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Un agente de la agencia antidroga de Estados Unidos relata cómo fue el operativo que dio con el narcotraficante en 2014

Víctor Vázquez mide casi dos metros de altura. Impone al verlo. Es la versión real de un personaje de acción. El de Durango fue el agente de enlace de la oficina antidroga de los Estados Unidos en Ciudad de México que lideró la segunda captura de Joaquín El Chapo Guzmán, el 22 de febrero 2014. Se ejecutó con efectivos de la Secretaría de Marina. En su objetivo, como explicó al jurado, tenía también a Ismael El Mayo Zambada. Las operaciones anteriores, según dijo en el juicio que se celebra en Brooklyn, se realizaron en coordinación con la policía federal. Pero fracasaron.

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Esta vez se siguió una táctica completamente nueva. Decidieron excluir a la policía por el “alto nivel de corrupción” y establecieron la base de operaciones en La Paz, Baja California, justo en línea recta con Culiacán. La capital de Sinaloa, indicó, era “la boca del león del más poderoso cartel del mundo”. Durante un mes definieron y practicaron el plan de asalto que iban a ejecutar.

Tras estudiar la inteligencia que les suministraba el Departamento de Seguridad Nacional de EE UU y el patrón de vida de los objetivos, determinaron que el primero debía ser El Mayo Zambada. La operación empezó a ejecutarse al ponerse el sol el 13 de febrero de 2014. Participaron un centenar de efectivos. “Había que mantenerlo muy reducido”, señaló Vázquez. Llegaron a su rancho situado a las afueras de Culiacán en cuatro helicópteros Black Hawk.

El Mayo no se encontraba allí. Estuvieron dos días rastreando por la zona sin éxito. Decidieron cambiar de objetivo cuando los medios locales se hicieron eco. A las pocas horas se reagruparon y procedieron a realizar una operación similar contra El Chapo, en Culiacán. Para ello localizaron primero a Nariz, su asistente personal. “Era el que sabía todo”, dijo. Lo encontraron en su residencia.

Era en la madrugada del 16 al 17 de febrero. “Teníamos que movernos rápido para que no corriera la voz”, explicó. Nariz les llevó en su coche particular a cinco residencias que utilizaba Joaquín Guzmán. Todas tenían puertas reforzaras de acero y túneles. Para desplazarse de una localización a otra utilizaron coches camuflados. En uno de los vídeos que se mostraron, Nariz los ayudó a acceder desde las bañeras a los túneles que tenía El Chapo para escapar.

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LA CHAPODIPUTADA RELATA CÓMO TRATARON DE EVITAR LA CAPTURA
S. P.

La novena semana del juicio contra Joaquín Guzmán se cerró con el testimonio de Lucero Sánchez, también conocida como la Chapodiputada. Relató ante el jurado la relación sentimental que tuvo con el acusado, que evitó en todo momento mirarla. Pensaba que eran pareja. “A veces le quería y otras no”, comentó, “estaba confundida”. En un descanso durante el interrogatorio rompió a llorar.

También comentó que la destituyeron como diputada en el Congreso de Sinaloa antes de terminar su mandando por su relación sentimental con Guzmán. Pero antes de entrar en detalle sobre su faceta política, contó cómo lograron escapar juntos cuando el operativo de captura irrumpió en la residencia del narcotraficante en Colonia Guadalupe. “Escuché muchos golpes en la puerta”, dijo, “estaba asustada”.

En ese momento El Chapo y su asistente Cóndor se dirigieron al aseo en el dormitorio principal. Activaron el mecanismo que elevaba la bañera y bajaron por unas escaleras de madera que llevaban a un túnel. “Todo estaba muy oscuro, húmedo y lleno de lodo”, describió, “notaba como el agua subía por los pies”. Recorrieron el túnel cerca una hora, “lo suficiente para traumatizarme”.

Guzmán, dijo, iba desnudo. “Salió corriendo y nos dejó atrás”, añadió. El túnel llevaba hasta un río que cruza en Culiacán. Antes de dedicarse a la política, Lucero organizó el envío de algunos cargamentos de marihuana y creó empresas tapadera para limpiar el dinero de la droga. La exlegisladora local fue arrestada en San Diego en junio de 2017 al tratar de cruzar la frontera. En octubre se declaró culpable de narcotráfico y espera sentencia.

El primero contó que era muy estrecho y húmero. “Hacía mucho calor”, explicó, por eso tuvieron que quitarse los chalecos antibalas y llevar pistolas al avanzar. El Chapo no estaba en ninguna de las residencias que rastrearon. El operativo permaneció cuatro días en Culiacán. “La idea era echarlo de la ciudad”, explicó, “desmantelar toda su infraestructura para que no pudiera volver cuando nos fuéramos”.

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El escurridizo narcotraficante logró escapar. La operación, de acuerdo con el recuento de Vázquez, “no terminó”. La última información de inteligencia los llevó al puerto de Mazatlán, el 21 de febrero de 2014. Se la había suministrado Picudo, el jefe de la plaza de Culiacán. Lo arrestaron cuatro días antes y en el interrogatorio confesó que su jefe se encontraba en el Hotel Miramar.

El agente de la DEA decidió en ese momento dejar atrás la mayor parte de los efectivos y se desplazaron a la nueva localización utilizando tres vehículos camuflados. Antes de llegar al hotel, pararon en un hipermercado y compraron ropa de playa. “Era un viernes y queríamos parecer turistas para no levantar sospechas”, explicó. A las 4.30 de la madrugada, procedieron a ejecutar el plan.

El hotel estaba custodiado por dos vehículos de la policía local. “Eso era un problema porque no sabíamos si los había puesto la organización para controlar los movimientos”, dijo. “Tenía que estar ahí en algún lugar”, afirmó. El operativo estaba integrado por unas 25 personas. “Era muy pequeño, de perfil muy bajo”. Pese a los recursos limitados, procedieron a entrar.

Barrieron el edificio planta a planta, mientras una parte de los efectivos vigilaba todos los puntos de acceso y las ventanas. “Ahí no podía haber ningún túnel por el que pudiera escapar”, dijo, “o al menos eso creíamos”. A los pocos minutos recibió un mensaje: “7-7-7. Confirmado Vic. Ven al sótano”. “Sabía que lo tenían”, relató. Se acercó a él, lo vio arrodillado en el suelo sin camiseta, le miró y le dijo: “Dios mío, eres tú, eres tú, El Chapo”.

Víctor Vázquez explicó que Joaquín Guzmán se encontraba en la cuarta planta cuando fue arrestado. “No estaba solo”, precisó. Lo acompañaba su mujer, Emma Coronel, y “dos niñas pequeñas”, sus gemelas. También estaba la niñera y Cóndor, su pistolero. Ninguno puso resistencia ni se intercambiaron disparos. El Chapo fue trasladado de ahí al garaje.

El agente especial de la DEA pidió que lo metieran en la parte trasera del vehículo y de ahí lo trasladaron a una base del SEMAR que estaba solo a dos kilómetros. Tras leerle los cargos, viajaron a Ciudad de México en un avión privado. Fue la última vez que lo vio. Joaquín Guzmán se escapó un año después de la prisión, su segundo escape de cárcel de máxima seguridad.

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