El pánico al contagio y al confinamiento tras el endurecimiento de medidas por el COVID-19 provocó que neoyorquinos adinerados salieran prácticamente corriendo para alquilar residencias en lugares menos afectados por el virus.
Unas 420 mil personas adineradas han salido de esta ciudad entre el primero de marzo y el primero de mayo por el COVID-19, según datos publicados este viernes por The New York Times.
Las estimaciones del periódico, basadas en datos facilitados por una empresa de análisis de geolocalización (localización de teléfonos móviles) indica que un 5 % de los habitantes de la Gran Manzana dejaron sus hogares para pasar la pandemia en lugares menos golpeados por el COVID-19.
En barrios como el Upper East Side, el West Village, SoHo o Brooklyn Heights la población se redujo durante la crisis en torno a un 40 % o más.
Los sectores donde la población se ha reducido en más de un 25 % tienen en su conjunto un promedio de ingresos brutos anuales de cerca de 120.000 dólares por hogar, casi el doble que el resto de la ciudad, y uno de cada tres ingresa más de 200 mil dólares al año, un porcentaje que en los demás apenas llega al 7 %.
Los residentes en esas zonas son principalmente blancos (68 %), mientras que en los barrios restantes esta raza supone únicamente un 28 % de la población, según los datos.
En los Hamptons, un sitio de vacaciones para los estadounidenses más ricos, en el condado de Suffolk-Long Island y el Valle del Hudson, al norte del estado caracterizado por grandes casas y granjas, para alejarse así de la ciudad de NY los alquileres de residencias subieron estrepitosamente, han publicado otros medios.
Un conocido agente inmobiliario con la compañía Corcorán, alquiló una residencia frente al mar a una familia que pagó 100.000 dólares por el mes de abril.
Otro agente inmobiliario de la zona, Christopher Covert, de la firma Saunders, destacó que los precios de casas que durante la temporada invernal se alquilan por 5.000 dólares al mes se ha disparado hasta alcanzar los 30.000 dólares mensuales, ante la demanda de los neoyorquinos que pueden pagar por ello.
Por Ramón Mercedes