Por: Salvador Holguín, diciendo lo que otros callan.
El estallido del caso que involucra al Dr. Santiago Hazim, exjefe del sector externo del proyecto presidencial de Luis Abinader y del PRM; por demás amigo personal de muchos años del mandatario Luis Rodolfo Abinader, ha sacudido el escenario político. Y no solo por la magnitud de las irregularidades de corrupción investigadas en el SENASA, sino porque destruye de un solo golpe la narrativa de quienes juraban que en este gobierno había impunidad para los cercanos al poder.
Santiago Hazim, figura históricamente vinculada al presidente Abinader, quedó expuesto ante una investigación exhaustiva encabezada por Wilson Camacho, procurador adjunto y director de Persecución de la Corrupción Administrativa, por presuntas irregularidades graves en sus funciones. Pero lo verdaderamente contundente vino después: fue el propio gobernante Luis Abinader, quien remitió a la Procuraduría el informe con las anomalías detectadas, aun sabiendo que uno de los señalados era alguien de su entorno inmediato y de su entera confianza.
Eso no lo había hecho ningún presidente en la historia reciente dominicana. ¡Ninguno! Y duele decirlo, pero en este país estábamos acostumbrados a lo contrario: encubrimiento, protección, tráfico de influencias, llamadas desde el Palacio de la Presidencia y pactos de impunidad con corruptos.
Mientras algunos adversarios, opositores, opinólogos y “expertos en corrupción e impunidad”, repetían que Santiago Hazim era intocable por sus vínculos con el poder de turno, que tenía un blindaje y que desde el Palacio se movían fichas para protegerlo, hoy están tragándose sus palabras. La realidad los dejó desarmados y en evidencia, con el apresamiento del exdirector de SENASA, el Dr. Santiago Hazim, junto a su sobrino Rafael Martínez Hazim y el empresario Eduardo Read, para ser procesados en los tribunales de la República Dominicana. Cuando llegó la hora de la verdad, Abinader no se dobló, no negoció, no tapó ni protegió. Actuó y dejó que el Ministerio Público y la justicia hicieran su trabajo.
El jefe de Estado, Luis Abinader Corona, fue claro, frontal y directo al decir en reiteradas ocasiones: “Tengo amigos, pero no cómplices.” Y esta vez la frase no solo fue una declaración… fue una acción, y en poco tiempo, acompañada de hechos.
El Dr. Hazim escogió su camino. Y el presidente le cerró el paso. ¡Punto!
Los adversarios al gobierno, quienes decían que todo era “un show mediático de Luis”, hoy deben explicar, pedir perdón al país y cuestionarse por qué fue el propio mandatario quien entregó el expediente por corrupción a la Procuraduría General de la República. Los líderes del PLD y la Fuerza del Pueblo: Danilo Medina y Leonel Fernández, quienes aseguraban que este mandato encubría, hoy tienen que darse en el pecho y admitir que se equivocaron o mintieron.
Y quienes apostaban al descrédito y al desgaste moral del mandatario Luis Rodolfo Abinader, hoy están viendo cómo su discurso se derrumba bajo el peso de los hechos, de la cero impunidad y de la firmeza frente a la corrupción gubernamental. La verdad es una sola: en el gobierno de Luis Abinader Corona no hay espacio para ladrones ni corruptos de cuello blanco, sean desconocidos, funcionarios o amigos.
Si Hazim creyó que la cercanía con el presidente Abinader Corona le daba licencia para hacer lo que le diera la gana junto a su séquito, se equivocó de época, se equivocó de gobierno y se equivocó de hombre. Y si alguien en el Estado piensa seguir sus pasos, que tome nota: aquí se cae quien se tenga que caer. Aunque sea del mismo círculo, aunque duela y aunque haga ruido.
El país pidió un cambio. Y esta vez, aunque muchos opositores no lo toleren ni quieran aceptarlo, lo están viendo en acción, no en discursos como antes.

