Por CARLOS RICARDO FONDEUR MORONTA
Vivimos en tiempo de la comunicación, aunque poco sabemos de ello y es mucho lo que ignoramos. Es sumamente difícil poder entender que los medios masivos sociales nos envían códigos que subrepticiamente nos indican un vector adonde deberán ir nuestros instintos.
Todo comenzó en pleno apogeo artístico latinoamericano en la ciudad norteamericana de Nueva York y en Puerto Rico, donde empresarios artísticos, músicos, cantantes, emisoras de radio y televisión y hasta medios escritos fueron atomizados por personeros que se hicieron ricos de la noche a la mañana, precisamente en los años 1986-1989, creando figuras icónicas que mostraban a Latinoamérica como debe ser la imagen artística de la nueva generación de jóvenes.
El espectro televisivo y radiofónico fue permeado de la forma más pueril. No quedaban resquicios para encausar a nuestros jóvenes, habidos de vivir “en el aire”, lejos de cualquier estigma de nuestros padres y abuelos.
Nací y lo poco que crecí, pues, soy algo comparable a Hilarión Izalguéz, lo hice escuchando a mis procreadores, tíos, vecinos y amigos, cuando hablaban de la juventud que les tocó vivir. Fue tan avasallante la propaganda, distribución de drogas narcóticas, las fotografías, los videos clicks, que se impuso un “arte” musical alternativo: Regué, el Rap, Trap, Hip Hop o música callejera.
El rap surgió en 1985 en Nueva York, siendo sus exponentes de mayoría boricua, jamaiquina, estadounidenses, dominicanos. Cuando a Vico C, LL Cool James y a otros se les dio cobertura internacional que opacó a La Fania All Star, Johnny Pacheco, Willys Colón, éstos influyeron grandemente en la forma de ver las festividades navideñas, empezando a obviar los merengues de fin de año de Jhonny ventura, cuco Valoy, patrulla 15, de salsa y música típica del campo puertorriqueño.
La sociedad tomó un rumbo equivocado, por eso de que al artista había que fabricarlo, cuando se sabe a ciencia cierta que el artista nace con su virtud artística; se fue perdiendo el valor intrínseco, natural de los artistas y comenzó a verse al verdadero artista como un ser desfasado. La juventud comenzó a aborrecer a los viejos hasta el punto de marcar equidistancias en las actividades donde debían concurrir juntos, como las fiestas familiares.
Ahora, enmarcando parcialmente la época, surgen figuras juveniles de ambos sexos que nos quieren estrujar en la cara que vivimos en un submundo.
Nos encontramos con el joven australiano Ky Baldwin, que desde lo que parece es una simple sala de su casa, quizás su propio dormitorio, nos anda diciendo que la época de la música de los sesentas, setentas, ochentas, perduran y siguen enriqueciendo el auditorio musical predilecto. Lo bueno no muere con las nuevas épocas y generaciones. Se mantiene incólume ante los embates de las negras aspiraciones de los trabajadores de los hilos de la comunicación masiva.
Este joven, quizás asesorado por mentes fantásticas, maravillosas, nos dice que no es cierta la perennidad de lo bueno. Se dice sin conexión con la realidad, que es descendientes de los integrantes de la agrupación Bee Gees y la prensa percibía erróneamente que eran cuatro los chicos que aparecen cantando los videos en inglés y en un esforzado español, cuando se demostró que eran producto de las técnicas de la inteligencia artificial.
Mas bien, Ky Baldwin pretendió desde sus inicios en la carrera, ser autor y realizador por cuenta propia de covers musicales y aprovechó el desfase existente entre lo moral y amoral, entre lo artístico y lo comercial y “se coló” para mostrarnos la facilidad con la que se hace viral en YouTube y otras redes sociales, a las que no debemos declinar, ya que representan una oportunidad tangible para catapultarnos y publicar lo que realmente sabemos hacer como artistas en las diferentes formas y géneros.
Se dice que desde los siete años, una edad muy ambigua para descollar, ya que Ky Baldwin, un estudiante de Sydney, Australia, actuaba en operas y obras teatrales barriales, estando entre ellas Madame Butterfly, Mary Poppins, Love Never Dies. Nació el 10 de abril de 2001, Australia.
Estamos hablando de una personalidad de exuberantes dotes artísticas, no un simple jovencito lleno de ilusiones, de bajo perfil. Hablamos de alguien que aún muy joven, nos da a entender el estado desastroso en que se encuentra la juventud latinoamericana, donde la falta de una educación adecuada, una visión de lo realmente artístico, los lleva a ver un sonido callejero como música. Ky Baldwin, una lección a los raperos latinos. Vídeos de ky baldwin
KY BALDWIN, demostración de que aun siendo joven, puede ser una estrella. Una lección a los raperos latinos.
El autor es periodista, crítico de cine, residente en Santiago de los Caballeros, República Dominicana.