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Con santa alegría en el corazón hoy despedimos a nuestro padre, agradecidos para siempre por todo el amor que nos brindó, lo que nos enseñó e inculcó.

Altice

Federico Carlos tuvo una vida tan plena y multifacética como pueda uno imaginar, porque así lo propició su formación, su singular inteligencia, su inagotable curiosidad e interés por todo lo que es humano y por todo lo que es sagrado.

Federico Carlos Alvarez Morales 1

Fue hijo único de un hombre sabio y de una madre recta, que templaron su carácter y enrumbaron su vida por el camino de la integridad, de la responsabilidad y de la solidaridad compasiva.

Entregó sus mejores esfuerzos en el año 1961, después del 30 de mayo, para guiar al pueblo dominicano en su lucha por la democracia.  Desde entonces se dedicó al servicio a la comunidad a través de Rotary International, del gobierno municipal, de la Junta Monetaria, de la Asociación para el Desarrollo, de la Zona Franca, de la cátedra universitaria, desde su oficina de abogados; pero sobre todo a través de su familia.

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Tan apegado vivió a la familia que como buen genealogista expandió su círculo a cerca de veinte generaciones, incluyendo sus veinte nietos y quince biznietos.  Y esa multitud hoy está de algún modo presente en este último adiós.

Fue, también, para la mayoría de sus clientes, un verdadero mentor, presente y siempre solidario en momentos de tribulación. Asimismo lo fue para los jóvenes y brillantes abogados, y todo el personal, que se formaron a su lado.  De algún modo, ese vínculo esencial forjó la figura del patriarca.

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Federico Carlos Alvarez Morales1

Hoy, ni la añoranza, la nostalgia, el natural dolor con que nos abate su partida, podrán empañar la satisfacción con la que nos bendijo la Gracia divina.

Ni aún sus traspiés, acaso todos enmendados, obstan para afirmar que nuestro padre tuvo una existencia prestigiosa y una muerte digna y así hoy lo despedimos, con plenitud de gozo en el espíritu.

Señor Dios: ¡tantas gracias por el papá que nos diste!  Así como celebramos la resurrección de tu Hijo, así nos regocijamos confiados en que lo acogerás en tu santa y eterna morada.  Amén. Amén.

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