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Joe Biden tendrá que asumir el papel de los asistentes en el circo: apenas salen los elefantes tienen que correr a limpiar la pista. Los primeros cien días en la Casa Blanca estarán marcados más por la reparación de los daños que provocó su antecesor que por nuevas propuestas. Lo más urgente será controlar la pandemia de coronavirus, que ya se llevó 230.000 vidas, y reactivar la golpeada economía. Pero tampoco puede dejar de lado otra rémora trumpiana: la enorme grieta que dejó en la sociedad estadounidense. Desde el primer día Biden tendrá que mostrarse como el presidente destinado a reestablecer los vínculos en una población fracturada.

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En ese sentido, también deberá contemporizar con los del ala más liberal de su propio partido, ávidos de grandes cambios institucionales para responder a algunas de las cuestiones más urgentes sobre el futuro del país. Y entre medio, regresar al país a los foros internacionales o ratificar acuerdos con las otras potencias de los que se desvinculó Trump. “Básicamente tiene que hacer algo histórico”, dijo a The Guardian, Saikat Chakrabarti, activista demócrata y ex jefe de personal de la progresista congresista neoyorquina Alexandria Ocasio-Cortez. “Asume en el medio de una depresión económica, una pandemia, y está siendo elegido con el mandato de resolver esto y hacer algo grande.”

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Biden reintegrará a Estados Unidos al Acuerdo de París por el medio ambiente que había firmado Obama y del que se retiró Trump.

Y mucho va a depender de si los Republicanos mantienen o no el poder en el Senado. Todavía hay votos por contar que podrían dirimir el potencial empate que hay en ese sentido. Si, finalmente, los Demócratas ganan y retoman el poder en ambas cámaras del Congreso, Biden y su equipo podrían promulgar sus planes más ambiciosos de ayudas y reforma social. Anuncian una serie de medidas similares a lo que fue el New Deal de Franklin Delano Roosevelt que sacó a Estados Unidos de la crisis económica de 1929. Pero si no tiene el apoyo del Senado, gran parte de esa agenda se mantendrá en el limbo. En una reciente entrevista Biden dijo que sabía de varios senadores republicanos abiertos a trabajar con los demócratas bajo su administración. Pero nada es seguro en las negociaciones parlamentarias hasta que llega para la firma del presidente.

Sin embargo, con o sin el control demócrata del Senado, es probable que en los primeros días de una administración Biden también se produzca un aluvión de medidas ejecutivas para abordar cuestiones urgentes de política interna y externa y deshacer varias acciones de la administración Trump. En principio, tendrá que recomponer la maquinaria burocrática en Washington, así como la baja moral en todo el servicio civil, que deja la actual Administración. “Esta será una de las transiciones más importantes, más difíciles y más costosas en la historia moderna de Estados Unidos”, advirtió Chris Korge, presidente de finanzas del Comité Nacional Demócrata en una carta que envió a los donantes. Según la Asociación para el Servicio Público, una organización sin fines de lucro que asesora a los candidatos presidenciales sobre la transición, Biden tendrá que nombrar a más de 4.000 funcionarios para completar su administración, incluidas más de 1.200 que requieren la confirmación del Senado. Hay 700 nominaciones clave del poder ejecutivo que deben pasar por la confirmación del Senado, 153 de las cuales están actualmente vacantes. Chris Lu, director ejecutivo de la transición de 2008 del presidente Barack Obama, dijo que hay vacíos en algunos de los departamentos que serán clave para abordar la situación del país a nivel mundial y la crisis climática. “Hubo grandes recortes en todas las agencias que trabajan con el cambio climático y un vaciamiento en el servicio exterior”, agregó Lu.

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La prioridad será actuar rápidamente para abordar la pandemia. Está considerando anuncios rápidos de miembros del gabinete que serían clave en la respuesta. Es probable que apenas unas horas después de su asunción la primera medida sea la de declarar obligatorio a nivel nacional el uso de barbijos o máscaras protectoras para evitar los contagios de Covid. Algo a lo que se opuso fervientemente Trump y que terminó siendo una postura política. También tendrá que tomar decisiones sobre qué vacunas se van a aplicar y armar una complicada logística para que lleguen a 300 millones de personas. Es probable que ordene una movilización general de las Fuerzas Armadas para ese propósito.

Con respecto a los acuerdos internacionales de los que se bajó Trump, la nueva administración demócrata también tendrá que tomar medidas rápidas. El 4 de noviembre se cumplió el plazo para la renovación del compromiso con el Acuerdo de París para bajar las emisiones de gases contaminantes y detener el cambio climático. Biden anunció durante la campaña que lo ratificará y desde las Naciones Unidas, que son las que promueven el acuerdo, anunciaron que esperan que se haga en los últimos días de enero o principios de febrero del próximo año. Algo parecido sucederá con la membresía en la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la reanudación de las contribuciones financieras.

Para el día de la asunción quedarán poco más de dos semanas antes de la expiración del tratado New Start con Rusia, el único acuerdo de control de armas que sobrevivió a la era Trump. Si Moscú está dispuesto (y el presidente ruso, Vladimir Putin, ha sugerido que lo está), el tratado puede ser extendido hasta cinco años mediante un intercambio de notas diplomáticas. Estados Unidos también regresará al acuerdo nuclear con Irán, el Programa de Acción Integral Conjunta (JCPOA) de 2015, aunque antes Teherán tendría que volver al pleno cumplimiento de los límites en sus actividades nucleares. “Es una tarea ardua, hay que volver a hacer lo que se había logrado con años y años de trabajo”, comentó Ben Rhodes, el asesor de política exterior del ex presidente Obama. “Hay que tratar de reconstruir el orden internacional, no para que se vea exactamente igual que antes, sino para que una vez más se centren en las normas, acuerdos y tratados internacionales”.

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Biden adelantó que convocará a una gran cumbre de los países aliados para “retomar el papel de líder del mundo libre”. Y ahí es cuando, seguramente, Estados Unidos exprese de manera contundente su posición con respecto a sus rivales: China y Rusia. Con Beijing tiene pendiente un acuerdo comercial amplio y con Moscú una relación más transparente de la que llevó en estos últimos cuatro años. Al mismo tiempo, se espera una revisión de las relaciones con aliados autocráticos como Arabia Saudita. Desde el Congreso se intentará frenar el apoyo que hasta ahora tenían los sauditas en la guerra de Yemen.

En el período de transición, Biden tendrá la clásica puja de todos los sectores por colocar “gente de confianza” en los puestos clave. El demócrata prometió que su gabinete será más diverso que cualquier otro. Los afroamericanos tendrán prioridad para manejar las agencias del Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano o el Departamento de Transporte. Los más progresistas quieren ver en el gabinete a personajes como la senadora Elizabeth Warren, el senador Bernie Sanders o Lael Brainard, miembro de la junta de gobernadores de la Reserva Federal. Warren es mencionada como una potencial secretaria del Tesoro o Fiscal General. Sanders tiene la vista puesta en dirigir el Departamento de Trabajo. Brainard también ha sido mencionado como posible secretario del Tesoro. El senador por Delaware, Chris Coons, un viejo amigo de Biden, podría ser el próximo secretario de Estado. Ese es un puesto muy codiciado y en la fila también están la ex asesora de seguridad nacional de la administración Obama, Susan Rice, y el senador Chris Murphy.

Todo esto, sin contar que antes de que Biden llegue a la Casa Blanca, será Trump quien continúe tomando las medidas por dos meses y medio más. Será un hombre muy enojado por su derrota. El mismo repite que “no hay espacio para los perdedores”. Y como hizo en los últimos días con la imposición de su candidata ultraconservadora a la Corte Suprema, intentará dejar muchos más partidarios en posiciones de poder dentro del aparato del Estado. Ese será otro desafío que tendrá Biden durante la transición y que deberá enfrentar apenas entre en el Salón Oval.    infobae.com

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