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Por JUAN TH

Altice

Lo que le hicieron a Eddy Olivares no se lo hicieron a Eddy Olivares, me lo hicieron a mí, se lo hicieron a usted, amigo o amiga lector, se lo hicieron a la institucionalidad tan proclamada, se lo hicieron a la separación de los poderes del Estado, se lo hicieron a la Constitución de la República, mil veces violada y mil veces ignorada, que establece que todos los ciudadanos tienen derecho a elegir y ser elegible, se lo hicieron, por último, a la democracia, sí, al “Estado democrático de derecho” que en los papeles existe en la República Dominicana.

No estoy defendiendo al prominente ciudadano, probo, inteligente y capaz que se llama Eddy de Jesús Olivares Ortega, estoy defendiendo valores, normas y principios que deben normar toda sociedad organizada, porque sin ellos la nación pierde su esencia dándole paso a la descomposición que vivimos hoy día.

Eddy es una víctima más de un sistema político anacrónico antropófago que impide su propio crecimiento y desarrollo, un sistema canibalizado en sí mismo, donde nadie respeta a nadie, donde todos luchan contra todos, sin costumbres ni leyes respetables, donde la palabra se degrada más allá de lo que hoy llaman la “pos verdad” o “fake news” puesta en moda por Donald Trump.

El primer poder del Estado es el legislativo en todas las democracias avanzadas del mundo, menos en los países atrasados donde el autoritarismo, fruto de una cultura dictatorial muy arraigada, lo subordina y lo convierte en un simple instrumento político al servicio del Ejecutivo, inservible y costoso.

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El que vio las entrevistas a los más de 300 postulantes, saben que no se evaluaron las capacidades intelectuales, profesionales y  éticas. Los que presentaron mejores credenciales en su inmensa mayoría fueron ignorados, como ha ocurrido en otras ocasiones. Recuerdo que lo mismo sucedió con la Cámara de Cuentas. El economista Iván Rodríguez sacó casi 100, 98, si mal no recuerdo. Sin embargo, no fue escogido. El desempeño de Eddy fue excepcional. No había ninguna razón para no colocarlo en la terna, por lo menos. Una decisión política, que nada tenía que ver con su capacidad y honestidad, a toda prueba, lo impidió. Así no se construye una democracia sólida, garante de los derechos ciudadanos.

Muchos senadores se comprometieron a respaldar, “hasta las últimas consecuencias” a Eddy. Conversé con varios. Bastó una llamada telefónica, una reunión de 20 minutos para tirar al suelo sus promesas y sus respaldos. Sentí vergüenza ajena al verlos en el hemiciclo. Sentí lástima por muchos de ellos. Los aborrecí por farsantes, cobardes y mediocres.

No tengo nada personal en contra de los escogidos. Absolutamente nada. Al contrario, defendí con garras a Román Jáquez cuando fue agredido por el congreso y el gobierno de Danilo Medina.

Eddy no ha perdido nada, ha ganado mucho. Hoy es una figura política prominente de primer orden, un referente ético-moral de esta sociedad, un hombre con el que habrá que contar en el porvenir. (Me pregunto, ¿qué sentido tiene pertenecer a un partido político si te descalifican como si fuera un delincuente, no importa que sea honesto y capaz, de vocación pública? ¿Cuál es el mensaje? ¿Para qué ir a los partidos si es un crimen? Los que desde la sociedad civil se opusieron a Eddy no objetan a los “riferos”, lavadores, narcotraficantes, evasores de impuestos, contrabandistas y otras lacras sociales que sabemos se encuentran en los partidos,  el congreso y hasta en el gobierno.

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He luchado contra las injusticia en cualquier parte del mundo; solidario con todas las causas populares, defensor de los derechos de los pueblos y de las personas a su libre albedrío. Condeno los privilegios de los poderosos que oprimen a los de abajo. Por eso me indigno ante el atropello cometido contra el ciudadano Eddy Olivares justamente por eso, porque  daña todo en lo que he creído y por lo que he luchado desde que tengo uso de razón, y por lo que he pagado y seguiré pagando un precio muy alto. No tengo dos caras, ni juego a la política con los demás para beneficio propio como hacen muchos que se disfrazan de “sociedad civil” y de “independientes”.

Una vez dijo Ernesto –Che- Guevara, respondiendo una pregunta periodística: “No creo seamos parientes muy cercanos, pero si usted es capaz de temblar de indignación cada vez que se comete una injusticia en el mundo, somos compañeros, que es más importante”. Hermanos, diría yo.

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