VISIÓN GLOBAL
La evaluación de una gestión de Gobierno siempre será una tarea difícil, subjetiva y cargada de la emoción propia del ser humano, en la que, probablemente, no actúa el cerebro sino el corazón.
Nos referimos a que los aspectos relacionados con el grado de simpatía o de desafección van a ser determinantes al pasar balance. En esto el llamado técnico seco queda relegado.
Es por ello que el análisis sobre el desempeño del presidente Luis Abinader en su primer año no puede estar exento de estas condicionantes.
En mi caso también caigo en lo emocional y digo que el simple hecho—que no es tan simple, por cierto—de tener a Abinader de presidente y no a Danilo Medina, es una ganancia neta para la salud de este país.
Ahora, entrando al plano más racional podemos decir que los 365 días de la administración de Abinader reúnen aspectos más positivos que los negativos, si nos remitimos al hecho de que asumió el Gobierno en condiciones que hacían temblar a cualquiera, máxime a un gobernante que se estrenaba en la peliaguda tarea de dirigir un país.
El 16 de agosto de 2020, cuando el candidato electo en julio se convertía en presidente, nuestro país tocaba fondo, prácticamente cerrado como consecuencia del estado de emergencia decretado para enfrentar la pandemia de coronavirus, las empresas casi colapsadas y la economía, en términos macros, en negativo y perdiendo más.
Los hospitales estaban abarrotados de enfermos de COVID-19, los laboratorios clínicos no podían responder a la demanda de pruebas, las mascarillas eran un negocio de familiares y allegados de Medina, en fin, nos encaminábamos a la “fantasmización” del país, si cabe inventarse ese término.
Y aunque ya se sabía que el mundo científico trabajaba en una vacuna para atenuar los efectos letales del contagio, la administración pasada no había encargado ni una jeringa, en atención a que ello no representaba negocio para los aprovechados.
El diligente accionar del Gobierno en ese sentido le sirve para una valoración positiva de su primer año, si tomamos en cuenta que países con más recursos que nosotros empezaron último que nosotros a vacunar a su población.
Gracias a ese temprano esfuerzo se ha podido ir retomando, aunque de forma paulatinamente, pero segura, una normalización que se traduce en la reactivación económica ligeramente razonable con sus efectos positivos, por ejemplo, en el turismo, actividad que revitaliza otros sectores que encadenan producción y servicios con las operaciones turísticas.
Es decir, lo que pudo haber sido un año perdido por la crisis sanitaria y sus derivadas, no lo ha sido al extremo. Y aquí estamos, con nuevas esperanzas.
Por Nelson Encarnación