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Diego A. Sosa

Altice

Mucho se habla de hacerse hombre… prefiero hablar de adulto pleno porque considero también el momento que la dama pasa a esa nueva etapa de su vida.

Adultos plenos nos hacemos cuando rompemos el cordón umbilical y somos capaces de llevar nuestra propia vida. No diferencio entre hombre y mujer, hoy los roles están muy entrelazados y ambos son proveedores en el hogar. Ser adulto pleno no es una obligación ni privilegio de alguno de los géneros.

Entender que la sociedad ha evolucionado es importante para encontrar las diferencias entre antes y hoy. Muchos piensan que hay que volver a criar como se hacía hace algunas décadas, eso es criar para una realidad que ya no existe.

Prefiero pensar que debemos evolucionar para lograr lo que antes se lograba. Es más, estoy convencido que los métodos que en general hoy usamos no darán resultados en la crianza de los que en el futuro cercano serán adultos plenos.

Conversando sobre este tema, me contaba mi hijo mayor que los espartanos enviaban a los jóvenes masculinos a la selva a sobrevivir. Si lo lograban estaban preparados para afrontar la vida de hombres: proveedor y protector de la familia que irían a formar. Habrían roto el cordón umbilical y pasaban a otra etapa. Algunas tribus también tenían rituales semejantes a este.

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Anteriormente, desde que nacía un varón se le iba preparando para ese momento. Se criaba con rudeza y se ponía a hacer deportes. Peleas y demás “cosas de varones” lo preparaban para sobrevivir a ese gran momento.

En aquella época era importante dicha preparación. Ser proveedor dependía de habilidades específicas. ¿Ser protector? De la rudeza, fuerza y capacidades mentales hasta de matar de ser necesario.

Los siglos fueron pasando y llegó la era industrial. Los trabajos nos llevaron al dinero, este pasó a ser el que nos hace proveedores. ¿Pueden las mujeres ser proveedoras hoy? Está de más explicar que sí. Ser proveedor no es exclusivo de un género.

Llegamos al punto de partida: ¿cómo se hace uno adulto pleno hoy? Ya no existen rituales que nos lleven a romper el cordón umbilical. Tanto damas como caballeros vivimos más tiempo a expensas de los padres. Y lo más interesante, casi siempre están ahí como red de seguridad por si algo falla en nuestro proyecto de familia independizada.

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Los jóvenes estudian (en general) siendo mantenidos por sus padres. Si tienen un trabajo usan el dinero para sus necesidades y gustos. Los más privilegiados viajan con “papi puntos”.

¿Llega un día en el que tenemos por necesidad que pasar la prueba de ser realmente adultos plenos? Tener la casa de los padres como plan B no es una seguridad, es un ancla. Esa red de seguridad no deja que muchos jóvenes de hoy lleguen a sentir el miedo real del fracaso.

¿Podemos hacer a los nuevos jóvenes adultos plenos? Apapacharlos debajo de nuestras alas no será la solución. Cada uno de nosotros debe encontrar cómo darle a cada joven las herramientas para que haga su propia vida, de lo contrario lo estaremos haciendo dependientes perpetuos.

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