Por JUAN T H
Todos los partidos que han gobernado el país desde la muerte de Rafael Trujillo, incluyendo al propio dictador que se mantuvo por más de 30 en el mando, ladrón y asesino, han fracasado. Si lo ponemos a todos en una balanza veremos que lo negativo ha pesado más que lo positivo. Las sombras son más que las luces, salvo honrosas y esporádicas excepciones como las de Juan Bosch, que apenas duró siete meses y la de Francis Caamaño, más breve aún y con el país intervenido militarmente.
Don Antonio Guzmán tal vez haya sido el mandatario de más luces al tomar el mando en medio de una situación difícil con las Fuerzas Armadas y la Policía politizadas, las cárceles llenas de presos políticos, decenas de exilados y leyes anacrónicas que prohibían la libre expresión del pensamiento y el libre tránsito, pero que terminó dramáticamente suicidándose.
Fue don Antonio, del PRD, al igual que Bosch, quien hizo aprobar leyes progresistas tanto en el campo político como social y económico. Se abolieron las leyes anticomunistas, se abrieron las cárceles y se permitió el retorno de los exiliados creando un clima de libertad y de justicia, que no pudo ser mayor porque le robaron cuatro senadores para que no alcanzara la mayoría en el hemiciclo y así ampliar los cambios que se había propuesto.
En todos los gobiernos, salvo en uno o dos casos, la corrupción ha estado latente, en unos más, en otros menos, pero siempre presente, robándose el futuro de las generaciones venideras y evitar el desarrollo nacional.
Ningún partido ha llegado al Palacio Nacional con un plan a corto, mediano y largo plazo con el propósito de resolver los grandes y graves problemas de la nación, verbigracia, educación, salud, energía, empleo, seguridad social y ciudadana, etc. Ninguno, insisto, ha trabajado para el desarrollo nacional integral. Sobre todo los últimos no han hecho más que favorecerse a sí mismos junto con los grupos económicos locales y las empresas monopólicas extranjeras.
La deuda económica y social con los pobres es enorme, y tan vieja como la República misma. El Estado ha sido una fuente de acumulación y enriquecimiento de particulares, no del pueblo, cada vez más empobrecido y embrutecido.
A la llegada del Partido de la Liberación Dominicana, (PLD), con ideas liberales, de izquierda pues hasta se había declarado marxista –aunque no leninista- dirigido ya por jóvenes como Leonel Fernández, Danilo Medina y los demás, las cosas finalmente serian de otro modo, que se gobernaría por pueblo y para el pueblo, porque su otrora líder Juan Bosch había prometido solemnemente que “ningún peledeísta se haría rico con los dineros del pueblo”. (La historia es conocida)
El PLD, tan pronto llegó al Palacio Nacional dio marcha atrás. Sepultó las ideas y la práctica de Bosch; adoptó las del doctor Balaguer y convirtió en maestro espiritual y político a Vincho Castillo. Es decir, el PLD se convirtió en un partido conservador, atrasado, al servicio de sus propios intereses y del gran capital nacional y extranjero, endeudando la nación como nunca antes en la historia. El partido morado pasó de izquierda o centro izquierda a la derecha.
El PLD ha sido la estafa política más espectacular de la historia dominicana.
Llegaron como pobres mendigos, (en Chancletas) carentes de bienes materiales. La pequeña burguesía, arribista y trepadora, que prometió durante 23 años transformaciones sociales profundas, lo olvidó por completo. Los “muchachos” se quitaron las máscaras para mostrarse tal y como eran y son en realidad. Su metamorfosis fue inverosímil.
Ahora hace esfuerzos denodados por no abandonar el poder. Lo que le espera, de llegar un gobierno mínimamente decente, que se respete y respete al pueblo, no será fácil. Y como dice la canción: “Y pagaran sus culpas los traidores” con sus huesos en la cárcel, porque lo que ha pasado en nuestro país en los últimos 20 años en materia de corrupción e impunidad, no tiene precedentes.
Ojalá que el próximo gobierno no defraude al pueblo dominicano. Ojalá que podamos tener un gobierno de tolerancia cero con la corrupción, metiendo preso o fusilando a los prevaricadores como hacen los chinos.