Por Miguel Ángel Cid Cid
El ardor del látigo, librarse de la cárcel y las mieles oficiales, mantenían las renuncias a la orden del día. Cuando sólo dimitían dos o tres del PLD nadie les hacía caso. El éxodo era una zozobra que impedía el sosiego, necesario para iniciar la recomposición. ¿Será que ahora hay demasiado reposo?
Que el Partido de la Liberación Dominicana se mantiene en la incertidumbre que lo asaltó desde que salió del Poder, cierto. Que cada día son menos los que renuncian a su militancia morada, cierto. Que los peledeístas desarrollan en perfecto orden las actividades propias del partido, cierto.
Por igual, es verdadero que el ambiente entre sectores de la cúpula morada se percibe como si fuera una guerra fría, de baja intensidad. Una guerra propia de grupúsculos que sólo creen en las reglas que los benefician a ellos de manera directa.
Mal haría el Comité Político peledeista si le hiciera caso —tal como sucedió en el 2024— a esos falsos líderes agoreros. Las evidencias sobran, basta una simple mirada para saber quién, o quienes están creando ruido para forzar de nuevo su elección.
O sea, para escoger el candidato presidencial del PLD para las elecciones de 2024 se dieron dos pasos. Primero, se realizó una consulta ciudadana que eligió, entre los aspirantes, a un sólo precandidato. Segundo, se celebraron las primarias establecidas legalmente. En estas se confirmó como candidato oficial al precandidato salido de la consulta ciudadana.
El candidato preseleccionado y luego confirmado estaba orondo, el método lo favoreció con creses. Todo se hizo en un marco de institucionalidad, respetando los estatutos y las instancias de dirección del partido. Todo se hizo acorde a la legalidad, acorde a las leyes vigentes.
El PLD, no obstante, se propone repetir el proceso llevado a cabo en el 2024. Es decir, quieren elegir un único precandidato en 2026 y confirmarlo en 2027 como el candidato oficial a la presidencia de la República para las elecciones de 2028. Para evitar violar la Ley electoral.
Pero resulta que, los mismos que ayer estaban alegres con el método aplicado, ahora es todo lo contrario. Ellos pretenden que se cree una nueva modalidad de escogencia. Regla con la que estos puedan volver a imponerse en base al chantaje. No conocen otro régimen.
A dónde quedó la capacidad metodológica responsable de la disciplina, la unidad y el consenso dentro del partido morado.
Los atributos señalados dieron fortaleza férrea al partido creado por Juan Bosch. Parce que eso se revirtió, ahora priman los intereses particulares. Sean de grupos o de personas engreídas. Personas que se creen islas de poder.
¿Qué aporta —si es que aporta algo— este barullo organizacional a la reconstrucción del PLD como organización política?
¿Por qué la cúpula peledeista no se decide a aplicar la disciplina partidaria que le dio fortaleza, por qué el temor a expulsar a los violadores de las reglas?
A los agoreros que pretenden volver a pescar en rio revuelto —como en el pasado— si insisten en imponerse. En el 2028 les ira peor que antes. Los malos pescadores deberían aprender de las experiencias.
Y la experiencia en la corporación morada dice que es más fácil llegar a ser presidente con el partido en el gobierno. Para confirmar lo que digo sólo tienen que preguntarle al expresidente Danilo Medina sobre qué fue lo que sucedió en el 2004. Cómo fue que él —Medina— creo las condiciones para ascender las escaleras del Palacio Nacional en el 2012.
El morbo se cebaba con la salida de un ¿líder?, seguido por cientos de acólitos. Ahora pasa todo lo contrario, cada vez son menos los que abandonan la casa morada.
El tiempo de la recuperación esta cerca. Toda vez que los verdugos se están cansando de dar fuete.
Miguel Ángel Cid
[email protected] Twitter: @miguelcid1