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En “La libertad de la pornografía” la doctora en Derecho y profesora española Ana Valero Heredia analiza el porno desde sus orígenes a hoy. Cancelación, feminismos y tabú moral

Altice

Por Belén Marinone

Infobae.com

El pubis de una mujer en primer plano. El vello destaca por su espesor y negrura. El triángulo sugestivo en el que desembocan las piernas abiertas que invitan a mirar. No conocemos su rostro, es un cuerpo fragmentado. Esta imagen, que remite al famoso y controversial cuadro El origen del mundo, de Gustave Courbet, es la que los lectores se encuentran al tener en sus manos La libertad de la pornografía, de la doctora en Derecho constitucional y profesora española Ana Valero Heredia (Serie Gong Ediciones).

Imágenes así sacuden, escandalizan y también excitan, pero, ¿podríamos considerarla pornográfica? ¿Por qué? ¿Qué es la pornografía? ¿Debería ser censurada, regulada o considerarla como libertad de expresión y protegerla? ¿La producción y consumo del porno causa daño real en las mujeres? ¿Qué sucede con los jóvenes y la educación sexual? ¿Lo pornográfico es arte? ¿Es política?¿Y el placer? Estas son algunas preguntas que se formula Valero Heredia para abordar la representación de la sexualidad humana y la pornografía con una mirada integral en su nuevo libro de ensayo.

Desde la Grecia clásica y la antigua Roma, con sus dioses erguidos y falos erectos, pasando por el Kamasutra indio, los templos dedicados al sexo, las ilustraciones japonesas como El sueño del pescador, la literatura erótica de la Edad Media, el Renacimiento italiano hasta nuestros días, la experiencia sexual está ligada a la expresión artística de distintas formas.

“La pornografía es el discurso más importante que existe en la actualidad”, dice, contundente, Valero Heredia a Infobae Leamos por Zoom desde una Valencia azotada por la ola de calor, mientras un ventilador refresca su espalda. ¿Por qué? “En el mejor de los casos, es discurso artístico; en el peor, discurso sexista y patriarcal. O sea, siempre de relevancia pública y política”, advierte.

“La pornografía es el discurso más importante que existe en la actualidad. En el mejor de los casos, es discurso artístico; en el peor, discurso sexista y patriarcal”
Con casi 200 páginas y prólogo del cineasta, periodista y escritor español Gonzalo García-Pelayo, el recorrido que propone La libertad de la pornografía se compone de distintas aristas, incluida la jurídica. Así, temas como la libertad de expresión, el placer, los derechos a la igualdad, la integridad física y psicológica de las mujeres, la protección de la juventud y la infancia aparecen en sus páginas.

Pero también una mirada sobre la pornografía mainstream y la violencia naturalizada en ella, la grieta dentro del feminismo (¿hay que mirar porno o no?), la pornografía para mujeres, el posporno y el valor contracultural de la creación pornográfica son otros elementos sobre los que expone debates.

Según explica la autora en el libro, la historia cultural de la pornografía es la historia cultural de la humanidad porque “dicha historia es, a su vez, la de la censura de la representación del cuerpo y la sexualidad humana”. Valero Heredia cuenta que “cuando en la cultura occidental se vincula la expresión a la cultura católica, el sexo pasa a ser un tabú, obsceno, lo que debe quedar fuera de la escena pública y relegarse al ámbito estrictamente privado”.

¿Vivimos en un escenario distinto? “Culturalmente somos hijos todavía de eso, incluso en el siglo XXI, en una parte de la sociedad y por lo tanto también en nuestros representantes políticos”, opina.

Eso no se mira y no se toca
El porno es un terreno que despierta polémica. Basta recordar las famosas censuras de obras artísticas bajo el manto puritano de la “obscenidad”. Lolita, de Vladimir Nabokov; Madame Bovary, de Gustave Flaubert; El amante de Lady Chatterly, de D.H. Lawrence; las películas Último tango en París, de Bernardo Bertolucci y Saló o los 120 días de Sodoma, de Pier Paolo Passolini o el cuadro Olympia, de Manet son algunos ejemplos. “La expresión artística en general, y la pornográfica en particular, han jugado y juegan un papel fundamental en el debate público”, dice.

Ana Valero Heredia
La española Ana Valero Heredia (Serie Gong Ediciones).

Mientras los sitios porno más visitados, como Pornhub -la web pornográfica más importante del mundo con 115 millones de visitas por día y 39 millones de búsquedas- y OnlyFans, cargan millones de videos por día, los desnudos que muestran genitales, nalgas y pezones femeninos (fuera del contexto de salud o relacionados a los partos) son censurados de redes sociales. Y la sociedad mantiene a raya las “buenas costumbres” y las “normas comunitarias” en pleno siglo XXI.

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“El sexo es uno de los temas más generadores de potencial ofensa y sigue siendo incómodo”, dice Valero Heredia mientras toma agua y se disculpa por estar agobiada por el clima en España. “Hay mucha hipocresía”, afirma y recuerda qué sucedió cuando quiso promocionar su libro en Instagram.

“Tu historia infringe las normas sobre desnudos”. Con ese mensaje la red social eliminó la publicación de la tapa del libro por incumplir con las normas comunitarias, que implican “tratar con respeto a los demás”. El caso de Valero Heredia no fue el único: el pubis desnudo de una mujer es considerado ofensivo para la plataforma digital. En agosto de 2021, el póster oficial de la película Madres paralelas, del cineasta español Pedro Almodóvar, tuvo la misma suerte que la tapa del libro, pero por tener un pezón lactante en primer plano.

“Esta tendencia de la cultura de la cancelación de que todo aquello que pueda ofender los sentimientos de alguien o de un colectivo hay que impedirlo propone una infantilización de la sociedad y queremos convertir todo en lugares seguros”, advierte y agrega: “La prohibición de tratar determinados contenidos entre mayores de edad es muy preocupante”.

Porno siglo XXI
La industria del porno, que genera el 25% de las búsquedas en Google y que representa el 35% de descargas en la web, está posicionada como la tercera fuente de riqueza después del tráfico de armas y droga. “Es el momento de mayor consumo de pornografía de la historia”, afirma Valero Heredia. Pero:

— ¿Qué significa pornografía hoy?

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—No hay una sola pornografía en el siglo XXI. La de consumo mayoritario, mainstream, es casi omnipresente, con una narrativa muy machista, que cosifica a la mujer, la deshumaniza y aparece subordinada al deseo masculino y que ofrece una visión erótica del dolor femenino. La mujer aparece como un objeto sexual más que un sujeto con deseos y con capacidad de cumplirlos.

En el libro, Valero Heredia cuenta que un tercio de los videos porno que hay en Internet contienen actos de agresión física hacia las mujeres, como hacerlas vomitar, abofetearlas, asfixiarlas, escupirles y un sinfín de vejaciones. La pornografía mainstream es creada por y para hombres, en la que es ineludible la cultura de la violación. “El discurso que propaga la pornografía mainstream es la reafirmación del patriarcado en las sociedades actuales”, afirma.

Este tipo de porno es de fácil y libre acceso, detalla en el libro Valero Heredia, e incide en el desarrollo físico y psicológico de los menores de edad -propone regular, limitar y reivindicar la educación sexual en las escuelas- a la vez que expone la necesidad de proteger los derechos de las mujeres y protegerlas. ¿Cómo hacerlo? Desde la educación y la vinculación de la sexualidad con el fortalecimiento emocional y afectivo, propone.

Las grietas en el feminismo
¿Mirar porno o no mirar? He ahí la cuestión. Y mucho más controversial si una es feminista. Al respecto, la doctora en Derecho constitucional y profesora universitaria española identifica una grieta dentro de los feminismos. Por un lado, la postura “abolicionista” (que promueve prohibirla) y, por otra, la “pro-sex” (propone generar otra pornografía distinta).

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Performance de posporno que generó polémica en la Facultad de Ciencias Sociales (UBA) en 2015.

“Lo que más me preocupa”, dice, “es que determinadas corrientes -quizás la corriente mayoritaria del feminismo, al menos aquí en Europa y en España actualmente- pueda asociarse con esas otras ideologías más puritanas, centradas en el rechazo a la pornografía por cuestiones estrictamente morales y tradicionalmente asociadas al catolicismo, como sucedió en Estados Unidos en los 80″.

—¿Hay alternativa a estos relatos?

—Sí, la pornografía feminista y post porno son aquellos tipos que tratan de ofrecer narrativas completamente diversas y que cuestionan los roles de género convencionales, que la mujer sea un sujeto activo de la pornografía, con capacidad de decisión, con consentimiento, con capacidad de sentir placer, de expresarlo, de reivindicarlo. Y también todas las nuevas identidades sexuales tienen ahí su manifestación.

Cine pornográfico, como el de la guionista, directora y productora sueca y pionera en el porno feminista Erika Lust, vuelve sobre el carácter artístico de la sexualidad humana. Sus películas, centradas en los besos, en las caricias, con una elección cuidadosa de los actores y con escenas cuidadas, tienen como objetivo dar placer, a la vez que un aporte educativo. Y cambia la mirada masculina devolviéndole al porno el carácter político y subversivo que tuvo en sus inicios.

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Gemir, disfrutar y volver a poner a la sexualidad humana dentro de la escena para transformar realidades es la propuesta de La libertad de la pornografía.

“La libertad de la pornografía” (Fragmento)
La acepción moderna de pornografía

La acepción moderna de pornografía nace en el siglo XIX, en contraposición precisamente con la acepción clásica. Y en ello juega un papel trascendental el descubrimiento de la ciudad romana de Pompeya en 1748 que, como es sabido, había sido sepultada por la erupción del Vesubio casi diecisiete siglos antes. Se trató de un descubrimiento que reveló como ningún otro la verdadera forma de vida de nuestros ancestros, en la que la sexualidad era una faceta cardinal de la vida pública.

Las numerosas imágenes del acto copulativo o de falos erectos en las paredes de todas las estancias de las casas y de los edificios públicos, horrorizaron tanto como fascinaron a sus descubridores, que decidieron ocultarlas de la vista del gran público. Entre los primeros objetos desenterrados se encontraba una figura tallada en mármol del dios romano Pan teniendo relaciones sexuales con una cabra. La respuesta a dicho descubrimiento fue el comienzo de un proceso iniciado con la creación del Secret Museum o Gabineto Segretto en Nápoles en 1821, para esconder esta y toda la imaginería sexual descubierta, que culminaría con la prohibición legal de los materiales sexualmente explícitos.

No cabe duda, por tanto, de que el concepto moderno de pornografía, que pervive en parte hasta el día de hoy, surge en la era victoriana del siglo XIX para definir toda expresión sexual contraria al estricto código moral hegemónico de la época. Así, frente a la acepción clásica, vinculada al placer sexual, la acepción moderna de pornografía, no existente en la mayoría de las culturas distintas a la occidental, es una acepción moralmente peyorativa empleada para catalogar la expresión sexualmente explícita que violenta las normas sociales de la decencia.

Es a partir del siglo XIX cuando el control de las representaciones sexuales explícitas por los poderes públicos comienza a formularse en términos morales, lo que permitió hablar por primera vez de obras «indecentes» o «licenciosas». Cabe afirmar, por tanto, que la democratización en el acceso a los contenidos sexuales explícitos conllevó su prohibición y persecución. Siguiendo a Ogien en este punto, «la pornografía se inventa para controlar la difusión de las representaciones indecorosas más allá de los círculos distinguidos, bajo el pretexto de que son repugnantes, inmorales y peligrosas».

“La acepción moderna de pornografía, no existente en la mayoría de las culturas distintas a la occidental, es una acepción moralmente peyorativa”
Ligado a lo anterior surge la categoría jurídica de obscenidad, para perseguir lo que el impulsor de la Ley de Publicaciones Obscenas británica de 1857, lord Campbell, calificó de «el veneno más mortal». Y se establecieron procedimientos sumarios para la incautación y destrucción de materiales obscenos en la mayor parte de los países europeos y en Estados Unidos.

En el ámbito continental, la primera restricción a la ley de libertad de prensa francesa provino del delito de «ultraje aux bonnes mœurs», introducido en el Código Penal francés en 1810. Siendo una de sus más famosas aplicaciones la multa de trescientos francos impuestos a Baudelaire por ultraje a la moral pública por la publicación de Les fleurs du mal en 1857. Este tipo delictivo fue incluido, asimismo, en las legislaciones y en las doctrinas penales de la mayor parte de los países de tradición jurídica continental. Aparece en este momento un concepto jurídico tan indefinido como el de «moral pública» que acabaría penetrando en el lenguaje de los tratados internacionales del siglo XX, así como en la construcción constitucional del propio derecho a la libertad de expresión después de la Segunda Guerra Mundial.

Quién es Ana Valero Heredia
♦ Nació en Valencia, España. Es doctora en Derecho Constitucional desde 2007 y Profesora Titular de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM).

♦ Como docente ejerció la docencia e hizo investigaciones en el Trinity College de Dublín, La Sorbona de Paría, La Sapienza de Roma y la Northwestern University de Chicago.

♦ Ha publicado trabajos sobre la libertad de conciencia del menor de edad, la laicidad del Estado y la cultura de la cancelación, entre otras.

♦ Colabora en varios medios de comunicación y asesora a distintos colectivos sociales y organismos públicos.

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