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Cada 28 de diciembre en España y América Latina la gente se gasta bromas y algunos medios de comunicación publican noticias falsas por el Día de los Inocentes, o de los Santos Inocentes, como lo denomina la Iglesia católica.
Sin embargo, esta jornada tiene su origen en una historia muy poco festiva: la matanza de niños pequeños que registra uno de lo cuatro evangelios cristianos, el de Mateo.
De acuerdo a la versión cristiana recogida en este evangelio, hace más de 2.000 años Herodes I decidió aniquilar a todos los menores de dos años en Belén, con el objetivo de acabar con el recién nacido Jesús.
Aparentemente, tomó esta decisión luego de escuchar el relato de unos “magos venidos de Oriente”, que le advirtieron de que acababa de nacer un infante que sería el rey de los judíos y en consecuencia pondría en peligro su reinado.
La Iglesia católica decidió honrar a los infantes muertos como “los primeros mártires de Jesús“, y con el paso del tiempo se convirtieron en los “Santos Inocentes”.
Pero ¿cómo una conmemoración tan triste se convirtió en un día tan alegre?
Hay varias teorías.
Diferentes orígenes
Una versión de la historia asegura que Herodes les preguntó a los “magos venidos de Oriente” dónde estaba el niño que sería el futuro rey, pero los Tres Reyes Magos aparentemente engañaron al monarca llevándolo por caminos errados.
Otra teoría sobre la alegre celebración se remonta a un nieto de Herodes: Herodes Agripa II, rey de Calcis.
Este regente -que es recordado por su vida de excesos- decidió celebrar su trigésimo aniversario honrando a su abuelo (y la matanza de niños) con una semana de festividades.
Sin embargo, ese día decidió emitir órdenes de captura y castigo para todos sus ministros, quienes no pudieron huir por la eficiencia de la guardia real.
Al final, los atemorizados invitados fueron obligados a asistir a la celebración y algunos recibieron un sello del monarca que los declaraba “inocentes”. Esta macabra historia, aseguran algunos, es el verdadero origen de la fecha.
Otros académicos ubican el origen de este giro bromista no en la Jerusalén de los tiempos bíblicos sino en la Europa medieval, donde el último mes del año y el primero del año siguiente estaban marcados por el invierno boreal y una menor actividad en el campo, donde trabajaba la mayoría de la población.
“El pueblo, ocioso, se entregaba entonces a una risa festiva, alegre y sardónica que equiparaba a actores y observadores, a quienes se hacía partícipes de la chanza para alivio de las penalidades diarias, acontecidas en un contexto de férrea disciplina social”, escribió el historiador español Mario González-Linares.
Entonces, entre diciembre y enero, tenían lugar un conjunto de festividades -como la fiesta de los locos o la fiesta del asno– donde la broma jugaba un rol fundamental: permitía a la gente burlarse de las convenciones sociales más arraigadas.
Quizás la más extrema de estas fiestas era la de los locos, que llegó a ser prohibida oficialmente por la Iglesia en el Concicio de Basilea de 1435.
En su artículo “Carcajada y delirio: la fiesta de los locos”, publicado en la revista cultural Amberes, González-Linares explica quiénes eran estos locos que reinaban en esa fiesta.
“Loco era el desquiciado, pero también el necio, el deforme, el lisiado, marginados cuyo inexcusable crimen consistía en no hallar encaje dentro de un esquema social caracterizado por su rigidez y verticalidad”.
Los que interpretaban a estos locos y deformes eran, como describe R.P. Flögel en el artículo de González-Linares, los estamentos más bajos del clero:
“En las catedrales se nombraba a un obispo-bufón. Este celebraba entonces un oficio solemne y daba su bendición. Los sacerdotes disfrazados entraban en el coro bailando, saltando y cantando canciones picarescas. Los subdiáconos comían salchichas, jugaban a las cartas y a los dados sobre el altar; en lugar de incienso, quemaban suelas de zapatos viejos y excrementos. Después de la misa, cada cual bailaba y corría por la iglesia a su gusto, y se entregaba a los mayores excesos”.
Además de la chanza, la broma y la burla, la fiesta de los locos es vinculada por académicos como Ramón García Pradas, de la Universidad de Castilla-La Mancha, al surgimiento de un tipo de teatro en la Edad Media que jugaba con la parodia y la sátira para criticar la situación social y política de la época.
Primavera, peces y cuentos
Muchos de esos países europeos en cuyas iglesias y calles se celebrababan las fiestas de diciembre y enero hoy realizan sus inocentadas el 1 de abril y no el 28 de diciembre.
Este día se conoce como April Fools’ Day (el día de los locos de abril) en los países anglosajones, como Poisson d’avril (pescado de abril) en los francófonos y como Pesce d’aprile (en italiano).
El origen de esta fecha también es discutido y hay diversas teorías.
Algunos historiadores creen que, así como ocurre con las fiestas de diciembre y enero, en el 1 de abril también entra en juego el calendario y el clima.
A fines de marzo y comienzos de abril inicia la primavera europea, lo que inspiraba en los campos las “fiestas de renovación” que se remontan a la época romana.
Como parte de las festividades, la vida normal salía por la ventana. Según la historiadora Andrea Livesey. “Los criados podían controlar a los amos y los hijos podían controlar a sus padres”.
Así que pronto se convirtió en tradición gastar bromas a la gente también ese día.