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Por Rafael N. Fernández

Altice

(Poeta y escritor dominicano)

A veces siento nostalgia de no ver a Jacques Cousteau y su sencilla, natural, interesantísima, recreativa, consciente y científica forma de presentarnos al mundo marino a través de la televisión durante sus emocionantes exploraciones a bordo del Calipso.

Jacques Cousteau nació El 11 de junio de 1910 Saint-André-de-Cubzac; un poblado francés, situado entre el departamento de Gironda y la región Aquitania, próximo a la ciudad de Burdeos.

Jacques Cousteau tenía un carisma angelical, su constante búsqueda, observación y admiración por las especies en peligro de extinción, sobre todo por la preservación de las especies marinas lo convirtieron en un eterno navegante de los mares.

Su vida estuvo impregnada por la presencia del mar y fue precisamente él, quien, por primera vez, trajo hasta nosotros, de una forma nunca antes vista, los misterios de las profundidades, el encanto celeste y sus liquidas salitres, oscurecidas por la distancia de la luz, capturadas gracias a su ingeniosa y maravillosa invención, la escafandra.

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La escafandra le permitía respirar mejor y tener más posibilidades de análisis a grandes distancias de la superficie. Sus inventos se convirtieron en un aporte valiosísimo al desempeño de la investigación submarina.

Su mente brillante logró cristalizar con suma efectividad el chaleco hidrostático, la escafandra, el platillo volador submarino, el trimarán submarino, la estación submarina precontinent III, etc.

También fue un prolifero escritor, sus cincuenta libros, fruto del entorno en que se movía demuestran con suma claridad como amaba el terreno en que ejercía sus investigaciones. Sus libros están ungidos de esa pasión, de ese vasto conocimiento, de su amor y entrega incondicional a favor de la vida y del planeta.

El 25 de junio de 1997, a la edad de 87 años fallece Jacques Cousteau, también conocido como el Capitán Planeta, su corazón marco su ausencia física de los mares que tanto amo, a los cuales se dedicó en cuerpo y alma, con el único y sublime interés de proteger la  biodiversidad y hacer más comprensible y humana su labor de biólogo marino, iluminando el camino con sus ideas y su importante accionar. 

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Fue enterrado en su lugar natal, donde una calle lleva su nombre y fue erigida una insignia con una de sus frases más conocida: “En el mar no hay pasado, presente o futuro, sólo paz”.

Pensar en Jacques Cousteau es viajar al sueño intenso y multiforme en que vivió, como todo genio supo comunicar a modo propio lo que movía su existencia; supo entenderse con su alma y dejar en alas de la historia su solemne e invaluable enseñanza, su impresionante y constructivo legado.

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