Por JUAN T H
El 29 de este noviembre el cantautor cubano Silvio Rodríguez cumplió sus primeros 76 años de edad, de los muchos que le quedan por vivir, por lo menos en el corazón de los amantes de la música popular comprometida con el amor, la libertad, la justicia y el compromiso con los pueblos del mundo, sobre todo de Cuba. Una vida plena, llena de sacrificios y satisfacciones por el deber cumplido. Una vida fructífera, que dejará sus huellas en la cultura, su impronta en la canción, como un elegido que ha sido por los dioses del arte.
Su natalicio se produce días después de la muerte de su compañero, amigo y hermano, Pablo Milanés, que a pesar de las diferencias que por algunos años los mantuvieron separados, se amaron entrañablemente, como me lo confesara el propio Pablito en más de una ocasión, tanto en la Habana, como en Santo Domingo. (A esos, me dije un día, ¡no los separará ni la muerte!)
Silvio ha pasado por momentos dolorosos: vio partir a Noel Nicola, otro fundador de la Nueva Trova, con quien compartió momentos inolvidables; no ha pasado mucho cuando cayó, abatido por un infarto fulminante Vicente Feliú. Hace poco más de un año Silvio vio irse al español Luís Eduardo Aute. Son muchos los compañeros, amigos y hermanos que en estos 75 años de carrera artística, Silvio ha llorado amargamente.
Creador de la Nueva Trova Cubana junto a otros cantores como Pablo Milanés, Noel Nicola y Eduardo Ramos, entre muchos otros, no es el artista que un buen día empuñó una guitarra como si fuera UN fusil, paseándola por todos los continentes, haciendo canciones de amor y desamor, más de propuestas que de protestas, como diría el uruguayo Daniel Viglietti; canciones no comerciales o convencionales, ni estereotipadas.
(Sin temor a equivocarme, Silvio ha sido el cantautor más influyente tanto en Cuba como en Latinoamérica)
El autor de “Ojalá”, “Pequeña Serenata Diurna”, “Hoy mi deber era”, “Nuestro tema de amor”, “Oleo de Mujer con Sombrero”, “Cita con Ángeles”, “¿Yo digo que las estrellas”, “A Salvador Allende, en su combate por la vida”, “Ángel para un final”, “En el jardín de la noche”, “El papalote”, entre muchas otras piezas que forman parte del cancionero latinoamericano de los que nos formamos culturalmente al influjo de sus creaciones junto con las de Pablito, Noel, Sara González, Amaury Pérez, Joan Manuel Serrat, Víctor Manuel, Ana Belén y Luís Eduardo Aute, entre muchos otros.
Estando en la República Dominicana, actuando en la provincia Peravia, Baní, le escribí este poema mientras lo observaba, que hoy comparto con los amables lectores.
Silvio
“A propósito del concierto en Baní, la tierra de Máximo Gómez, General en jefe de las tropas revolucionarias cubanas en la guerra de independencia de Cuba. 30 de octubre de 2014.
Nostálgico y sereno.
Ensimismado, taciturno, melancólico y triste,
Como quien arrastra una pena.
Introvertido como los muertos de la vieja Habana.
Inconmovible, lejano y melódico.
A los lejos, en un escenario, en contumacia,
Como si estuviera ausente en medio de la multitud
Que lo aplaude con la conciencia entre las palmas.
Un Dios que canta un “son desangrado”
de amor y desamor.
Que se pregunta “a dónde van” las cosas que vamos
dejado en el camino
Poeta de la Revolución, de la tristeza, del amor
Y la esperanza.
Pastor de imágenes que se desnudan
en la noche
para nacer al día siguiente como canción inolvidable.
Ilusionistas imperturbables que “engendra melodías”
Universales en la isla del comandante,
Con su “pequeña serenata diurna” pidiéndole perdón
a los muertos.
Un guerrillero con su guitarra al ristre, cantando,
En la Sierra de Camilo y del Ché.
Un astro iluminado en el Granma en las aguas del Caribe,
Defensor de la revolución en “Playa Girán”.
Un trovador cantando en la Plaza frente al malecón,
Porque su deber es “cantarle a la patria, alzar la bandera
Y sumarse a la plaza”.
Un “Unicornio azul” cabalgando en un “rabo de nube
Como si fuera una esperanza,
Como “esperando abril” para montarse en su “papalote”
Infantil de sueños y quimeras
Sin importarle las “causas y los azares” del pueblo que
lucha contra serpientes.
Un duende que marcha por la legendaria Plaza de la Revolución gritando “fusil contra fusil”.
Y porque “la era está pariendo un corazón
Cada 26 de Julio,
Que se muere de dolor y de pena por el bloqueo
Del imperio “asesino de niños”
Provocando aquella “cita con ángeles de la tierra
Que no morirán jamás,
Sembrando “días y flores” en la sonrisa de los pioneros de guerra.
Seguro de que “al final de este viaje” por la vida
la historia lo absolverá,
cantando “¡ojalá!”, “la gota de rocío”.
“una mujer con sombrero”, “la masa”, “canto arena”,
Fábula de los tres hermanos”, “¿a dónde van?”, mujeres y su pequeña serenata diurna”,
En los barrios de Santiago, capital de la Revolución,
Porque Fidel le dijo “Patria o Muerte” en la “tumba del joven soldado”
Que murió en Dos Ríos,
En el Moncada o en Playa Girón,
Haciendo revolución confiado en el porvenir,
Porque “la cobardía es asunto de los hombres, no de los amantes”
Seguirá luchando como un “necio” por la libertad y la independencia de su pueblo,
Sin temor a que la revolución se venga abajo.
Y ahí va, “haciendo camino al andar”,
Matando canallas con su cañón de futuro” seguro de la victoria, con su guitarra al hombro,
Que es más que un fusil”.