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JUAN T H

Altice

La campaña reeleccionista comenzó –lo he dicho otras veces- el día de la toma de posesión del segundo mandato del presidente Danilo Medina. Desde ese día, hasta hoy, todas las acciones del mandatario tienen un matiz proselitista. Un gobernante sin ambiciones continuistas no da “primer picazo” ni “primer palazo”; no inaugura obras públicas, no realiza “visitas sorpresas” todas las semanas regalando dinero como si fuera suyo, rompiendo la institucionalidad; no gasta mil 500 millones de pesos al años en miserables cajas  navideñas; no busca el control de los poderes del Estado incluyendo los fácticos. Un estadista no corrompe ni se corrompe. Por lo tanto no teme salir del gobierno, porque el que “no tiene hechas no tiene sospechas”.

El presidente, como muchos otros a lo largo de nuestra fatídica historia, querrá continuar en el gobierno, satisfaciendo a sus correligionarios más cercanos que no se imaginan fuera del poder y enfrentando a la justicia con posibilidades de terminar en la cárcel, pero la situación política, económica y social, no se lo permitirá.

Podrá hacer lo que hizo cuando compró el Congreso para modificar la Constitución. Podrá incluso comprar la JCE y el TSE otra vez, algo que en esta ocasión pongo en duda, pero aun así, la reelección no será posible.

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La correlación de fuerzas cada día favorece menos un tercer mandato, tanto en el plano nacional como internacional. Aunque Estados Unidos ya no es el único dueño del mundo, su influencia en Latinoamérica sigue siendo determinante desde el punto de vista geopolítico. (La experiencia de un tercer mandato en la región ha sido un desastre)

Todas las encuestas, incluyendo la que están sesgadas, coinciden en un rechazo mayoritario a la modificación constitucional y la reelección. La popularidad del presidente no sólo ha descendido, sino que continuarán, como dice el tango, “cuesta abajo en su rodada”, debido a múltiples factores, entre ellos el deterioro de la situación económica que se reflejará en la delincuencia, alto costo de la vida, desempleo, inseguridad, etc., provocando luchas populares que irán  creando un rechazo cada vez mayor  hacia el PLD y su gobierno.

Por otro lado, la modificación constitucional dividirá al PLD. No es cierto que Leonel Fernández tenga un “déficit de confianza” entre sus seguidores por su falta de coraje y toma de decisión. Sus últimas declaraciones y las de sus colaboradores demuestran todo lo contrario, por lo menos en esta ocasión. Como dicen en el campo, “el pleito está casao”.

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Danilo es ciego, sordo y mudo, pero no loco.

Dada la situación lo más probable es que busque un acuerdo con Leonel mediante el cual ninguno salga muy perjudicado porque “es mejor arriba con presión que abajo con depresión”, y en la cárcel.

Sin embargo, el PLD no está solo en el escenario político. Cualquier candidato oficial tendrá más debilidades que fortalezas. Los potenciales candidatos, incluyendo a Leonel, tienen colas muy largas producto de la corrupción y de 20 años en el poder, endeudando y corrompiendo el país sin resolver sus problemas fundamentales. Todo lo contrario, agravándolos. (La vaina es que Danilo no confía en Leonel. Y viceversa)

Según versiones callejeras, el hombre que en principio quería “cuatro años y ni un día más, ni volver en intervalo de tiempo”,  desea que le quiten el “nunca jamás”, ya sea mediante el Tribunal Constitucional o una asamblea revisora del Congreso, de tal modo que pasado el cuatrienio venidero pueda intentar volver.

Este 2019 no será fácil para los partidos grandes, sobre todo para el PLD que no tiene candidaturas sólidas. Leonel no es un buen candidato. Danilo tampoco. Ninguno tiene a su lado una figuras que puedan sustituirlo.

La fábrica de presidentes desapareció generando un déficit real, no imaginario.

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