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Por JUAN T H 

Altice

Esta tierra es mía por derecho. 

Nací en ella antes que la memoria, 

el recuerdo no tenía antecedentes en mí existencia. 

En estas tierra nací, 

primero que la voz y la palabra, 

primero que los números, la aritmética y la ciencia, nací. 

mis ancestros les pusieron nombres a los ríos, 

a los árboles, 

a las flores,  

a las mariposas de otoño, 

a los frutos que nacieron silvestre, 

a las olas y las playas, 

a las cosas sin nombre, 

al monte y al llano, 

a las montañas y los mares. 

Nací en estas tierras hace millones de años, 

al igual que mis hermanos y mis hermanas; 

mis hijos también nacieron en estas tierras, 

y los hijos de mis hijos 

generaciones tras generaciones. 

Cuando nada era de nadie, 

cuando todo era de todos, 

ya los míos estaban aquí, en estas tierras, 

construyendo la vida, 

venciendo la muerte, 

luchando contra la hostil madre naturaleza, 

venciéndola, 

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cazando entre los bosques y los matorrales, 

venciendo selvas indomables,  

para poder sobrevivir. 

Cuando comenzó la historia, 

ya los míos estaban en estas tierras, 

antes que el fuego y la carreta, 

el escudo y la lanza, 

que el hierro y el acero, 

que el fusil y la pistola 

la agricultura y la guerra entre los hombres, 

ya mis ancestros, indefensos y pacífico, estaban en estas tierras “santas”. 

Cuando el amor era libre como el viento, 

cuando la lluvia era una bendición del cielo, 

el Sol un Dios que iluminaba el día 

y la luna una diosa que daba luz a la noche 

y las estrellas un espectáculo indescriptible 

cubierta por un manto azul y lejano que la iluminaba, 

ya los míos estaban aquí. 

Cuando los mitos y las leyendas no se habían escrito, 

cuando los dioses eran dioses, no hombres vomitando fuego, 

cuando no habían nacido las religiones, 

cuando no se había escrito la Biblia, 

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ya mis ancestros estaban en estas tierras. 

Ahora, miles de años después, me dicen que mi tierra no es mi tierra, 

que debo irme, 

que tengo que dejar mis muertos ancestrales, 

mi historia, mi cultura, mi vida. 

Me dicen, con la fuerza de la metralla y los misiles,  

que mi tierra no es mi tierra, 

que debo irme o pagar con la muerte las consecuencias, 

que mi país no es mi país, que soy un apátrida, 

que mi religión no es mi religión, 

que mi lengua no es mi lengua, 

que debo enterrar hasta la cultura que mi hizo ser quien soy. 

me expulsan de mi tierra, 

me hacen la guerra implacablemente, 

violan y matan mi mujer, 

secuestran y asesinan a mis hijos. 

Un genocidio pretende borrarme de la faz de la tierra. 

¡De mi tierra! 

¡Un holocausto! 

¡Oh, Dios! 

¡Oh, Dios! 

¿Dónde estás? 

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