Esto representa un peligro significativo que va más allá de la simple difusión de falsedades. Según las fuentes, uno de sus impactos más perniciosos es su capacidad para desviar la atención de la población de los problemas cruciales que requieren su escrutinio y seguimiento. Esto erosiona el debate público informado y la fiscalización ciudadana.
Este fenómeno opera creando “cortinas de humo” o narrativas distorsionadas que capturan el interés y la preocupación del público, relegando a un segundo plano asuntos de importancia fundamental para el desarrollo social, económico y político del país. La desinformación puede ser utilizada estratégicamente para manipular la opinión pública, generar pánico, polarizar a la sociedad e, incluso, influir en procesos electorales.
Los mecanismos mediante los cuales la desinformación desvía la atención incluyen:
1. Creación de crisis artificiales o exageradas:
Al magnificar ciertos eventos o inventar amenazas, la desinformación puede consumir el ancho de banda informativo y la preocupación ciudadana. Esto deja poco espacio para la discusión de problemas preexistentes o emergentes, como la corrupción…, la calidad de los servicios públicos (salud, educación), la seguridad ciudadana en sus dimensiones reales…, la desigualdad económica… o los desafíos medioambientales…. Un ejemplo es el video manipulado con inteligencia artificial.
2. Manipulación emocional:
Las noticias falsas a menudo apelan a emociones como el miedo, la indignación o la esperanza infundada para asegurar su viralización. Esta carga emocional dificulta el análisis racional de la información y lleva a la ciudadanía a enfocarse en debates estériles o en la defensa de posturas basadas en premisas falsas.
3. Erosión de la confianza:
La constante exposición a información contradictoria y falsa socava la confianza en las instituciones (democráticas, gubernamentales), en los medios de comunicación tradicionales y en los liderazgos. Esta desconfianza generalizada puede generar apatía o cinismo, llevando a los ciudadanos a desconectarse del acontecer nacional y de su rol en la exigencia de soluciones a los problemas reales.
4. Deslegitimación de reclamos genuinos:
Las campañas de desinformación pueden ser utilizadas para desacreditar movimientos sociales, denuncias de corrupción o críticas fundadas contra actores de poder. Al etiquetar estos reclamos como “noticias falsas” o “campañas de descrédito”, se busca neutralizar su impacto y desviar la atención de las problemáticas que señalan.
5. Enfoque en lo trivial o lo políticamente conveniente:
Los creadores y propagadores de desinformación pueden tener interés en que la discusión pública se centre en temas superficiales, escándalos fabricados o narrativas que favorecen a determinados grupos políticos o económicos. Esto asegura que los problemas estructurales que requieren atención sostenida y soluciones complejas no reciban la prioridad necesaria en la agenda pública y mediática. La distorsión mediática tras el colapso del techo de la discoteca Jet Set, con especulaciones sin fuente verificada, es un ejemplo donde la inmediatez y el entretenimiento para el algoritmo eclipsaron la tragedia real.
Cuando la población no está enfocada en los problemas reales, se debilita la capacidad de la sociedad para exigir rendición de cuentas y para participar de manera efectiva en la toma de decisiones. La desinformación obstaculiza la formación de una opinión pública bien fundamentada, esencial para el funcionamiento saludable de la democracia. Si la ciudadanía está distraída o engañada, es menos probable que exija mejoras en áreas críticas como la justicia, la transparencia administrativa, la protección del medio ambiente o el desarrollo económico inclusivo. El efecto acumulativo de un ecosistema informativo contaminado es la dispersión del enfoque cívico.
La desinformación, junto con la polarización social, agrava la gobernabilidad, dificultando respuestas efectivas ante los desafíos. La profunda desinformación también impide la cohesión social, generando fragmentación que aleja los proyectos comunes y el sentido de pertenencia.