SpaceX se robó los reflectores estos últimos dos días. Lo curioso es que fue por motivos diametralmente opuestos y hasta inquietantes si se mezclan.
Por un lado impulsó el proyecto del multimillonario Yusaku Maezawa, quien quiere sortear ocho asientos en el vuelo espacial con el que viajará a la Luna en 2023.
Y en el otro extremo de la situación, el último prototipo cohete Starship que lo llevará allá arriba junto a los “afortunados” acaba de volver a explotar en una prueba de vuelo.
Todo iba bien hasta que…
A través de sus propias redes sociales oficiales los amigos de SpaceX transmitieron en vivo la prueba de vuelo de su prototipo SN10.
La zona de pruebas en Boca Chica Texas fue testigo de este test que duró apenas 3 minutos en donde el cohete tuvo un buen desempeño en su despegue y breve vuelo.
Las últimas ocasiones el mayor reto había sido lograr un aterrizaje vertical. Lo que derivó en múltiples explosiones e investigaciones por parte de la FAA.
En esta ocasión el cohete logró caer de pie, lo que fue celebrado por todos. Sin embardo el descenso fue algo violento.
Esto provocó un breve incendio en la base que se salió de control y tras ocho minutos de drama el prototipo SN10 de SpaceX explotó.
Como si se tratara de un chiste visual de Los Simpson, hizo todo bien, cayó y reventó. Pero la parte crucial la ejecutó bien.
El cohete se elevó 10 mil metros y pudo descender casi en forma. El problema vino con las patas de la base, que no soportaron el peso del aterrizaje.
A su modo, esta explosión es un éxito.