La historia detrás de la muerte de Isabel Rivera Molina, quien residía en la calle José del Hierro 51, en Madrid, ha sido considerada una de las más increíbles, macabras y conmovedoras.
Según informó el periódico argentino Clarín a la mujer de 78 años la encontraron muerta el pasado martes 22 de octubre en el interior de su departamento, el segundo “B” del edificio que tiene una sucursal del Banco Santander debajo.
Pero lo que halló la policía en la propiedad a la que accedieron desde el balcón, sin tener que forzar la entrada y apenas deslizando una puerta de vidrio que estaba semiabierta, fue mucho más que un cadáver.
El cuerpo de Isabel yacía en el baño de su casa, íntegramente momificado, lo que indicó que su deceso se produjo muchos años atrás.
Entre 14 y 16 establecieron más tarde los médicos forenses que revisaron los restos perfectamente conservados de Molina, que murió en soledad, sin visitas y sin nadie que preguntara por ella.
La policía cree que el cuerpo no se descompuso debido a la humedad del ambiente, y a la existencia de una rendija de ventilación en el baño, algo que permitió el proceso de conservación del cadáver hasta momificarlo.
Fue la insistencia de los vecinos lo que forzó, tantísimo tiempos después, que la fuerza pública llegara hasta el departamento de la mujer a investigar qué sucedía con ella. Hacía tiempo que venían advirtiendo la falta de movimiento en el departamento, y que no veían a Isabel ni sabían nada de ella.
Estos comentarios también llegaron hasta sus familiares, a quienes en reiteradas oportunidades se intentó contactar sin obtener respuesta. Así lo menciona el diario El Mundo de España, donde fue revelado el caso. Pasaron 15 años para que sus parientes expresaran cierta preocupación por el paradero de Isabel y la policía y bomberos intervengan en el domicilio.
Los vecinos recuerdan que la última vez que la vieron fue en septiembre de 2004, cuando ya nadie frecuentaba su departamento. Poco antes de esa fecha Isabel no era una mujer solitaria, como en los últimos tiempos en que se supo de ella. Compartía su casa, y su vida, con un arquitecto del que había sido amante por años, y con el que formó pareja una vez que él se separó de su antigua mujer.
No es el primer caso que sale a la luz en España, pero sí el más extenso. Siete años pasó el cadáver de un hombre de 38 años recostado en la cama de su casa de Valencia. Los vecinos pensaron que se había mudado, y su hermano advirtió a las autoridades recién pasado todo ese tiempo. Lo encontraron en 2018 y habría muerto en 2011.