Joe Hammond es considerado uno de los más grandes jugadores de baloncesto callejero en Nueva York en la historia. Un hombre que rechazó ser una estrella, porque era feliz con la vida que tenía.
Hammond fue elegido en el Draft por los Lakers, pero se dio el lujo de rechazar la oferta de la NBA porque “ganaba más dinero en la calle”, jugando y vendiendo drogas.
Lo que otros habrían soñado fue algo que Hammond rechazó hasta la saciedad. Pero aquello también sirvió para que nadie más quisiera nunca contratarle.
Sin embargo, siguió jugando en la calle, siguió traficando y amasando dinero, pero poco a poco, tanto uno como otro se fueron agotando.
Las nuevas hordas delictivas le adelantaron en el negocio, y los jóvenes jugadores que acudían a Harlem le iban ganando terreno. No en la calidad, imposible; pero sí en el físico y la velocidad.
Hasta que se encontró solo. Entonces recurrió a todo su dinero para rodearse de gente y despilfarrarlo en juergas, aventuras y mujeres. Poco después, seguía solo.
Cuando intentó volver al negocio, ya consumía demasiado como para sacar algo en limpio. «Ahora miro atrás, y veo que fui un cabezahueca», relata Hammond.
Y así, comenzó el declive del que pudo ser uno de los más grandes, pero nunca quiso. Pensó que con el tráfico de drogas podría ganar mucho más dinero para siempre.
Se equivocó. Después de pasar un par de ocasiones por prisión, en lugar de ser recordado como una leyenda de la NBA, se “limpió” a los 73 años.