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Numerosos japoneses participaron este viernes en simulacros para prevenir desastres con motivo del centenario del Gran Terremoto de Kanto, que dejó más de 100.000 muertos y que se recuerda en el país asiático con el Día de Prevención de Desastres.

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Empleados, funcionarios públicos y estudiantes participaron en estos simulacros, que se celebran una vez al año cada 1 de septiembre con el objetivo de sensibilizar al público y difundir conocimientos sobre la prevención de desastres.

Este fue el caso de la compañía inmobiliaria nipona Mori Building, que reunió hoy a unos 500 trabajadores en Roppongi Hills (centro de Tokio), vestidos con un mono de trabajo amarillo, para llevar a cabo tareas de primeros auxilios y de asistencia en emergencias.

Los trabajadores de Mori Building, que realizan este simulacro dos veces al año, aprendieron como apagar fuegos, protegerse del humo, realizar maniobras de reanimación o vendar heridas.

El primer ministro nipón, Fumio Kishida, también participó en un simulacro similar esta mañana junto a otros miembros de su Ejecutivo, donde se ensayaron procesos de respuesta en el caso de que se produzca un fuerte terremoto en la capital o sus inmediaciones.

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Ataviado también con un mano azul para emergencias, el primer ministro simuló el anuncio de una emergencia por desastre y llevó a cabo las mismas órdenes que daría si un terremoto de 7,3 grados en la escala de Richter azotara la capital.

También se llevaron a cabo hoy ceremonias en todo el país para honrar a quienes perdieron la vida a causa el temblor de magnitud 7,9 de 1923 y las consecuencias del mismo, como los fuegos o el caos posterior al desastre.

Asimismo, se espera que se lleve a cabo una ceremonia para conmemorar a las víctimas coreanas, chinas y de otros países que fueron masacradas en el caos que siguió al desastre por la policía y los grupos de vigilancia, aparentemente temiendo que provocaran un levantamiento.

Al margen de los evidentes daños que puede causar un seísmo de dichas dimensiones sólo por la sacudida, el 87 % de los 105.385 muertos y desaparecidos de aquel 1 de setiembre de 1923 perecieron por la contingencia más temida en estos casos, los incendios.

La mitad de la capital japonesa y buena parte de la vecina Yokohama ardieron bajo los fuegos que se propagaron durante casi dos días, avivados por la influencia de un tifón de vientos fuertes y cambiantes y un sistema de presión baja que confluyeron para embravecer las llamas y crear hasta un inusual remolino de fuego.

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Japón se asienta sobre la convergencia de varias placas tectónicas, lo que hace que sufra frecuentes movimientos sísmicos. Su extensa experiencia también con otros desastres naturales lo convierten en un país con un alto entendimiento de la evaluación de riesgos y la formulación de contramedidas de forma flexible.

Otro doloroso caso reciente fue el terremoto y tsunami de 2011, que llevó al país a poner en marcha varias iniciativas nuevas, entre ellas el denominado Plan de Gestión de Desastres en Distritos, que implica a la ciudadanía a la hora de diseñar medidas de preparación y respuesta.

A pesar de que el país y especialmente la capital ha llevado a cabo esfuerzos para hacer los edificios más resistentes y concienciar a la población, muchas partes de Japón tienen todavía edificaciones con estructura de madera o un acceso complicado.

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