Por JUAN T H
Sigo creyendo que sociedad va por mal camino. Los responsables de tomar los correctivos de lugar que impidan el daño ético y moral que causa la promoción y patrocinio de los antivalores desde el mismo centro del poder, lo cual se hace deliberadamente con fines políticos para mantener el pueblo sumido en la ignorancia.
La cultura es un eje transversal que impacta la sociedad en su conjunto. Nada le es ajeno a la cultura de un pueblo. Ella es la que va forjando la idiosincrasia de una nación, la que va reuniendo todos los elementos que nos hacen ser como somos, en la política, el arte, los deportes, la música. (el folklor, el merengue, la bachata, etc., etc.)
El merengue, lo pongo como ejemplo, por ser considerado un “bien inmaterial de la humanidad” y nuestro ritmo por excelencia, no está al margen de los valores políticos, económicos y sociales de nuestro pueblo.
El merengue, al igual que la bachata, tienen un peso muy fuerte en la cultura de nuestro pueblo. No es casual que el alcohol se promueva tanto en la mayoría de las piezas musicales. ¡Hoy se bebe! Gritan en casi todas las fiestas y conciertos. ¿Quiénes son los que más beben, ron, cerveza y hasta vinos? ¡Los pobres! La carga promocional del alcohol en radio, televisión, periódicos, etc., es enorme. ¡irresistible! Todos sabemos el daño que produce el alcohol en la salud humana.
Los productores del vicio invierten millones de pesos en promover las bebidas alcohólicas. No hay ley que lo prohíba o lo impida. Sin embargo, el alcohol es la droga que más perjuicio causa en una sociedad)
Este es un país de alcoholicos y ludópatas. Se bebe todos los días, de lunes a lunes; Se juega todos los días, de lunes a lunes. ¡No hay tregua! No hay reglas, no hay leyes. ¡Un desorden total!
Los menores juegan y beben. Es lo que hacen los padres. Es lo que las autoridades permiten. (En este país hay más bancas de apuestas que universidades, escuelas, estadios y canchas deportivas, juntas. Los dueños de las bancas ya son diputados y senadores. Pronto uno se convertirá en presidente de la República con el voto mayoritario de los ludópatas y los alcohólicos)
Soy padre de siete hijos, ya adultos. Pienso mucho en ellos. Los cuido y protejo con mis acciones. Dejé de fumar hace más de 30 años, no suelo tomar alcohol. (me prometí que un hijo no me vería borracho nunca en la vida) Trato de actúo siempre apegado a la ley. No soy un corrupto patológico como hay muchos en la política.
No me como las luces de los semáforos, no conduzco de manera temeraria. Pretendo predicar con el ejemplo. Quiero ser un ciudadano digno, apegado a principios y valores, pensando siempre en no defraudar a mis hijos, que son la razón de mi existencia. (Mi tesoro, el más valioso)
Si la gente pensara en sus hijos, esposas, madres, hermanos, amigos, no pusiera en peligro su integridad física y moral, no los avergonzaría ante sus amigos, compañeros de estudios, no dejarían que cargaran con una culpa que no le corresponde; no se corrompería, no mataría, no jugaría el patrimonio de la familia, no se convertiría en narcotraficante.
Los hijos, la familia. Nada es más importante en la vida. ¡Nada!
Acumular fortuna, enriquecerse hasta más no poder, ¿para qué? ¿Qué sentido tiene? Mi padre me enseño que “los sueños se realizan trabajando”, no robando, matando, traficando y evadiendo impuestos.
Acumular dinero, mucho dinero, ¿para qué si al final no podremos llevarnos nada, si terminaremos en una fosa como todos los mortales, no importa la condición social. La muerte es lo único garantizado que tenemos en la vida, lo demás es vanidad, es creer en una vida que no existe. La vida es una, no hay otra. “Nadie sabe al día siguiente lo que hará”, decía Pablo Milanés. La muerte nos puede sorprender en cualquier segundo. ¡Todo termina! Para los murtos no hay mañana.
Pensemos en la familia, en los hijos, en los seres que amamos y que debemos cuidar y proteger. No lo hagamos responsables de nuestras acciones parque terminarán pagando un precio muy alto.
La mejor herencia que usted le puede dejar a sus hijos es el ejemplo, una buena educación, doméstica y profesional, no la vanidad, la petulancia y la arrogancia, el creerse mejor que los demás porque viste de “marca”, porque su padre le obsequió un carro de lujo, para que le eche “vainas” a sus amigos.
Los amigos van y vienen. La vida es como un tren de pasajeros. En cada estación unos suben al vagón que le corresponde, otros bajan. Pocos, dos o tres, siguen contigo hasta el final de tus días. (¡Los farsantes son eternos!)
En estos días he pensado en la familia, principalmente en los hijos de los encarcelados tras ser acusados de corrupción, de haberse robado miles de millones de pesos del pueblo dominicano. Y siento pena por ellos. ¡mucha pena! Ellos también están presos emocionalmente. Sufren la culpa ajena, la de sus padres.
También me apenan los pobres, condenados por haberse robado un pollo y un racimo de plátanos para darle de comer a sus hijos. ¡Esos me apena más! A esos que abarrotan nuestras cárceles, los sufro más, porque ellos fueron condenados al nacer, al igual que sus hijos, “que valen menos que la bala que los mata” en falsos intercambios de disparos con la Policía, protectora de políticos corruptos, narcotraficantes y asesinos del bajo mundo, que nunca van a la cárcel.

