gritos desde Bélgica, pero es muy difícil dirigir una facción política desde el exilio. Además, el movimiento indígena que tomó las calles de Ecuador en 2019 esta muy dividido. Igual, es cierto que Lasso obtuvo el 19 por ciento. Me da la sensación de que la estrategia va a ser intentar llegar a acuerdos. ‘No te gusta este proyecto, pero quizás este otro sí’. Creo que va a ir en esa dirección”.

Para ganar, Lasso profundizó entre la primera y la segunda vuelta un giro que comenzó tras la derrota en 2017: de mostrarse como un tecnócrata ultra conservador pasó a presentarse como un hombre sencillo, de orígenes de clase media, que no dejó de lado sus convicciones, pero que es tolerante con las del otro.

Esa apuesta discursiva pagó mucho. Pero tendrá que hacer el esfuerzo de mantenerse por ese camino durante el gobierno si quiere conservar al menos el respeto de quienes no están convencidos de su plan.

Para el cientista político y comunicador César Ulloa, profesor de la Universidad de Las Américas, el “gran mérito de Lasso es haber logrado capitalizar el voto en su contra”. “Pero el mayor reto es sostenerlo”, explicó a Infobae. “En ese sentido, debe cumplir las ofertas de campaña con los sectores que siempre fueron renuentes a su candidatura: el feminismo, la población LGBT, los defensores del medio ambiente y la mayoría de los jóvenes. Con cada uno deberá cumplir al menos una promesa. En el caso contrario, ese electorado pasará rápidamente a la oposición”.

En esa clave hay que leer el anuncio de las últimas horas de que su gabinete, lejos de ser una expresión de las elites ecuatorianas, tratará de mostrar equilibrios entre los géneros, regiones y grupos étnicos que componen el país.

Más difícil de superar va a ser la debilidad parlamentaria. De una Asamblea de 137 bancas —el Parlamento ecuatoriano es unicameral—, CREO, el partido de Lasso, tendrá sólo 12. El correísmo, por ejemplo, sumará 47. Cuesta imaginar una posición más vulnerable para un gobierno que quiere y necesita hacer cambios.

“Lasso tiene varias vías para procurar estabilidad política desde una mirada de gobierno multinivel —continuó Ulloa—. Es decir, buscar y afianzar alianzas por fuera de la Asamblea, que pueden ser las alcaldías y las prefecturas, o lo que se conoce como gobiernos autónomos descentralizados, lo que significa contar con aliados en el territorio. Con respecto a la Asamblea, tendrá que consolidar su alianza con el Partido Social Cristiano, que es de la misma tendencia de derecha; buscar a los independientes y conseguir el respaldo móvil de las bancadas de quienes quedaron tercero y cuarto en las elecciones: la Izquierda Democrática y Pachakutik. Pero desde una agenda consensuada. Para ello, Lasso necesita operadores políticos de alto nivel, con oficio y sensatez”.

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El presidente saliente de Ecuador, Lenín Moreno (EFE/José Jácome/Archivo)

Sólo a través de un complejo tejido de coaliciones políticas podrá llevar adelante sus objetivos parlamentarios. El desafío es mayúsculo y las probabilidades de que su gobierno termine bloqueado son muy grandes.

“El mayor riesgo que enfrentará el presidente electo al no tener mayoría en el Congreso sería no lograr una alianza con los asambleístas de los otros partidos y que su gobierno mantenga la continuidad de los anteriores, un statu quo —dijo Jara—. Hay que considerar que Lasso también tendría que pactar con partidos totalmente opuestos a su ideología y ceder a los cambios más decisivos que pretenda alcanzar. Existen algunas temáticas comunes que le será más fácil negociar a Lasso, en las que encontrará denominadores comunes con el resto, como por ejemplo modificaciones a leyes de comunicación y educación. Otros temas relacionados a generación de empleo, la lucha contra la corrupción, reactivación turística y reducción de impuestos, es probable que gocen de aceptación”.

Lasso se muestra dispuesto a negociar. “Yo ratifico tener mi mano extendida, mis brazos abiertos, mi teléfono abierto para conversar con todos los sectores políticos de Ecuador”, dijo esta semana. Pero no alcanza con palabras. Deberá demostrar mucha capacidad política.

“El correísmo apostará permanentemente al fracaso de Lasso para abrir la posibilidad de retornar al poder, incluso provocando la caída del gobierno, como ya lo intentó en octubre de 2019, de forma violenta”, sostuvo Jaime Costales, profesor del Colegio de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad San Francisco de Quito, consultado por Infobae. “Otro riesgo mayúsculo es que no logre atender eficientemente las enormes demandas sociales de los sectores más pobres, lo cual traería alta conflictividad social. También el llamado a construir un gobierno de unidad nacional, que es necesario y positivo, tiene el inconveniente de que el gabinete puede manifestar expectativas y objetivos que jalen en direcciones muy distintas, entorpeciendo la gestión. Las altas expectativas que provoca el nuevo presidente pueden convertirse en grandes decepciones si no actúa de forma acelerada, eficaz, sabia y valiente. Es decisivo que Lasso asuma no una mera posición de centro, sino una evolutivamente superior, que trascienda las limitaciones tanto del socialismo autoritario como de la economía de mercado fanática”.

Desafíos económicos

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En la imagen, el aspirante presidencial de la primera vuelta electoral por el movimiento político indigenista Pachakutik, Yaku Pérez (EFE/José Jácome/Archivo)

El mercado recibió a Lasso con un gran abrazo. El lunes, tras la confirmación de su triunfo, el riesgo país cayó 345 puntos. Es el barómetro más importante de la confianza de los inversores en la solvencia de un país e, indirectamente, en sus perspectivas de crecimiento.

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Pero cayó a 850 puntos, que sigue siendo un nivel muy alto. En términos prácticos, significa que para tomar deuda en el mercado Ecuador necesita pagar un interés de al menos 8,5%, frente a 2,2% de Colombia o 1,4% de Perú.

Los empresarios pueden ser optimistas con el gobierno de Lasso, pero para invertir van a necesitar medidas concretas que no van a ser fáciles de implementar. La debilidad política suele afectar a la economía tarde o temprano.

Pero Lasso necesita resultados casi inmediatos, porque la producción ecuatoriana está entre las que menos creció a nivel latinoamericano en los últimos años. En 2020 se contrajo 7,8%, más que la mayoría de sus vecinos. Además, el empleo precario es regla. Sólo el 34% de los puestos de trabajo se ajustan al mínimo legal en términos salariales y de jornada horaria.

“Levantar al país de la fuerte contracción económica no será fácil e inclusive el escenario más probable vaticina más de un intento fallido en el proceso —dijo Umpierrez—. Lo positivo se estructura a partir de la imagen internacional de Lasso para aumentar las inversiones extranjeras directas, y la experiencia con la política económica de la administración de Moreno. La historia política y económica reciente le da un buen ejemplo al gobierno electo sobre qué medidas tomar y cuáles no, inclusive si Lasso y su administración simpatizan con éstas desde su adscripción ideológica. Tiene la oportunidad de hacer una gestión conciliadora, inclusive tecnocrática, en cuanto a política económica, para fortalecer la cooperación del sector privado con las instituciones públicas. Pero esta transición debe ser paulatina, en particular si el plan de gobierno de Lasso articula la reducción del tamaño del Estado”.

Que la economía crezca es imperioso, pero Lasso no contará con la herramienta en la que se apoyaron siempre los gobierno ecuatorianos: el petróleo. Al año de asumir, Correa aprovechó un pico de USD 169 el barril en 2008 —cuando un año antes estaba en USD 80—, y disfrutó hasta 2014 de un barril que rondaba los USD 100.

Con Moreno estuvo casi siempre debajo de USD 70, y si bien ahora se está recuperando de la estrepitosa caída del año pasado, cuando perforó el piso de USD 20, apenas supera los USD 60. De modo que Lasso sabe que no contará con ese combustible tan importante para una economía que, al estar dolarizada, necesita como agua las divisas provenientes de las exportaciones.

Lasso apuesta a otra vía para conseguir dólares: la inversión extranjera. El problema es que lleva tiempo conseguirla en números significativos. Pasar de una economía dependiente de un solo recurso a una diversificada es un proceso arduo, de décadas.

“Ecuador ha sido uno de los países de la región que menor inversión extranjera directa ha recibido en los últimos años —dijo Espinosa Goded—. Aquí no ha entrado capital extranjero y hay mucho por hacer. Hay que generar leyes que atraigan la inversión y que permitan que los proyectos productivos se reactiven. Puede haber una gran apuesta por la minería y también hay otras posibilidades. Pero en América Latina estamos muy acostumbrados a los vaivenes, y el crecimiento económico es una telenovela: un día es todo fenomenal y nos casamos, pero al siguiente nos separamos porque está todo mal. Empezar a generar las condiciones para mejorar la economía es algo a largo plazo”.

El anuncio de que presentará un proyecto para bajar impuestos ni bien asuma apunta en esa direcciónPero la eliminación del tributo del 2% que pagan las microempresas por sus ventas, la baja progresiva del que se abona por sacar divisas del país y la reducción del IVA cuatro feriados al año no parecen ser suficientes.

Es entendible que no pueda comprometerse a bajas más ambiciosas. Ecuador se endeudó tanto en los últimos años que debió reestructurar su deuda y pactar un programa con el FMI que, de hecho, le pidió que suba impuestos, como suele hacer. Lasso anticipó que no lo hará, aunque respetará el marco general del acuerdo sellado por Moreno.

En cualquier caso, lo que se pone en evidencia son las descomunales restricciones políticas y económicas con las que deberá operar Lasso. Para tener éxito no sólo requerirá de un plan muy bien calibrado y excelentemente ejecutado. También necesitará suerte. Y es posible que ni siquiera alcance con todo eso junto.

“Es imprescindible que concrete un plan económico sostenido en una eficaz renegociación de la deuda externa: condonación de buena parte de ella, extensión de plazos y reducción drástica de intereses, para liberar grandes recursos para una inversión social inteligente, una vacunación exitosa y la creación masiva de emprendimientos y empleos”, dijo Costales. “Debe evitar los clásicos y explosivos programas de ajuste que provocan estallidos sociales y dan espacio al resurgimiento de populismos y extremismos. Tiene que asumir un liderazgo de peso internacional para convencer a los acreedores de que, ante el destrozo causado por la pandemia, los términos de la deuda tienen que volverse extremadamente blandos. Lasso se está poniendo sobre los hombros una tarea enorme, en momentos muy críticos. Su actuación dirá si logra convertirse en un líder trascendente, o sólo ser un dirigente más. Anhelo que ocurra lo primero”.

Por Darío Mizrahi
17 de Abril de 2021
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