Por Diego A. Sosa
“Me siento desmotivado” me expresó un buen amigo hace unos días. Algunos cambios de era pasan por su vida y se ha dado cuenta que necesita nuevas motivaciones.
A lo largo de la vida vamos construyendo un lugar donde nos sentimos tranquilos y seguros. Mientras más le ponemos más tranquilidad nos da. A tal punto que llega el momento que no queremos salirnos de su perímetro. En ocasiones tiramos una mirada fuera… solo para tener la excusa de que dentro estamos mejor.
En algunas etapas de la vida los cambios son el motor que impulsa la mejoría: Un nuevo trabajo, casarse, un hijo, el segundo, etc. Al llegar momentos de mayor responsabilidad los cambios, que antes nos entusiasmaban, se convierten en alertas.
Un cambio de trabajo cuando se mantiene una familia con dos hijos a punto de entrar a una universidad suele ser un gran paso, el que muy posiblemente evitemos.
Pasamos por una etapa de la vida que hacemos compromisos a largo plazo y no nos damos cuenta de cómo construimos un muro donde había una línea… la frontera de nuestra zona de confort.
Cambiar de casa con un gran préstamo puede hacernos sentir anclados a una fuente de ingresos que a partir de ese momento consideraremos eterna. Quizá por eso algunos inquietos se niegan inconscientemente a hacer compromisos de largo plazo. En su interior temen a lazos que los hagan construir ese muro imaginario que les quitará el ímpetu de emprender.
Ya cuando los hijos se independizan y los ingresos que se tienen pasan a ser más que suficientes para el estilo de vida que se lleva comenzamos a sentir que nuestra zona de confort es aburrida. Nos preguntamos dónde quedó aquel joven que no se conformaba con lo que tenía, el que siempre buscaba más. Aquel que su zona de confort era cuando se encontraba fuera de alguna frontera.
Quizá a mi amigo le hacen falta algunos cambios que lo muevan nuevamente, requiere de ese entusiasmo que por un tiempo resguardó en una esquina alejada y tapó con algunas frazadas. Quizá hasta le echaba vistazos de vez en cuando… me imagino que es el momento de desempolvar aquel ímpetu y lograr. Tiempo de volver a su zona de confort natural, aquella zona infinita que está fuera de cualquier frontera. ¿Se atreve?