Emilia Pereyra
Santo Domingo, RD.- La República Dominicana evocará el este domingo el 207 aniversario del natalicio de Juan Pablo Duarte, ideólogo y fundador de la República Dominicana, nacido el 26 de enero del 1813.
Hijo del español Juan José Duarte y de la criolla Manuela Diez, el niño Juan Pablo fue bautizado el 4 de febrero del 1813, en la iglesia de Santa Bárbara, en Santo Domingo.
Junto a Matías Ramón Mella y Francisco del Rosario Sánchez, Duarte comparte la trilogía de los padres fundadores de la Patria dominicana.
Aunque fue un hombre de acción y se le otorgó el grado de general del ejército dominicano, en el 1844, Duarte ha sido percibido como un héroe romántico por las ideas que abrazó, las cuales dieron sustento a sus luchas por la liberación dominicana del poderío haitiano.
El prócer fue influenciado por el liberalismo romántico del siglo XIX, doctrina que conoció durante su viaje a Europa, donde asimiló los conceptos de patria, nación y soberanía.
La historiadora Mu Kien Sang Ben ha percibido a Duarte como un liberal puro que asumió la lucha por la libertad y la creación de la República Dominicana como nación libre, independiente y soberana.
También lo ha valorado como el héroe romántico, un tanto misterioso, un tanto amargado y dolido por las frustraciones cotidianas.
Fundador de La Trinitaria
Rosa Duarte, la hermana del héroe, reveló en sus conocidos Apuntes el episodio que plantó en él las ideas independentistas. El incidente ocurrió cuando el joven Duarte viajó por primera vez al exterior en el 1830.
“Juan Pablo nos dijo varias veces que el pensamiento de libertar su patria se lo hizo concebir el capitán del buque español en donde iba para el Norte de América en compañía de don Pablo Pujols. Nos decía que al otro día de embarcados, el capitán del buque y D. Pablo se pusieron a hablar de Santo Domingo sumamente mal y que el capitán le preguntó si a él no le daba pena decir que era haitiano. Juan Pablo le contestó: ‘Yo soy dominicano’; a lo que con despreció le contestó el capitán: ‘Tú no tienes nombre, porque ni tú ni tus padres merecen tenerlo porque cobardes y serviles inclinan la cabeza bajo el yugo de los esclavos’”, narró la patriota.
Con esas duras palabras, el capitán aludía a la condición de vasallos de los dominicanos, subyugados por la tiranía instaurada por haitiano Jean Pierre Boyer en el 1822, año en que ocupó la parte oriental, apoyándose en un gran ejército.
“La vergüenza, la desesperación que me causó tal confesión de que merecíamos ser tratados tan sin ninguna consideración me impidió pronunciar una palabra, pero juré en mi corazón no pensar ni ocuparme de proporcionarle los medios, sino de probarle al mundo entero que no tan sólo teníamos un nombre propio dominicanos, sino que nosotros (tan cruelmente vilipendiados) éramos dignos de llevarlo”, reveló Duarte sobre ese incidente.
Del pensamiento a la acción
El primer paso que dio Duarte para liberar a su patria fue la fundación de la sociedad secreta La Trinitaria, en el 1838. La entidad, que congregaba a un grupo de audaces jóvenes, se encargó de promover y organizar la lucha que culminó con la proclamación de la independencia
El juramento trinitario muestra el nivel del compromiso asumido por los libertadores:
“En el nombre de la Santísima y Augustísima e Indivisible Trinidad de Dios Omnipotente, juro y prometo por mi honor y mi conciencia, en manos de nuestro presidente Juan Pablo Duarte, cooperar con mi persona, vida y bienes a la separación definitiva del gobierno haitiano y a implantar una república libre y soberana e independiente de toda dominación extranjera que se denominará República Dominicana, la cual tendrá su pabellón tricolor, en cuartos encarnados y azules atravesado por una cruz blanca; la República establecerá su correspondiente escudo de armas. Mientras tanto seremos reconocidos los Trinitarios con las palabras sacramentales Dios, Patria y Libertad. Así lo ratifico y prometo ante Dios y el mundo. Si tal hago, Dios me proteja, y de no, me lo tome en cuenta y mis consocios me castiguen el perjurio y la traición si los vendo”.
Con la creación de La Trinitaria y de otras sociedades, como La Filantrópica y La Dramática, que promovían las ideas libertadoras, empezó una peligrosa lucha por la libertad, que cristalizó la noche del 27 de febrero del 1844, cuando fue proclamada la independencia, en ausencia de Duarte, quien se había exiliado para evadir la persecución haitiana.
Un héroe vejado y perseguido
El sostenido trabajo de Duarte por la consecución de la libertad de su patria no fue reconocido de inmediato en los primeros tiempos de la era republicana.
De hecho, una vez se produjo la proclamación de la independencia, Duarte empezó a recorrer el camino del martirio que lo llevó a la cárcel, en el gobierno encabezado por Pedro Santana y luego a un penoso exilio.
Mientras vivía en la pobreza, en Venezuela, el patriota falleció, en Caracas, 15 de julio de 1876, sin que le hubiesen reconocido sus grandes méritos.
Duarte, humanista y poeta
Tempranamente Duarte se destacó por su inclinación al estudio y al cultivo de las artes cuando vivía en el Santo Domingo ocupado por los haitianos.
Recibió educación privada en idiomas, Filosofía, Derecho Romano y otras disciplinas a cargo de reconocidos profesores e intelectuales como Augusto Brouard, Mr. Groot, Manuel María Valencia y Juan Vicente Moscoso, quien fue rector de la Universidad de Santo Domingo, contó el historiador Juan Daniel Balcácer en su libro Duarte revisitado.
Igualmente, el patriota dejaba constancia de su inclinación por las letras. A juicio del investigador Orlando Inoa, sus poemas “son una extensión de sus ideales; de la manera en que observaba la realidad y de los sentimientos que esta suscitaba en su espíritu”.
La lírica conservada del prócer fue publicada después de su muerte en la República Dominicana. Por primera vez se difundió un verso suyo el 25 de junio de 1884, en la Revista Científica, Literaria y de Conocimientos Útiles, editada en Santo Domingo por el poeta José Joaquín Pérez y el médico cubano Guillermo de la Fuente.
La cartera del proscrito, poema del patriota, reza:
Cuán triste, largo y cansado,
cuán angustioso camino,
señala el Ente divino
al infeliz desterrado.
Ir por el mundo perdido
a merecer su piedad,
en profunda oscuridad
el horizonte sumido.
Qué triste es verlo pasar
tan apacible y sereno,
y saber que allí en su seno
es la mansión del pesar.
El suelo dejar querido
de nuestra infancia testigo,
sin columbrar a un amigo
de quien decir me despido.
Pues cuando en la tempestad
se ve perder la esperanza,
estrellase en la mudanza
la nave de la amistad.
Y andar, andar errabundo,
sin encontrar del camino
el triste fin que el destino
le depare aquí en el mundo.
Y recordar y gemir
por no mirar a su lado,
algún objeto adorado
a quién ¿te acuerdas decir?
Llegar a tierra extranjera
sin idea alguna ilusoria,
sin porvenir y sin gloria,
sin penares ni bandera. diariolibre.com