Fundación Francina en el marco del proyecto auspiciado con Fondos Canadá, promueve un diálogo sobre los derechos de las personas con discapacidad.
Santo Domingo. En el universo cinematográfico de Marvel, los “mutantes” tienen un gen que les facilita habilidades especiales. Pueden leer mentes, manipular metales, cambiar de forma o cargar de energía cinética cualquier objeto.
El gran desafío es que, justamente por ser diferentes, los mutantes son excluidos de las políticas públicas. En el segundo episodio de la serie X Men 97, estrenada por Disney este año, Jean Gray acude a una clínica a parir y el médico se niega a asistir el parto porque él no atiende mutantes.
Al igual que en esta ficción, en la República Dominicana, el 12.43% de la población tiene grandes barreras para acceder a servicios esenciales, debido a condiciones físicas, sensoriales o cognitivas. Esa es la única semejanza que las personas con discapacidad dominicanas tienen con los mutantes de la ficción; a diferencia de la serie o el comic, los más de 1,168,000 individuos en condición de discapacidad afrontan obstáculos reales.
Mientras en X Men, dos mutantes resolvieron con sus poderes la negativa del médico a atender a Jean Gray, cuando una mujer con discapacidad física asiste a ginecología, la falta de accesibilidad le impide recibir la atención médica. Y lo mismo sucede al momento de que los médicos y familiares deciden esterilizar al uno por ciento de las mujeres con discapacidad contra la voluntad de estas.
Cada 3 de diciembre, en el país se celebra el Día Internacional de la Discapacidad. Y la fecha, más allá de la conmemoración, se presta para evaluar cuáles son las transformaciones que se requieren para que quienes viven con una condición de discapacidad pasen del mutante a la persona.
En 2024, la fecha coincide con las conversaciones en torno a la reforma laboral. El momento es idóneo para recordar que cerca del 70% de las personas con discapacidad en edad de trabajar carecen de fuentes formales e informales de ingresos, lo que les convierte en la población del país con mayores niveles de pobreza.
Y esto da paso a que, haya una proporción alta de hombres y mujeres con condiciones físicas, sensoriales, cognitivas y psicosociales dependientes de subsidios sociales. Y es una situación que podría revertirse con sólo impulsar la facilitación de las herramientas y medios para que esta población sea autónoma, lo que implicaría:
– Mayor recaudación fiscal.
– Menor población dependiente del seguro familiar de salud subsidiado.
– Mayor capacidad de consumo en más de un millón de hogares del país.
– Menor población económicamente inactiva.
Dicho en términos más sencillos: invertir en la capacidad de participación de las personas con discapacidad incrementa tanto la autonomía de esta población como la posibilidad del Estado de destinar recursos a otras áreas del desarrollo económico y social del país.
Y lo mismo sucede en materia educativa. Se sabe que en el sistema educativo dominicano hay alrededor de 400 estudiantes con discapacidad inscritos en los niveles preuniversitarios. Con una población estudiantil tan baja, entonces queda la pregunta ¿dónde están las niñas y niños de la República Dominicana que tienen ceguera, discapacidad física, auditiva, del habla o cognitiva?
Se desconoce quiénes son, cómo viven y sobre todo, qué se hará para evitar que se conviertan en hombres y mujeres dependientes. Así como a los mutantes se les colocan collares inhibidores para bloquearles los poderes, estas niñas y niños están condenados a vivir con la autonomía inhibida por falta de acceso a herramientas educativas y sociales.
Y en parte, esto tiene que ver con la necesidad que tiene el país de un censo de discapacidad que permita conocer esta población en profundidad. Es cierto que el censo nacional de población y vivienda, desde 2010, toma en consideración algunos elementos para cuantificar este colectivo, sin embargo, los datos son insuficientes y de un margen limitado; lo que impide acceder a un panorama amplio: para diseñar políticas públicas y proyectos de impacto efectivo.
En consecuencia, este Día Internacional de la Discapacidad aparece como una gran oportunidad para hacer transformaciones importantes. Pero más que eso, puede ser el momento indicado para empezar a pasar balance a las conquistas que como país son indispensables para garantizar la participación y la autonomía de todas y todos.