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VÍA CONTRARIA

Por Víctor Bautista

Twitter: @ViktorBautista

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Uno de los temas que atrae más opinión, críticas, análisis y propuestas –plasmados en millones de palabras que pululan en vídeos, audios, libros, periódicos, revistas, blogs y otras publicaciones- es el institucional, especialmente enfocado a las debilidades que, históricamente, acusa la República Dominicana en esa materia.

Altice

Casi todos los abordajes colocan en el epicentro de esa crisis a los distintos gobiernos que ha tenido el país, culpados –en mayor o menor medida- de convertir las instituciones dominicanas en chiqueros, usarlas como instrumentos a su antojo y mancillarlas.

El discurso sobre el particular es muy activo y constituye la razón de ser de organizaciones de la sociedad civil cuyos fondos financieros –provenientes de fuentes locales y externas- dependen de cuan aguerridas sean en la exposición del problema, donde por cierto está muy ausente la autocrítica.

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Me impresiona como, con el comprometedor caso Odebrecht, se exhiben en las redes, y en algunos medios ordinarios, unas oleadas desaprensivas para quienes no tiene validez, ni existe, la presunción de inocencia.

Apuestan por un juicio sumario, con jueces timoratos y aterrorizados por el estado de opinión, que complazcan su determinación y deseo de que a todos los acusados se le ate una piedra de molino al cuello y sean lanzados a mar. La falta de credibilidad en la justicia, la treta política frecuente y un ministerio público cautivo del poder gobernante, generan estos comportamientos que Atalí llama falta de fe en el Estado.

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Sin dudas, la presión social tiene, en este caso, un valor inestimable para que haya consecuencias contra todos los hallados culpables y para que se incluyan en el expediente a personas que la lógica, la coyuntura histórica y el tramo de los hechos demandan su presencia en la justicia, con todo el derecho a la defensa y a un proceso estrictamente apegado a las leyes.

Dejar que la justicia funcione no excluye la criticidad ni la libre expresión, desarrolladas con la conciencia de que debemos vivir en un estado de derechos y no en un paredón.

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