El bótox o toxina botulínica es la técnica estética no quirúrgica más realizada en todo el mundo. Y su uso sigue creciendo. Sin embargo, esta técnica tiene sus detractores, ya que es difícil conseguir un resultado realmente natural.
Con una buena técnica nadie debe percibir que has sido inyectado/a. Por ello, quería compartir con vosotros tres signos que delatan que una persona se ha hecho una infiltración de bótox:
Las cejas de ‘mala’ o de ‘Mefisto’
Cuando al elevar las cejas estas quedan en pico quiere decir que probablemente esta persona lleva bótox. Causa: al relajar los músculos del entrecejo o de las patas de gallo, los músculos de la frente se vuelven más activos y tiran hacia arriba de las cejas produciendo esa mirada característica.
Cómo evitarlo: la clave es relajar también los músculos que están justo encima de las cejas inyectando bótox en esa zona para prevenir esta mirada tan poco natural.
Arrugas en la raíz de la nariz o ‘líneas de conejo’
Estas arrugas se pueden apreciar en la raíz de la nariz al reír. Estas arrugas las llaman en Estados Unidos bunny lines o arrugas de conejo.
Causa: al relajar los músculos del entrecejo se contraen más los músculos de la nariz, produciendo este gesto característico y poco estético al sonreír.
Cómo evitarlo: inyectar bótox en la zona de la raíz para prevenir estas arrugas.
Una cara sin expresión
Cuando una persona no puede fruncir el entrecejo ni elevar las cejas ni tiene patas de gallo al sonreír, es que lleva bótox. Parece que es incapaz de transmitir emociones a través de los gestos faciales.
Causa: excesiva dosis de bótox.
Cómo evitarlo: inyectar la dosis adecuada de bótox que haga que se relajen los músculos sin paralizarlos.
Mark Twain decía que sus arrugas solo indicaban lo mucho que se había reído.
A pesar de estas alteraciones, en buenas manos el bótox sigue siendo un tratamiento que puede conseguir resultados discretos y elegantes y puede combinarse con el uso de rellenos o inductores de colágeno para conseguir resultados más globales.