Por JUAN T H
El expresidente Hipólito Mejía ha demostrado, a lo largo de su ya dilatada carrera política, que es un demócrata consumado, dueño de un liderazgo y carisma que le han servido para continuar siendo uno de los dirigentes políticos de mayor influencia en el país.
No todos están de acuerdo con sus ideas, con su comportamiento jovial y hasta chabacano, que habla como habla la gente, sin ínfulas de intelectual que busca palabras rebuscadas. Con virtudes y defectos, como todos los seres humanos, pero es leal y sincero, sin prejuicios políticos o ideológicos. (No les gusta a todos: ¡Claro, no es medallita de oro, con un crucifijo o una efigie de la virgen de la Altagracia, un barril de petróleo o un billete de cien dólares, que todo mundo quiere o desea)
Hipólito Mejía es un personaje. “Genio y figura hasta la sepultura”. Como todos los líderes, despierta odios, amores, y pasiones. Unos lo siguen, otros no. Pasaba igual con Peña Gómez, Leonel, Bosch, Balaguer, etc.
¡Nadie es perfecto en este mundo! ¡Y de imprescindibles está empedrado el camino del infierno!
Hipólito, sin embargo, ha sido leal y coherente. Cuando era candidato vicepresidencial en la boleta que encabezaba el doctor José Francisco Peña Gómez. (La fórmula Café con Leche) Alguien convenció a Peña de cambiar a Hipólito por el reformista disgustado Fernando Álvarez Bogart porque supuestamente le sumaria, mínimo, 200 mil votos. Sin chistar, Hipólito lo aceptó y marchó a la región norte como jefe de campaña. Fue una muestra de desprendimiento. Los resultados todos lo conocemos: Peña Gómez perdió las elecciones o se las robaron. (Historia Patria)
En el año 2004 Hipólito perdió las elecciones de Leonel Fernández y el PLD a través de un fraude electoral gigantesco a través del método mafioso llamado, “La Cadena”, un sistema creado por un grupo de reformista que le sumó al PLD y a Leonel alrededor de 300 mil votos. Hipólito, contrario a lo que muchos creían, para evitar un baño de sangre, aceptó los resultados. Muchos, incluyendo a dirigentes del PLD, estaban convencido que Hipólito no entregaría el poder, que daría un autogolpe de Estado. Sin embargo, antes de lo esperado, convocó una rueda de prensa para reconocer su derrota y la entrega pacífica del poder. Y así lo hizo.
En el 2012 las cosas fueron peores. Hipólito Mejía, encabezando la boleta del PRD, tenía las elecciones prácticamente ganadas. Por lo menos era lo que señalaban todas las encuestas más prestigiosas. Estando yo en el Comando de Campaña junto a cinco o seis compañeros del partido, lo llamaron los jefes de las empresas encuestadoras para decirle que era el presidente electo en las consultas a “boca de urnas”. Eran casi las seis de la tarde. Ya celebrábamos la victoria. Una hora más tarde, Hipólito perdió las elecciones que había ganado.
En pocas palabras Danilo Medina y el PLD, utilizando a la JCE de ese momento y una red digital instalada en un centro muy conocido, se robaron, impunemente, ante los ojos de todos, las elecciones. Todos esperábamos que el expresidente Mejía, el guapo de Gurabo, llamara el pueblo a las calles, pero no lo hizo, ni negoció nada para sí, ni para el partido. Simplemente dejó que todo pasara. Cuando, molesto le reclamé, me dijo: “Tú quieres un derramamiento de sangre. Yo quiero evitarlo”. Nunca lo olvidaré. Mi respuesta fue: “No olvides que la historia está escrita con sangre”.
Durante la campaña interna del Partido Revolucionario Moderno (PRM) que Luis Abinader ganó 70-30, un grupo de amigos y compañeros de Hipólito le dijo que esos resultados no eran correctos, que no aceptara la victoria de Luis. Su respuesta fue: “No, Luis ganó. Yo soy el menos indicado para crear una crisis innecesaria en un partido que yo, junto al propio Luís, formamos.” (Ahí pasó el Palé)
Vuelvo atrás: Cuando Hipólito ganó la convención del PRD que lo llevó a la presidencia del país, distribuyó los cargos más importantes entre sus competidores. Todos fueron al gobierno. De algún modo, todos ganaron. Doña Milagros Ortiz Bosch, vicepresidenta de la República y secretaria de Educación, Fello Suberví, secretario de Interior y Policía, etc. “Gobernaré para todos sin olvidarme de los míos”. Era su consigna.
Creo que esa experiencia, ese ejemplo de apertura y democracia de Hipólito Mejía, debe replicarse actualmente. El presidente Luis Abinader, como presidente del país y próximo presidente del PRM, bien podría propiciar un acuerdo, firmado ante un notario, con todos los candidatos, donde el que “ganó, ganó”, sin denuncias de fraude, ni pataleo, como otras veces. Garantizar, de paso, que los perdedores de la convención también sean parte del gabinete del presidente o presidenta del 2028-2032, que resultó vencedor.
Debo insistir en que la juventud de todos los aspirantes a la presidencia de la República es su principal aliado, que tienen tiempo para esperar su momento, como lo hizo Hipólito cuando Peña Gómez le prepuso dejar “Café con Leche”, que -digo yo- tenía garantizado el triunfo si no lo cambia por Álvarez Bogaert. Insisto. un acuerdo, como el que propongo, garantizaría la unidad del PRM y la posibilidad de un tercer mandato bajo el liderazgo de Hipólito Mejía y Luis Abinader. Si el PRM logra la unidad, trabaja en beneficio del pueblo, no en beneficio de sus principales dirigentes, fortaleciendo la democracia, tanto dentro como fuera del partido, puede gobernar durante varios periodos.