Carme Chaparro,Yahoo Noticias•24 de abril de 2018
Decían que los machos se habían calmado un poco. Que tras sus duelos de testosterona de los últimos encuentros -en los que incluso la prensa llegó a medir la fuerza con la que cada uno apretaba la mano al otro-, esta vez Trump y Macron se iban a comportar. De verdad.
Que iban a jugar a los amiguetes.
Pero en las fotografías de la llegada del presidente francés a la Casa Blanca yo solo veo una cosa: tacones. Y césped sobre tierra blanda. Blandita. Jugosa. De esa en la que te hundes hasta el tobillo.
Los tacones de las esposas de los dos dirigentes clavándose en el césped del jardín presidencial. Los tobillos intentando no partirse. Las piernas procurando aguantar el equilibrio. Los cuerpos tratando de mantenerse erguidos.
Mientras ellos tienen cara de relax y parecen conversar animosamente, ellas solo pueden ocuparse de una cosa: poner todo su empeño, fuerza y concentración no solo en no caerse, sino en caminar de manera digna. A pesar de los taconazos de aguja de diez centímetros, de los vestidos ceñidos, de la tierra hundiéndose bajo sus pies.
Todos los esfuerzos de las dos primeras damas focalizados en mantener la dignidad. Plantación de árbol incluida, como si el paseíto desde el helicóptero no fuera suficiente.
Cualquier mujer que haya intentado caminar con tacones sobre césped sabrá que es imposible. Y menos, con esos estilettos infernales que calzan los pies de las dos señoras. Obsérvese el tamaño y la longitud de las máquinas de tortura. Y obsérvese también -en esta siguiente foto- las caras de relax de las dos damas caminando ya sobre tierra firme. Sonríen y todo.
Vean el cambio en la actitud de las dos señoras entre las dos primeras fotografías y esta última. Y eso que siguen subidas a esa altura imposible, con sus vestidos cortos.
Las mujeres seguimos utilizando una gran cantidad de recursos -tiempo, dinero, energía…- en dar lo que el mundo considera que debemos dar como mejor imagen nuestra. Ahora imaginen que una de esas dos primeras damas fuera primera ministra, y tuviera que caminar por ese césped con esos tacones al lado del primer ministro de otro país, cómodamente calzado con zapato plano. ¿Podría mantener la concentración en la charla? ¿Podría centrarse en lo importante?