La estadounidense no pudo con la canadiense de 19 años, que se impuso por 6-3 y 7-5 para alzarse con el primer título de Grand Slam de su carrera
Ariel Ruya
Arde el verano en Melbourne, el 28 de enero de 2017. Serena Williams es una gacela indomable, lanza puñales desde el fondo del cemento, sin importarle que del otro lado corre su misma sangre: Venus corre de un lado a otro, con la lengua afuera. La morena genial se impone por 6-4 y 6-4, baila, canta y levanta los brazos al cielo, una costumbre que es parte de su esencia, enorme en la historia del tenis. Alcanza el séptimo grande de Australia y, de ese modo, el 23° título de Grand Slam. Está a uno de Margaret Court, el olimpo del tenis femenino. Es una leona en el arte del triunfo: lo consigue estando embarazada, sin saberlo.
Nadie se imaginó jamás que ese día se convirtió en una pesadilla. Una “maldición”. Serena es madre, es una guerrera, va y vuelve de la escena, logra cuatro finales y las pierde, una tras otra, sin siquiera ganar un set. Creer o reventar.
Bianca Andreescu, una joven de 19 años, nacida en Canadá y de ascendencia rumana, tiene un látigo en la mano derecha, arrasa con pelotazos cruzados ingobernables. Gana la final de Nueva York por 6-3 y 7-5 en 1h39m y no lo puede entender. Se arroja sobre el suelo azul, se ríe y llora, todo al mismo tiempo. Se abraza con los suyos. Nadie lo entiende en las pista magnífica del Arthur Ashe: ni Venus, ni Boris Becker, ni John McEnroe. Transcurrieron 952 días desde aquel verano. A esta altura, aún siendo la más grande, el 24 Grand Slam parece una misión imposible: se le nota en el rostro, en la mirada perdida. Serena no suele clavar los ojos sobre el cemento: es de las que miran por arriba de la visera.
El primer juego es un monólogo juvenil. El segundo parcial es una obra de suspenso: Serena está 1-5, se recupera, salva un match point y resiste, con los puños apretados. Busca, lucha, pelea y cae de pie, luego de salvar otro punto de partido.
Serena está en la curva descendente de su brillante carrera, Andreescu recién empieza, a los 19 años y, desde ahora, con tres títulos. El espejo entre ambas es todo un símbolo: el 11 de septiembre de 1999: Williams ganó el primer USOpen, un puñado de semanas más tarde, el 16 de junio de 2000, nació la nueva piba maravilla.
Siete Melbourne, tres Roland Garros, 7 Wimbledon, 6 US Open. Allí se quedó, colosal y nerviosa, ansiosa por alcanzar una marca que parece un reto. Los 349 triunfos en grandes parecen de cartón: nada, pero nada alcanza ahora mismo. Después de aquel Melbourne, perdió con Kerber por 6-3 y 6-3 en Wimbledon en 2018, perdió con Osaka por 6-2 y 6-4 en Nueva York el mismo año y perdió, también, con Halep por 6-2 y 6-2 en Wimbledon esta temporada.
Armó revuelo la tarde que perdió con Osaka. “Nunca he hecho trampas en mi vida. ¡Soy madre!”, aseguró la estadounidense, que increpó exageradamente al árbitro Ramos, que la amonestó por recibir instrucciones de su banquillo durante la final con la japonesa. “¡Eres un ladrón, un mentiroso! ¡Me debes una disculpa!”, le gritó. Fue un escándalo, impropio de una leyenda del deporte.
Serena Williams tuvo un repunte cuando parecía perdida, pero igual sucumbió ante Andreescu. Serena Williams tuvo un repunte cuando parecía perdida, pero igual sucumbió ante Andreescu. Fuente: AP
Esta vez, la madre de la pequeña Alexis Olympia, de 2 años, acepta con hidalguía la derrota. A los 37 años, se convirtió en una perdedora…, la más grande de la historia. Más allá del fatal número 24.
Derrota de Gustavo Fernández
Gustavo Fernández cayó hoy en semifinales de tenis adaptado del US Open ante el francés Stephane Houdet, por 3-6, 6-2 y 7-5, y quedó afuera del principal torneo norteamericano.
El cordobés se clasificó a esta instancia al vencer ayer al sueco Stefan Olsson por 7-6 y 6-3. Al jugador de 25 años, actual número uno en tenis adaptado, se le truncó la posibilidad de hacer historia en la especialidad al obtener los cuatro grandes torneos en una temporada (Australia, Roland Garros, Wimbledon y US Open),
Como aliciente, el tenista nacido en Río Tercero está clasificado a la final de dobles junto al japonés Shingo Kunieda. lanacion.com.ar