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Por JUAN T H

Altice

Prefiero estar confinado mi casa, con mi familia, que estar muerto, tendido en un ataúd, donde jamás podré ver ni abrazar a mis amigos, a mis hijos que tanto amo, a mis nietos que estoy viendo crecer. Siempre será mejor la vida que la muerte, siempre mejor la alegría que la tristeza, ver que estar ciego, besar a la mujer amada, abrazarla y dormir a su lado sintiendo el calor de su cuerpo.

Puedo esperar que pase el peligro, usar mascarillas, tomar medicamentos, suplementos para fortalecer mi sistema inmunológico, vacunarme contra la enfermedad cuando llegue al país. Acepto el confinamiento respetando las medidas sanitarias anunciadas por las autoridades. Mantendré el distanciamiento social, sexual, si es necesario transfiriendo el deseo para la próxima semana o el próximo mes. Nadie se muere por la abstinencia temporal. No fumo, apenas tomo uno a dos tragos de vez en cuando junto con los amigos. Ningún vicio me ata. Ninguna religión, nada.

No es difícil mantenerse en la casa y salir solo para lo absolutamente necesario. Basta tener un buen libro a mano, buena música, ver una película, etc. No asisto a bodas, bautizos, cumpleaños, estadios, clubes, donde se congregue mucha gente. Las multitudes no me gustan.

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La gente está desesperada, loca, por salir a beber, bailar, gozar. No quiere más encierro. Hasta el presidente Luís Abinader lo dice. Pero la prudencia nos invita a esperar unos días más. El tiempo que sea necesario, digo. La vida es lo que importa. En estos meses he visto partir a compañeros, amigos y familiares a los que amaba. Ha sido muy triste no acudir a sus velatorios, al cementerio y darles el último adiós, abrazar a sus deudos y decirle cuanto lamento su perdida.

El coronavirus (covid-19) es una enfermedad contagiosa que mata. Millones de personas se han contagiado o muerto. Muchas de esas muertes han podido evitarse acatando las medidas sanitarias. Pero la falta de conciencia, la insensatez y la imprudencia ha permitido el contagio y posterior muerte.

Muchos piden que el gobierno permita que los negocios abran sus puertas al igual que las fábricas, las industrias, bares, restaurantes, etc., porque estar quebrados o a punto de quebrar. La economía primero. Sin embargo, no es verdad. Nada es más importante que la salud porque nos mantiene vivos. Esa es la principal responsabilidad del gobierno. Es su principal deber. Los enfermos no pueden trabajar, los muertos menos.

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El presidente Abinader informó que tendremos 20 millones de vacunas, primera y segunda dosis, que alcanzarán para toda la población, que serán gratis. Masivamente, de manera ordenada todos recibiremos el medicamento. En poco tiempo tendremos la vacuna en el país y estaremos inoculados. Y cuando eso ocurra podremos ir al parque, al cine, al estadio, a la discoteca, a los hoteles, playas, restaurantes y bares, sin miedo. Podremos reír y gozar a plenitud. No hay que desesperarse ni volverse loco por un confinamiento que pronto terminará. El que espera lo mucho espera lo poco, dice un sabio refrán popular. Esperemos pues y mantengámonos vivos. ¡Salud y larga vida!

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