Esta semana se supo que Bruce Willis padece afasia y que su carrera llegó a su fin. El comienzo fue con Moonlighting, una serie que a mediados de los ochenta revolucionó la televisión y lo lanzó al estrellato. La relación con Cybill Sheperd, la química sexual, las peleas feroces. La ruptura de la cuarta pared. La Maldición Moonlighting
El martes 3 de marzo de 1985 por la noche se emitía en la televisión norteamericana por primera vez una serie que no generaba mayores expectativas. Faltaba un mes y medio para finalizar la temporada pero el programa anterior tenía ratings demasiados bajos como para mantenerlo en el aire. Los directivos le dieron la oportunidad a Moonlighting, una creación del productor Glenn Gordon Caron.
La pareja protagónica no le decía nada a la audiencia. Una bella actriz que hacía mucho tiempo que no tenía un éxito; el pasaje a la televisión era considerado como un descenso en su carrera, un intento casi desesperado por reflotarla. Cybill Sheperd había conocido tiempos mejores. Last Picture Show de Bogdanovich y Taxi Driver de Scorsese entre otros. Pero desde hacía una década todos eran fracasos. Mantenía, por supuesto, su belleza demoledora y los aires de diva. Bruce Willis, su contrafigura, era absolutamente desconocido. Sus antecedentes, magros, eran un papel menor en algún capítulo de Miami Vice y una obra de teatro alternativa. Mientras tanto, mientras esperaba una oportunidad, se ganaba la vida atendiendo la barra de un bar.
Glenn Gordon Caron probó con muchos actores hasta encontrar a su David Addison ideal. Casi una quincena. En algún momento pareció que Tim Matheson se quedaría con el papel. Matheson había actuado en Animal House y en Fletch (tiempo después tuvo también la chance de ser Indiana Jones). Pero cuando apareció ese joven con el pelo medio punk y los pantalones rotos, con esa voz estentórea, supo que tenía al protagonista masculino. Caron, desde el principio, tuvo claro que pretendía. Les explicaba a los directivos del canal que si Moonlighting fuera una película, los protagonistas deberías ser Jessica Lange y Bill Murray. Bruce Willis fue su inesperado Bill Murray.
Ni siquiera el productor y creador tenía demasiadas esperanzas en el producto. Había participado en Remington Steele y gracias a eso había conseguido un contrato por el cual el canal se comprometía a producir y considerar tres pilotos para posibles series. Los dos primeros intentos se los rechazaron de plano. Le quedaba una sola chance. Le pidieron una historia de detectives. El problema era que a Caron no le gustaban las series de detectives. Así que para satisfacer el pedido buscó darle una vuelta al género. Reírse de él, encontrar puntos de fuga y bucear en novedades formales.