Luis González Fabra
Al ciudadano común que tiene pocos conocimientos académicos sobre el desarrollo económico se le hace difícil entender cómo es que un país cuya economía crece al siete por ciento, según sus autoridades monetarias, al mismo tiempo exhibe una tasa de pobreza por encima del treinta por ciento de la población.
De igual manera esa dificultad para entender la situación económica de nuestro país se complica cuando el gobierno ofrece cifras que describen un estado de bienestar social impresionante con una tasa de desempleo por debajo del diez por ciento, pero el 70 por ciento de los jóvenes entre 24 y 35 años de edad quiere irse del país y lo harían si encuentran la oportunidad.
Y qué clase de modelo económicos es que se aplica en nuestro país que crece tanto pero el 75 por ciento de los empleos existentes están en el sector informal, es decir, en las pequeñas empresas no registradas, los tarantines callejeros, vendedores ambulantes, colmadones, pulperías, trabajadoras domésticas, agricultores a destajo, en fin un ejército de hombres y mujeres mal pagados y en condiciones laborales de máxima deficiencia.
Todo esto es difícil de entender, pero las calles están llenas de vehículos de años recientes y muchos modelos de lujosos. Cada día se levantan más torres de lujo en Santo Domingo y Santiago. En Santo Domingo los restaurantes de servicios caros lucen llenos de clientes. Las ferias de vehículos que hacen los bancos anuncian ventas por cinco mil millones de pesos y más, en cuatro o cinco días que dura la feria.
Y las góndolas de los supermercados están repletas de productos importados de alto costo que si no tu vieran demanda no los exhibieran allí. En esos centros comerciales se observa mucha gente comprando a cualquier hora.
Parece como si fuéramos dos países diferentes. En el primer país la mayoría vive bien. Hay mucho trabajo. Los jóvenes tienen acceso a la educación en todos los niveles. Los niveles de ingreso permiten una vivienda digna. Los servicios de salud privados son excelentes. En el otro país la mayoría vive en la pobreza. Los medios de transporte son ineficientes. No hay trabajo. El sistema de salud pública es precario. Esta dualidad lo que deja al descubierto es que el modelo económico que le han impuesto al país los gobiernos del partido de a Liberación Dominicana ha establecido un sistema de distribución de la riqueza que perjudica a la población más socialmente vulnerable y beneficia una elite socio-política que acapara el bienestar producido por todos.
Estos contrastes dejan al descubierto que el modelo económico impuesto a nuestro país por los gobiernos del partido de la Liberación Dominicana ha establecido un sistema de distribución de la riqueza que perjudica al sector de la población más vulnerable y favorece a una elite socio-política que acapara los beneficios de la riqueza producida por todos.
Los números indican que los dominicanos en condiciones de pobreza a comenzar este año se estiman en tres millones y medio de personas. El número de indigentes que viven en pobreza extrema supera las 700 mil personas.
Estas cifras no dejan espacio para la duda. La inequidad está carcomiendo las bases de la democracia dominicana.
Y esto es así porque si el sistema político, en nuestro caso la democracia, es incapaz de organizar una distribución equitativa de la riqueza que el país ha generado por el esfuerzo de toda su fuerza productiva, la gente perderá primero la confianza y después la esperanza en ese modelo y en el país que habita.
La inequidad en los ingresos es muy visible como también lo es que a medida que pasa el tiempo la distribución de la renta se hace más desigual y la situación gana cada día más arraigo en la mente de la gente.
Podría alegarse que es solo una percepción. Si lo es, esa percepción está acorde con la realidad.
Los economistas miden la inequidad en la distribución del ingreso mediante una herramienta conocida como el método Gini que es una medida de desigualdad creada por el italiano Corrado Gini. Se trata de un número entre 0 y 1. Cero se corresponde con la perfecta igualdad (todos tienen los mismos ingresos) y uno es la perfecta desigualdad (una persona tiene todos lo ingresos). La inequidad en la distribución de los ingresos, ha establecido que nuestro país tiene un índice de Gini de 0.50, lo que significa que nuestra desigualdad en los ingresos es extremadamente alta.
Esta situación solo cambiara cuando los dominicanos decidamos llevar al poder a gente seria y capaz a quienes le duela este país y no estén corrompidas ni les interese el poder para hacer fortuna, sino para hacer el bien.