JUAN T H
Muchos dirigentes políticos de la oposición consideran que la crisis que sacude al Partido de la Liberación Dominicana servirá para derrotarlo en las elecciones del próximo año. No lo creo. Un partido con vocación y ambición de poder permanente, que no cree en la alternabilidad y para quien la democracia es tan solo una palabra, no permitirá una derrota electoral con el voto de un pueblo miserable que vende su conciencia cada cuatro años.
(Dos millones 700 mil dominicanos y dominicanas están en los programas clientelares del gobierno que el PLD utiliza políticamente para extorsionar y chantajear a esa inmensa masa humana)
Los dirigentes de ese partido no cometerán el mismo error del 2000 cuando Hipólito Mejía los venció. Aún recuerdo como lloraban; los recuerdo de rodillas, llenos de lágrimas, en la casa de Joaquín Balaguer implorándole que aprobara una “segunda vuelta”; recuerdo como desalojaban las oficinas públicas llevándose computadoras, aires acondicionados, cuadros costosísimos, vehículos, etc. Se llevaron impunemente todo cuanto pudieron, a tal punto que durante el primer y segundo mes del nuevo gobierno no había dinero para pagar la nómina del Estado. (En los archivos están los videos, las fotos y algunas crónicas periodísticas)
Es verdad que la crisis del PLD es más profunda de lo que la gente piensa, pero nada une más que el poder y los intereses económicos. Entidades financieras internacionales aseguran que la corrupción le cuesta al pueblo alrededor de 150 mil millones de pesos todos los años, lo que nos coloca entre los países más corruptos del mundo. (Calcúlelo por 16 y le dará una suma exorbitante que bien pudo ser invertida en escuelas, hospitales, carreteras, calles, seguridad ciudadana y social, protección del medio ambiente, viviendas, energía eléctrica, ciencia y tecnología)
La impunidad ha reinado durante todos estos años. Alrededor de 300 denuncias de corrupción sin que nadie haya terminado en la cárcel.
Los honorables miembros del Comité Político no son tontos; saben que un cambio de gobierno es un peligro, que no tendrán tanta suerte como hace 16 años cuando el PRD se impuso por un escaso margen.
Los dirigentes opositores que están sentados esperando que el PLD se autodestruya creyendo que “solo el PLD derrota al PLD” no están viendo “más allá de la curva”, como decía Peña Gómez. Un partido que controla todos los poderes incluyendo los fácticos, como he dicho muchas veces, que ha acumulado todo el dinero del mundo -¡más un peso!- no lo pone en peligro. Al final –ya lo verán- se pondrán de acuerdo, porque es mejor arriba con presión y depresión, que abajo y en la cárcel.
Al PLD hay que arrebatarle el poder; ganarle mucho a poco, imponerse a fuerza de inteligencia y coraje; no es jugando ni siendo complaciente, es luchando a “brazo partido”. El poder no se regala, no se presta ni se alquila. Mucho menos en el caso de un partido antidemocrático como el PLD.
El pueblo sabiamente lo dice: “El amor y el interés se fueron al campo un día, pero más pudo el interés que el amor que le tenía”. No crean que las contradicciones que separan al grupo de Leonel del grupo de Danilo son antagónicas o irreconciliables. El PLD es una empresa cuyo Consejo Directivo es el Comité Político del cual tanto uno como el otro son miembros. Esa empresa no irá a la quiebra por pendejadas, ni por chismes o pleitos de comadres. 150 mil millones de pesos todos los años no se tiran por la borda. Ningún grupo económico tradicional, con más de dos siglos establecidos en el país, tiene tanto poder como el que tiene la empresa PLD y Asociados.
La estrategia de la oposición –toda- debe estar centrada en la unidad y en la lucha, que ya es patriótica, contra la corrupción y la impunidad desde la trinchera de la dignidad y la honestidad prometiendo un país donde los valores éticos y morales sean el soporte de la sociedad.