Cada día, si miramos un poquito a nuestro alrededor, nos encontramos con más casos de personas diagnosticadas de autismo en la edad adulta. Y es que, vamos comprobando que los métodos de diagnósticos estan sesgados desde su creación.
Lo que los estudios nos van indicando, la edad promedio de diagnóstico sigue anclada en los 4 años y medio, lo que los investigadores consideran que es una edad tardía, ya que solo podemos hablar de diagnóstico temprano cuando se produce antes o hasta los 3 años.
Aunque nos encontramos con pruebas algo más completas y que se van revisando periódicamente para poder atender a la realidad actual, la verdad es que los procesos diagnósticos siguen mostrando carencias para poder evaluar tempranamente a niños y niñas, lo que provoca este retraso en los diagnósticos.
Por otro lado, aunque existen pruebas de screening que podrían pasarse en las revisiones del niño sano, en pediatría o enfermería, para poder dar la señal de alarma a los familiares, también nos encontramos que no en todas las comunidades autónomas se hace y desaprovechamos una gran oportunidad para comenzar a observar y comprobar desde el principio.
Todo esto es preocupante, ya que cuanto más tarde comience su acompañamiento y el de su familia, más difícil será el proceso para todos y todas.
Es verdad que podemos ver situaciones en las que los niños o niñas, incluso adolescentes o adultos/as, pueden pasar algo más desapercibidos al estar dentro del espectro, pero en un área más difícil de diagnosticar porque sus habilidades sociales y/o comunicativas pueden estar dentro de la neuro tipicidad y no ser tan obvias sus necesidades, pueden adquirir estrategias para poder compensarlas.
Al igual que nos podemos encontrar con casos en los que las diferentes comorbilidades nos empañen la mirada y no veamos que además de ese TDAH, o esa Discapacidad Intelectual, o esa ansiedad, depresión, podemos estar omitiendo un trastorno de espectro autista. Pero, según los autores, la mayoría de los niños con signos de autismo deberían recibir tratamiento antes del tercer año de edad.
Una vez analizadas todas estas situaciones y teniendo presente la dificultad añadida de realizar diagnósticos diferenciales y los beneficios reales de un diagnóstico temprano, debemos analizar también los sesgos con los que trabajamos los especialistas a la hora de realizar diagnósticos de autismo y las consecuencias que conlleva esta realidad.
Desde el sesgo de género, donde nos encontramos con un porcentaje más alto de adultas mujeres diagnosticadas tardíamente, al sesgo diagnóstico, donde volvemos a tener dificultades a la hora de pasar diferentes pruebas a población adulta, por un lado y que, además, la mayoría de las pruebas diagnósticas estan validadas y por lo tanto estandarizadas a través de la observación directa de niños, en masculino con autismo, de su patrones comportamentales, cognitivos y sociales. Por lo que seguimos estando condicionados por el sesgo de genero que es trasversal a los demás.
Cuando hablamos y valoramos el diagnóstico entre hombres y mujeres vemos que el porcentaje de prevalencia que manejábamos hace muy poco tiempo, está totalmente obsoleto. En la actualidad, la prevalencia de diagnóstico de autismo femenino ha aumentado considerablemente, lo que ha supuesto que pasemos de 1 entre 5 hombres, a que hablemos de 3 mujeres entre 5 hombres.
Debemos tener siempre presente que cuanto más tarde realicemos un proceso diagnóstico a una persona, más posibilidades hay de diferentes comorbilidades, así como la posibilidad de encontrarnos con diagnóstico erróneos, sobre todo en el caso de mujeres que pueden camuflar su personalidad real con diferentes habilidades y eso les conlleva a diferentes posibles trastornos o la posibilidad de confundirlo con ellos.
Entre las diferentes comorbilidades con las que nos podemos encontrar estan;
- Discapacidad intelectual.
- TDAH.
- Altas capacidades.
- Ansiedad.
- Depresión.
- TLP
- TOC
- Y un largo etcétera que hace aún más difícil para las personas implicadas, todo este proceso de descubrir qué ocurre.
Si vemos el sesgo de género, debemos valorar que, en las mujeres, en muchas ocasiones, es muy complicado poder hacer ese diagnóstico, ya que pueden tender a disimular sus características con afán de igualarse a las demás niñas, adolescentes o adultas que las rodean. Contienen rituales, que en su intimidad le ayudan a tranquilizarse y regular sus emociones, pero que en público pueden evitar mostrarlas, acompañan el rol de mujer, que debe estar para los demás, presente para cuidar, etc… y aunque se sientan fuera de lugar desde pequeñas, siguen luchando por estar ahí.
En muchas ocasiones, puede derivar en depresiones, ataques de ansiedad, y otros diagnósticos relacionados con la salud mental, que como decíamos antes, desde el enfoque clínico puede encajarle al profesional. Por este motivo, es necesario la escucha al paciente. Conocer su vida desde la niñez, saber cuáles son las señales de alarma que debemos tener en cuenta en diferentes momentos evolutivos y descubrir si sus características están dentro del espectro.
Para terminar, desde Centro TAP, consideramos muy importante escuchar a las personas adultas autistas que han pasado por un proceso diagnóstico tardía y que se ven afectadas por ese camino que han transitado con dificultad. La importancia de escucharlas y aprender de ellas y ver las diferentes realidades dentro del espectro que podemos encontrar. Conocer, saber y evidenciar realidades de familias completas con el diagnóstico. Conocer a mamás con diagnósticos a raíz del diagnóstico de su hijo o hija, al igual que papás. O mamás que llevan su hogar, su trabajo y su familia y han sido diagnosticadas más allá de los 30.
En Centro TAP, realizamos procesos diagnósticos teniendo en cuenta esto y contamos con una profesional psicopedagoga, acreditada para realizar las pruebas diagnósticas en ADOS-2 y ADI-R, especializada en autismo y práctica en neurodiversidad.