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El verbo procrastinar significa, en su acepción más escueta, diferir o aplazar. No es ni bueno ni malo. Sin embargo, cuando se utiliza en psicología suele tener una connotación negativa porque describe la tendencia a posponer o retrasar tareas o actividades importantes para realizar otras menos relevantes o más placenteras.

Altice

En general, el hecho de procrastinar o dejar algo para más adelante tiene que ver con dos aspectos, tal y como señala Montse Pascual, psicóloga de Ita Diagonal: “O no quiero hacer eso, o siento que no soy capaz de hacerlo (es demasiado para mí)”. En ambos casos, “la procrastinación puede causar sensación de fracaso, irritabilidad ansiedad, ya que sé que hay algo que tengo pendiente pero no lo estoy haciendo”.

Procrastinar no es sinónimo de vaguear y holgazanear, según subraya Judit Izquierdo, coordinadora de Siquia, quien apunta que, en muchos casos, “la procrastinación está vinculada más a aspectos emocionales, cognitivos y psicológicos que a la falta de voluntad de una persona para realizar tareas”.

Emociones relacionadas con procrastinar

Entre las emociones vinculadas con procrastinar, Izquierdo destaca las siguientes:

Ansiedad

Puede surgir cuando una tarea se percibe como abrumadora o estresante. Puede llevar a posponer esa tarea como una forma de reducir temporalmente la ansiedad.

Baja autoestima

Las personas con baja autoestima pueden procrastinar debido a la falta de confianza en sus habilidades o por temor a la crítica de los demás.

Dificultad para concentrarse

La falta de concentración puede dificultar el inicio y la realización de una tarea, lo que lleva a la procrastinación.

Falta de motivación intrínseca

La falta de interés o motivación personal en una tarea puede llevar a su postergación. “Las personas tienden a aplazar lo que no les resulta significativo o gratificante”, resalta la coordinadora de Siquia.

Perfeccionismo

Las personas que buscan la perfección a menudo posponen tareas porque sienten que nunca podrán hacerlas perfectamente.

Miedo al fracaso

El temor a no cumplir con las expectativas o a cometer errores puede llevar a la procrastinación. Las personas pueden posponer tareas para evitar enfrentar esa posibilidad de fracasar.

Falta de autodisciplina

La procrastinación también puede estar relacionada con la falta de habilidades de autodisciplina y autorregulación. Algunas personas pueden tener dificultades para resistir las distracciones y mantener el enfoque en una tarea.

Tareas desagradables

Las tareas que se perciben como aburridas o desagradables son más propensas a ser procrastinadas, ya que se tiende a evitar el malestar asociado con ellas.

¿Negativo o positivo? Depende

“Dejar algo para más adelante no es siempre negativo”, asegura Pascual. Sin embargo, muchas personas tienen grabado a fuego que se trata de algo malo en todas las circunstancias. Ciertas frases hechas, como “no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy” o “primero el deber y luego el placer”, pueden hacer mucho daño a algunos perfiles de personas, en opinión de la psicóloga de Ita Diagonal. 

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En especial, “hay casos o personas con un nivel de autoexigencia tan elevado que están constantemente cumpliendo con sus obligaciones de manera instantánea, exigente y rígida”. No pueden vivir sabiendo que tienen algo que hacer porque les genera un estrés o una ansiedad insoportables. “Es importante que este tipo de personas se puedan dar permiso para descansar y tener tiempo de ocio, siempre y cuando las tareas que tienen pendientes no sean de extrema urgencia”, recalca Pascual. Esta sería la frase que deberían repetirse de vez en cuando: “No siempre puedo con todo y no pasa nada; soy igual de válido/a”.

En otros casos, la procrastinación es claramente algo negativo. La coordinadora de Siquia explica las situaciones más relevantes en las que aplazar tareas para más adelante resulta perjudicial:

Tareas críticas o importantes

Procrastinar en tareas cruciales, como cumplir con plazos de trabajo o estudio para un examen importante, puede tener consecuencias negativas para el rendimiento y la calidad del trabajo.

Salud y bienestar

Posponer hábitos saludables, como hacer ejercicio, comer bien o atender a la salud mental, puede llevar a problemas de salud a largo plazo como subida de peso, ansiedad, depresión

Relaciones interpersonales

La procrastinación en la comunicación o la resolución de problemas en las relaciones personales puede generar tensiones y conflictos no resueltos, lo que puede llevar a la pérdida de relaciones con amigos o familiares.

Oportunidades perdidas

Posponer oportunidades personales o profesionales puede llevar a perder eventos o trabajos importantes.

Listas de tareas pendientes: ¿una buena idea?

Llevar una agenda e ir tachando las actividades ya realizadas ayuda a organizarse, pero en ocasiones puede resultar contraproducente. Dependerá de la actitud con la que se afronte. “El objetivo de las listas de tareas pendientes es no tener tanta carga mental”, señala Pascual. “Si tengo muchas tareas pendientes y no tengo una lista, probablemente voy a tener esas tareas constantemente en mi cabeza, impidiéndome estar en el momento presente y, además, corriendo el riesgo de que se me olvide alguna de esas tareas”.

Para que estas listas de tareas no sean algo que genera agobio, hay que verlas simplemente como “un bloc de notas para no olvidarme de las cosas que tengo que hacer, no una lista en la que debo estar constantemente poniendo checks”.

La coordinadora de Siquia coincide en señalar que una lista de tareas “puede generar una presión por querer completar todas las tareas de manera eficiente”. Esta tensión “puede aumentar la ansiedad y el estrés, lo que a su vez puede llevar a posponer las tareas”.

Además, “en lugar de concentrarse en la calidad y el valor de las tareas, algunas personas pueden obsesionarse con la cantidad de tareas de la lista”, apostilla Izquierdo. Esto puede llevar “a la realización de tareas menos importantes solo para tachar elementos de la lista, en lugar de abordar las tareas más esenciales”.

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Por lo tanto, esta forma de apuntar las actividades pendientes solo es una buena idea si se hace de una forma adecuada. Si no es así, puede generar más problemas de los que pretende resolver.

Según Pascual, “es importante que, si tengo una lista de tareas pendientes, las pueda organizar en orden de prioridad”:

  1. Importante y urgente.
     
  2. Importante y no urgente.
     
  3. No importante y urgente.
     
  4. No importante y no urgente.

En esta jerarquía no es casual que vaya antes lo importante y no urgente que lo no importante y urgente. Pascual explica el motivo: “Lo no importante y urgente seguramente es algo que, si no hago, no va a traerme consecuencias terribles, mientras que, si solo atiendo a lo urgente, dejo de lado cosas importantes que llenan mi vida, como las que se refieren al autocuidado (pedir cita con la revisión anual del dentista, pasar más tiempo con mi familia, hacer deporte…)”.

Evitar procrastinar es bueno, pero sin obsesionarse

En conclusión, hacer lo posible por no aplazar las tareas pendientes es algo bueno. El problema surge cuando se convierte en una obsesión y aparecen los sentimientos de culpa, estrés y ansiedad. Izquierdo ofrece los siguientes consejos para evitarlo en uno de los escenarios en los que es más frecuente, el laboral:

  • Establece límites de tiempo. Aunque es importante trabajar de manera eficiente, también es esencial establecer límites de tiempo para tus tareas. Esto evita que te sumerjas en el trabajo de forma interminable. Además, te permitirá tomar algún descanso para despejar la mente.
     
  • Establece un horario de trabajo. Define un horario de trabajo específico y respétalo. Esto te ayuda a separar claramente el tiempo de trabajo del tiempo personal, lo que evita que te sientas presionado constantemente.
     
  • Delega tareas. Si tienes la posibilidad, delega tareas a otros cuando sea apropiado. No necesitas asumir todo el trabajo tú mismo.
     
  • Aprende a decir “no”. No aceptes más responsabilidades de las que puedes realizar. Eso sí, aprende a decir no de manera respetuosa cuando te sientas sobrecargado.
     
  • Programa descansos. Integra pausas regulares en tu día de trabajo. Los descansos breves pueden ayudarte a recargar energías y reducir el estrés acumulado.
     
  • Define metas realistas. Establece metas de trabajo realistas y alcanzables para evitar la presión excesiva. Reconoce que no puedes hacerlo todo a la vez y que es importante establecer expectativas adecuadas.
     
  • Busca apoyo profesional. Si el estrés relacionado con el trabajo se vuelve abrumador, considera buscar apoyo de un psicólogo para aprender a manejarlo de manera efectiva.
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