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Un panal de abejas, una flor de loto o muchas burbujas. Aunque no tengan mucho que ver, estas tres imágenes comparten un trastorno. Si las buscas por internet y al verlas te causan asco, rechazo o, incluso, pavor, alerta: podrías tener tripofobia.

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En el variado mundo de los miedos irracionales, este no es uno de los más conocidos, pero sí interesante, ¿de qué se trata exactamente? “Es una fobia simple o específica que está originada por un temor o malestar muy intenso ante la exposición a estructuras o superficies muy agujereadas”, expone Vanesa Fernández, psicóloga y profesora de la Universidad Complutense de Madrid y miembro del Colegio de Psicólogos de Madrid.

La experta detalla que una persona tripofóbica experimenta elevados niveles de ansiedad cuando se enfrenta a este tipo de situaciones, por lo que siempre trata de evitarlas o escapar de ellas. En este sentido, una de las superficies que más repulsa causa es la misma piel humana. Imaginar figuras geométricas muy juntas, especialmente hoyos, en la carne es algo muy común entre los que sufren esta fobia.

Para encontrar la causa de este trastorno, existen varias hipótesis, aunque la principal para los expertos es aquella que tiene que ver con los miedos incubados de interés adaptativo que, según Fernández, presentan un carácter evolutivo que queda en los genes y que ayuda a protegernos de posibles amenazas.

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“Parece ser que este tipo de estructuras tiene cierta semejanza con los patrones de la pieles de animales que son venenosos, como las serpientes, o también puede estar relacionado con estructuras venenosas del ámbito vegetal”, indica la psicóloga, quien señala que, de esta forma, la evolución de la especie podría haber guardado de alguna manera el temor o rechazo por estas superficies.

¿Cuáles son los síntomas de la tripofobia?

Es importante que la persona que sufra un episodio de tripofobia reconozca este miedo como algo irracional, es decir, que realmente la situación, aunque le parezca insoportable, no entraña un peligro para su integridad física.

Según Fernández, los síntomas más comunes en estas circunstancias son:

-Niveles de ansiedad muy intensos

-Taquicardias

-Palpitación

–Tensión

-Deseo de marcharse

Así, cuando alguien no siente solo un simple rechazo ante las superficies agujereadas (es decir, no va más allá de una imagen desagradable), sino que observa algunos de los síntomas citados anteriormente, es necesario acudir a un profesional por un posible diagnóstico de tripofobia.

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Al respecto, Fernández añade que, además, una persona puede considerarse tripofóbica cuando “a pesar de que no está presente en este tipo de situaciones, tiene problemas en su día a día e, incluso, sufre reacciones físicas como vómitos y mareos”.

Tratamiento de la tripofobia

Cuando este trastorno interfiere en la vida cotidiana del que lo sufre, es necesario pedir apoyo psicoterapéutico. “Los tratamientos más eficaces para trabajar las fobias son los cognitivos-conductuales, mediante los que tras una evaluación acerca de cuáles son los factores de origen y mantenimiento del trastorno, se diseña un programa de intervención dirigido a ayudar a exponerse sin esos niveles de excitación tan intensos ante las situaciones temidas”, explica la psicóloga.

Para ello, se trabajan desde técnicas de desactivación psicofisiológica, como puede ser la relajación, a terapias de control cognitivo que tengan que ver con esas anticipaciones, habitualmente catastróficas o magnificaciones.

Asimismo, Fernández incluye los tratamientos de exposición: “Dependiendo de la fobia, se vería la conveniencia de si la exposición es en vivo o si es en imaginación. Así, se seleccionaría la técnica de este tipo más eficaz”.

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