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Heredó el tercer lugar de Hamilton, sancionado con 5 segundos, y la posterior investigación al madrileño por abrir el DRS con bandera amarilla quedó en nada

El podio soñado de Carlos Sainz llegó en Brasil. Se hizo de rogar, porque estuvo pendiente primero de una sanción a Hamilton que se ejecutó tarde, el británico ya había recogido su trofeo, y luego por una investigación al madrileño, que había abierto el DRS en una zona de bandera amarilla. Se hizo esperar, mucho, aparte de los 101 grandes premios. Pero llegó, vaya si llegó, y quien diga que Carlos perdió el momento de gloria de subir al ‘cajón’ junto a los otros dos integrantes, escuchar los himnos y bañarse en champán es que no estuvo en Interlagos: no subió con Verstappen y Gasly, primero y segundo en Interlagos, subió con todo McLaren. Sus mecánicos, sus ingenieros, sus jefes, sus amigos, sus patrocinadores, la prensa que le acompaña. Y la celebración no duró cinco minutos, sino más de una hora entre fotografías grupales, cervezas gallegas y algunas lágrimas de alegría.

Altice

El premio fue proporcional a la carrera de Sainz en el Autódromo José Carlos Pace: salía último y acabó tercero, como si eso fuera posible. “He conseguido hacerlo todo bien hoy, me ha salido todo y es de esos días que como deportista te sale todo. Estoy muy contento, buah, me llegas a decir esta mañana que iba a acabar así con el ritmo que teníamos el viernes…”, confesaba a AS contundente: “Mi mejor carrera en Fórmula 1, saliendo último y acabar cuarto (antes de ganar una posición) no pasa todos los días. Sobre todo porque todo lo que he hecho ha sido en pista, adelantamientos en pista y defensas a Kimi en pista”. Adelantó a todos en la pista y destaca su pasadón a Sergio Pérez por el interior de la Curva 4, “¿se ha visto?”, preguntaba, y sí que se había visto. También la enorme defensa sobre Raikkonen, el último campeón de Ferrari, con unos neumáticos tremendamente desgastados frente a rivales que acababan de cambiar los suyos.

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Carlos había remontado desde el 20º hasta el séptimo y los dos últimos coches de seguridad (avería de Bottas y accidente de los Ferrari) reventaron la prueba en las últimas quince vueltas. Mientras otros paraban en boxes, Sainz se mantenía sumando kilometraje en sus Pirelli. Aguantó lo que venía por detrás y aprovechó lo que venía por delante, el accidente de Albon y la penalización a Hamilton. Después vino la tensión, las horas de deliberación y comisarios, la espera inacabable. Luego la alegría, la fiesta, el podio que más costó y más se celebró. Sólo así podía descorchar una botella de champán el madrileño ahora, con un coche que rueda hasta dos segundos por vuelta más lento que los líderes en carrera. Cuando tenga una mecánica del más alto nivel, las cotas de este madrileño de 25 años con sangre de campeones no tienen límite conocido.  as.com

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