Publicidad
Banco Popular

Por JUAN T H 

Altice

“…Esos hombres por quien lo damos todo/Golondrina que vienen y se van/que nos hacen sentir como una reina/y con su indiferencia nos pueden destronar. Nos mienten/nosotras perdonamos/con todo nos vuelven a engañar/seguros que esperamos y dejan entre líneas que pueden regresar. Esos hombres/son fantasmas que están en nuestras vidas para bien o para mar…Esos hombres que nos quieren cuando quieren, que nunca nos retienen, ni nos dan la libertad…” (Canción en español que hizo popular la estadounidense Vikki Carr, de grata recordación. 

Esa canción me tomó por asalto leyendo las informaciones sobre la cantidad de hombres que, por razones inexplicables para mí, deciden matar a sus esposas, parejas, amantes, etc., incluso en presencia de sus propios hijos y de otros parientes, lo que me parece una locura. 

Ningún hombre, absolutamente ninguno, tiene derecho a maltratar psicológicamente a una mujer, mucho menos ofenderla, golpearla, atropellarla o quitarle la vida, no importa lo que haga, bien o mal. La integridad, la vida, es sagrada. Nadie puede convertirse en Dios para arrebatarle la vida a otro ser humano, mucho menos a una persona con la que se tienen vínculos sagrados a través de la familia, incluyendo los hijos.  

Ningún hombre, esposo, amante, novio, padre, abuelo, hermano, tío, cuñado; ningún hombre, por fuerte, grande y poderoso que sea, tiene derecho a golpear a una mujer, no importa lo que haya hecho. Golpear a una mujer es un acto cobarde y ruin. Solo un canalla, que no parece haber nacido del vientre de su madre, puede golpear o matar a su pareja o expareja. Pero ocurre todos los días, con demasiada frecuencia, diría yo. 

Digamos que es un fenómeno cultural. Los hombres creen que las mujeres son una propiedad, un objeto que compraron en alguna tienda. Una camisa o un pantalón que se quinta o se ponen cuando les da la gana, que los usan o desusan indiscriminadamente. Una mujer es como una cosa, que le pertenece de por vida, que no lo puede abandonar o dejar porque de lo contrario pone en riesgo su vida. 

Más:  El discurso de Luis

Sucede que las mujeres de hoy no son como las mujeres de antes. Mi madre, por ejemplo, trabajadora y honesta, dio a luz más de 20 veces (tuvo 22 hijos del mismo hombre) que tuvo, “en la calle”, otros 20 hijos. Ese tipo de mujer desapareció. Ahora las mujeres estudian y trabajan, incorporándose al mercado laboral y social con bastante éxito. Es común ver mujeres ocupando cargos importantes en las empresas, en el Estado. Mujeres independientes, que no necesitan que un hombre la invite a cenar o compartir un trago o un café con sus amigas. De hecho, las estudiantes universitarias superan hoy a los hombres, independientemente de que aun ganen menos dinero estando mejor preparadas y haciendo el mismo trabajo. 

Pero los hombres no admiten la superioridad intelectual y laborar de las mujeres. No le gusta su avance. No admiten que tengan tanta libertad. Las mantienen encerradas haciendo el ridículo papal de “amas de casa”, haciendo las “tareas de los hijos”. Es difícil que un hombre vaya a las reuniones de padres en las escuelas o los colegios. Usualmente son las madres las que acuden, porque los padres, machos, masculinos, creen que la educación de sus hijos es cosas de mujeres, prefieren compartir con los “pana” en un bar viéndole el trasero a las demás. 

Los hombres son infieles por naturaleza. Hacen sexo por deporte. Pero si se enteran de que sus parejas o expareja tienen otra relación, la maldicen, la golpean y hasta la matan. ¡Cobardes! Ignorando que lo que es igual no es ventaja, que la infidelidad o la “traición” conyugal no tiene carácter de exclusividad. 

Más:  ¿Todos los días son iguales?

Lamentablemente todavía hay hombres atrapados en el pasado, machistas, misóginos, que tienen el cerebro entre sus piernas, que no entienden que el mundo ha cambiado, que vivimos otros tiempos, de apertura y libertad, no solo para ellos, también para las mujeres, que durante siglos fueron objetos de humillaciones, maltratos y desconocimientos de sus más elementales derechos humanos. Ahora las mujeres están empoderadas, saben lo que quieren y hacia donde van. Y no hay hombres que las detengan.  

Nadie mata por amor. Eso no es verdad. Como escribí en un poema, hace algún tiempo: “el amor no mata, el amor ama, el amor es tolerante, perdona, amor y sexo son cosas distintas.” 

(Los hombres que se desgracian la vida y desgracian la vida de las mujeres, dejando en el abandono a sus hijos, no son más que unos estúpidos, ignorantes, porque siempre vale la pena vivir y dejar que los demás vivan, con nosotros o sin nosotros. La vida es un regalo que nunca podemos despreciar) 

¡Antes de matar a su mujer y dejar los hijos huérfanos a sus hijos, mátese usted, ¡cobarde!  

Además, como dijera el poeta, “nadie es de nadie si hay alguien que lo desea”.  Joaquín Sabina dice: “nunca sabe un hombre lo que gana cuando pierde a una mujer”. Y yo digo: “nunca sabe lo que gana una mujer cuando pierde a un hombre”.  No olvidemos que “hasta la belleza cansa”. Y que “nada es para siempre”, porque “el amor acaba”, que un hombre y una mujer son seres humanos distintos, con aspiraciones, costumbres y cultura distintas, que nadie está obligado a lo imposible.  

Share.
Avatar photo

El Jacaguero es una fuente de noticias en línea que se especializa en brindar a sus lectores las últimas novedades sobre la República Dominicana.

Subscribe
Notify of
guest

0 Comments
Viejos
Nuevos Más Votados
Inline Feedbacks
Ver todos los comentarios
0
Would love your thoughts, please comment.x